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Es el pueblo

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Junio 15, 2021 03:00 a.m.

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¿Clase o pueblo? Cierta oposición al gobierno de López Obrador se ha regodeado en una crítica despiadada a la descripción realizada por el presidente de México, acerca del comportamiento de un sector de la clase media urbana en el reciente proceso electoral intermedio, sobre todo en la Ciudad de México donde, ciertamente, Morena perdió espacios de representación y gobierno que se tenían como bastiones consumados. Sin embargo, de allí a plantear que ese sector de clase media urbana es algo así como la vanguardia que decidirá el futuro del país dentro de tres años, es tanto como conceder que la mayoría de la población, conformada por sectores empobrecidos, explotados y excluidos, se reduce a una masa moldeable sin mayores propósitos de liberación en sus condiciones de opresión bajo distintas formas de manifestación.

Sin entrar a una discusión de los alcances prescriptivos o morales que pudieran derivarse de lo señalado por el presidente AMLO, lo que aquí interesa destacar es distinguir que la categoría política más adecuada para esto es la de pueblo y no la de clase, toda vez que ésta última es más de carácter económico. Puede alegarse que, también, se ha distorsionado el alcance de lo que implica el uso del término pueblo, sobre todo en nuestra peculiar circunstancia nacional, al extremo de que esa misma oposición al presidente AMLO, tampoco ha cesado de cuestionar a su gobierno como “populista”.

Pero la cuestión no es tan simple. El maestro Enrique Dussel ha planteado, por ejemplo, que la categoría de pueblo tiene, incluso, una impronta que se retrotrae a lo señalado por Pablo de Tarso en su “Carta a los romanos”, destacando el proceso por el cual el pueblo surge de la comunidad política cuando se pronuncia por la liberación que lo esclaviza en el imperio de la época, aún “desafiando la ley porque la considera injusta”, asumiendo un nuevo principio de legitimidad que descansa en el “consenso crítico de los dominados que tienen en su negatividad y dolor el principio de justificación de una acción que cumple la negación de la opresión”. Lo mismo que, muchísimo tiempo después, señalaría Antonio Gramsci como el disenso crítico que rompe la hegemonía de la dominación.    

Ciertamente, en todo tiempo de transformación social hay condiciones para el surgimiento de liderazgos no solamente carismáticos, sino de reiterada convicción que catalizan la fe de una comunidad para convertirse en vehículos de transformación de la historia. Eso es lo que ocurrió en 2018 y estaría por verse si se actualiza en 2024 en el plano nacional. No es menor la llamada de atención que se ha dado a la Cuarta Transformación en este 2021, pero no es aún el momento de la definición en la que se juega el triunfo o derrota del obradorismo como proyecto de nación, entendiendo esto último como una pluralidad de movimientos, sectores, clases y espacios de participación de la diversidad social con demandas específicas, concediendo que, tal vez, aún está pendiente la plena (re)conciliación de todos esos distintos intereses que, por definición, solamente caben en una categoría como la de pueblo.

Tener claro que es el pueblo el motor de la transformación social e histórica, no sólo porque cree en algo y alguien, sino sobre todo porque cree en sí mismo, en su capacidad de redención, ha sido la llave para que no sólo en el plano nacional, sino también en espacios regionales o locales se haya consumado una alternancia que parecía inimaginable por menosprecio a ese peso específico del pueblo… “como pueblo”, así sea que se tenga como una tautología que, empero, se afirma como la categoría decisiva.