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El monopolio de la discusión

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Abril 28, 2022 03:00 a.m.

Hace unos días, a propósito de la planeación de los trabajos para la realización de consultas a pueblos y comunidades originarias sobre distintos proyectos de reformas legislativas que les atañen, conversaba con una diputada local del estado de San Luis Potosí que advertía de forma clara algo que puede parecer una obviedad: las personas que participarán en la consulta deben comprender cabalmente aquello que se pone a su consideración.

Esta idea constituye un prerrequisito fundamental para la participación ciudadana en general, y para los procesos consultivos, decisorios o deliberativos en lo particular. Más allá de la creación del derecho a participar o de la apertura de oportunidades (espacios, instancias) para hacerlo, toda persona debe contar con la información y/o la base de conocimientos que le habilite para participar de manera significativa. Supongo que todas/os estamos de acuerdo con que no estamos para simulaciones o para meras agregaciones ariméticas -deshumanizantes- de la expresión de preferencias por parte de la ciudadanía. Tengo claro que abundan los cínicos que proclaman la voluntad popular basada en la movilización de la masa: es un movimiento de libro de texto que ha sido ampliamente descrito en otros espacios. Si le interesa el tema, recomiendo el ensayo “Masa y Poder” de Elias Canetti (1960) en el que describe la necesidad, estrategias y herramientas que emplea el gobernante totalitario -paranóico, lo califica el autor- para sostener el poder y acrecentar su precepción de autoridad -casi divina- en la medida en que moviliza a las masas.

No me desvío del asunto central. Necesitamos identificar, distinguir y señalar las manipulaciones que buscan llenar o legitimar espacios que en su naturaleza son democráticos, pero que terminan siendo desvirtuados -en parte, desde luego- por el vacío de comprensión sobre aquello en lo que se opina o decide. De ese cinismo nos ocuparemos en otro momento. Una democracia funcional no se basa en números sino en significados. Las personas emplean su tiempo para participar en la medida en que este ejercicio de vinculación con su comunidad representa algo.

Una de las mejores formas que existen para fomentar este vínculo entre las personas y los asuntos que les atañen tiene que ver con la visibilización y apertura de los asuntos, así como la definición de los términos en los que tendrán que ser discutidos públicamente.

El desafío de la discusión abierta de los asuntos públicos tiene que ver, entonces, con la creación de ambientes de comprensión que permitan a las personas vincularse con aquello que se pone a su consideración. Permítame advertir que esto no ocurrirá de forma natural o espontánea. Es evidente que los promotores de determinadas ideas buscan masificar y sobresimplificar el sentido de sus ideas: bueno, malo; patriota, traidor; limpio, sucio; probo, deshonesto. La comprensión de los asuntos debe orientarse a alimentar un proceso estricta y mínimamente racional: entender una situación -o problema- comparar ente alternativas y consecuencias, asumir costos y poder decidir.

Lo contrario ya lo hemos visto. El debate no puede ni debe basarse en una insultante tergiversación de los términos de la discusión. Gracias a Dios -dijo Leonard Cohen- no es así de simple.

Otro desafío tiene que ver con la identificación y visibilización de lo que es importante y la definición de quién puede participar en su discusión. Elmer Schattschneider había advertido hace unos sesenta años que el instrumento supremo del poder consiste en obligar a las personas -partidos, medios, ciudadanía- a discutir y elegir entre alternativas que les son impuestas. De ahí que resulta fundamental que en una democracia se abran los asuntos y se conozcan todos. Por supuesto que en la ciudadanía abundan las personas que pueden proporcionar términos adecuados para la comprensión pública de los asuntos. El cínico intentará que no se hable, que no se discuta, que no se sepa. En otro momento hablaremos con la profundidad que permita este espacio sobre el control que se ejerce para incidir en la percepción pública de lo que es importante y prioritario. Hoy quisiera advertir de forma simple y llana que sí necesitamos que se entienda y discuta de forma pública y abierta lo que se va a debatir. 

No vaya a ser que se piense que la discusión es un monopolio en manos de quienes detentan el poder.

Twitter. @marcoivanvargas