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Diversos e iguales

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Abril 21, 2022 03:00 a.m.

Hace un par de días salió a la venta la obra más reciente de Yascha Mounk -a quien Usted probablemente recuerda en títulos como “El Pueblo contra la democracia” (2018), “La era de la responsabilidad” (2017) o “Extranjero en mi propio país” (2014)- titulada: “The Great Experiment: Why Diverse Democracies Fall Apart and How They Can Endure” (2022) que podría traducirse como “El Gran Experimento: Por qué se desmoronan diversas democracias y cómo pueden perdurar”. 

La idea general del autor es la siguiente; vivimos en un momento histórico de transformación de las democracias en el mundo, en donde buscan prevalecer ante los embates del autoritarismo -mucho se ha dicho y escrito sobre ello- mientras cambian la concepción de la ciudadanía que la integra: se trata de una transición que parte de igualdad en una ciudadanía homogénea hacia una noción de la ciudadanía multiétnica y pluricultural. 

Mounk advierte que esta condición de complejidad social ha colocado un desafío interesante: no sabemos qué reglas y/o qué tipo de instituciones necesitamos para que esta nueva democracia funcione sin disrupciones significativas. Se trata de la necesidad de hacer funcionar a una democracia en donde los grupos mayoritarios y minoritarios coexisten, colaboran y participan de forma armónica.

Hay una manera pesimista -o quizás realista- que justifica esta necesidad. La historia de la humanidad nos ha demostrado que no es necesario que dentro de un territorio existan diferencias culturales, religiosas o étnicas para que un grupo sea hostil con otro. No es necesario regresar muchas páginas en los libros de historia, ni siquiera en los periódicos -o tuits- de la semana pasada para encontrar relatos y testimonios abundantes que demuestran que la hostilidad, la segregación y la violencia se encuentran en todas partes, incluso en los espacios de diálogo. 

Hablando de reglas, procedimientos e instituciones. Noto que hay una distancia significativa entre la agenda de prioridades de los partidos políticos y de la ciudadanía con respecto al perfeccionamiento de su propia democracia. Si hablamos de elecciones, candidaturas y estructuras de representación, seguramente ha notado que en años recientes se han realizado distintos esfuerzos -a veces en forma de leyes, o de acciones afirmativas o en forma de sentencias- que buscan garantizar la posibilidad de participación y representación equitativa entre quienes histórica, económica o socialmente no han sido iguales. 

Paridad entre mujeres y hombres en la postulación de candidaturas para puestos de elección popular, paridad en la conformación de órganos de gobierno. Acciones afirmativas que favorezcan la representación política de grupos en situación de vulnerabilidad o históricamente relegados. Transformación de los sistemas de gobierno o de elección de autoridades en comunidades y pueblos originarios. La lista sigue creciendo en la medida en que como sociedad visibilizamos y adquirimos conciencia de nuestra propia diversidad.

Mientras buscamos dispositivos democráticos que garanticen el ejercicio pleno y libre de los derechos políticos en una sociedad diversa, la agenda de prioridades y preocupaciones de gobiernos y partidos políticos parece ser otra. Quisiera pasar por alto la narrativa que desde los propios contendientes se construye para llenar de juicios y adjetivos a quienes no piensan, opinan o votan como ellos -lo que explica en cierta medida cómo hay una parte de la sociedad que emplea el discurso hostil como una herramienta del debate público-. Hoy entendemos que la imposición de una mayoría atenta, precisamente, contra las aspiraciones del estado para todas/os. 

Necesitamos avanzar en ello.

Twitter. @marcoivanvargas