Esto no mejora, al contrario

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Nuestra peor pesadilla está a la vuelta de la esquina: miles de enfermos, hospitales saturados, pacientes muriendo no por incurabilidad de su mal sino por falta de atención apropiada, médicos decidiendo a quién dejar morir y a quién no; deudos enfurecidos amotinados y autoridades rebasadas por la contingencia. 

Esos son los muy serios riesgos a los que nos enfrentamos los potosinos en el umbral de la tercera fase de la pandemia Covid-19, la más peligrosa y letal de todas.

Para empeorar el panorama, ni las autoridades de todos los niveles de gobierno se han puesto a la altura de las circunstancias ni la población en general cobra conciencia del riesgo y actúa en consecuencia. 

A partir de la premisa de que en ausencia de vacunas y/o medicamentos específicos la mejor manera de contener la pandemia es reducir al mínimo el contacto entre las personas (cuarentena y distancia entre quienes no la puedan guardar), los potosinos hemos decidido jugar con fuego y nuestras autoridades contribuyen a ello con su tibieza.

Ayer por la mañana, la cada vez más angustiada secretaria de Salud, Mónica Liliana Rangel, enfatizaba, suplicaba “Quédate en casa”, y subrayó algo que de tan simple todos deberíamos entender y atender: “El virus se mueve con la gente”. Dicho de otra forma, el maligno patógeno no se desplaza solo, no tiene pies ni alas. Va a donde tú o yo lo llevemos. 

Simple y claro pero no lo hemos entendido. Nunca han existido cifras confiables al respecto, pero hasta hace poco más de una semana se veía menos gente en las calles que, digamos, un mes antes; con diferencias entre un sector y otro de la ciudad, pero había menos personas fuera de su casa. Llegó el miércoles 15 y como si el hecho de ser quincena significara en automático el fin de la cuarentena, muchas potosinas y potosinos que estaban en aislamiento volvieron a salir a la calle. Difícil hablar de porcentajes, pero sobre todo en el oriente y norte de la ciudad pareció que se duplicara el número de ciudadanos en movimiento.

Hasta ayer, la epidemia ha sido benigna con nosotros: 71 casos confirmados y cinco defunciones, equivalentes a 25 y 1.7 por cada millón de habitantes, respectivamente, en tanto que a nivel nacional la proporción, en ese mismo orden, es de 76 y 6.8. Pero nada garantiza que esa circunstancia se mantenga inalterada en el tiempo. La previsión de los expertos es que en cualquier momento desaparecerá, y entonces el panorama será terrible.

Y en tanto muchos potosinos que no tienen la necesidad ineludible de salir de sus hogares volvieron a lanzarse a las calles porque arbitrariamente consideraron que ya habían guardado suficiente aislamiento, en los tres niveles de gobierno -salvo algunas excepciones en el escenario nacional- es notorio el afán de eludir la toma de decisiones duras. Salvo los muy recientemente iniciados intentos en Jalisco, Nuevo León, Quintana Roo, por sacar a la gente de las calles con vigilancia policial y amenaza de sanciones, en las demás entidades lo que hay es indecisión y evasivas.

Para empeorar las cosas, el martes se dio a conocer un acuerdo del Consejo de Salubridad General que delegó en los gobiernos estatales la facultad de adoptar medidas más estrictas. Aquí, hasta ayer a media mañana, no habíamos visto ninguna reacción gubernamental digna de tal nombre. El Ayuntamiento ha restringido el acceso a algunas plazas públicas y clausurado algunos pequeños establecimientos comerciales, lo cual es poco ante la problemática general. 

Es obvio que apenas conjugando recursos y esfuerzos gobierno estatal y ayuntamiento estarían en condiciones de hacer algo que efectivamente sirviera para reducir el número de personas en las calles. Ya está suficientemente visto que por iniciativa propia, por sentido de responsabilidad, por autoprotección o por temor, son pocos los potosinos que, pudiendo hacerlo, estén dispuestos a guardarse en casa varias semanas más. Y si el gobierno federal ya aventó la pelota a los gobiernos estatales y estos en su mayoría se ven paralizados, así nos va a ir.

PARA EMPEORAR LAS COSAS

Con total independencia del oscuro incidente entre TV Azteca y el subsecretario Hugo López-Gatell, voces autorizadas han comenzado a cuestionar con buenos argumentos las cifras que viene manejando el vocero federal en la contingencia sanitaria, particularmente en cuanto a número real de contagiados. Esto es relevante por cuanto que a mayor numero de infectados, mayor cantidad de demandantes de atención médica y, en secuencia lógica, mayor riesgo de colapso de todo el sistema nacional de salud.

Hay algo que debemos tener muy claro: colapso de un sistema de salud (como ya ocurrió en Italia y España, y en buena medida en Nueva York), quiere decir que muchos enfermos no encuentren un hospital que los reciba, con lo cual en automático muchos de ellos quedarán condenados a morir. Significa también que en un nosocomio ya saturado tengan que tomarse decisiones terribles sobre a quien asignar los escasos recursos disponibles, en el entendido que a quien se le estén negando morirá.

(Como posible e indeseable consecuencia, no quiero imaginar lo que podría ocurrir en hospitales donde familiares de un fallecido se enteren de que podría haberse salvado si le hubieran aplicado a él y no a otro un ventilador mecánico; menos todavía quiero pensar en posibles secuelas con esos deudos enfurecidos que se enterarán de quién fue el médico que tomó la fatal decisión en perjuicio de su madre, padre, esposa, esposo, abuela, abuelo, hija o hermano).

El pasado día 8, López-Gatell informó del desarrollo de un modelo matemático llamado Centinela, para poder estimar, con base en los casos confirmados, el total de contagiados de Covid-19. La base para el cálculo serían informes proporcionados por 475 Unidades Médicas (desde centros de salud hasta hospitales de especialidades), que serían objeto de una serie de cálculos muy complejos para obtener un multiplicador o factor de expansión. Según el propio subsecretario, el primero de esos multiplicadores fue de 8.3. Esto quiere decir que por cada enfermo confirmado, habría otros 8.3 no detectados pero existentes.

Al día de ayer, cuando en todo el país se tenían confirmados 9 mil 501 casos, una vez multiplicados por 8.3 nos indican que en realidad serían 78 mil 858 los contagiados. 

El pasado fin de semana, a través de sus redes sociales, el actuario y doctor en matemáticas Arturo Erdely, profesor de la Facultad de Estudios Superiores UNAM Acatlán, publicó un detallado análisis del modelo Centinela y encontró que sus resultados estaban mal por partir de un error de cálculo. Hecha la corrección, el multiplicador de 8.3 casos estimados por cada uno confirmado en realidad resultó ser de 30.

Esto significa que los 9 mil 501 casos confirmados del martes por la tarde en realidad apuntan a la existencia de 285 mil casos estimados o probables, en lugar de los 78 mil 858 obtenidos sin la corrección matemática hecha por el Dr. Erdely.

En el mismo tema del modelo Centinela, la especialista en encuestas que dirige el departamento demoscópico del periódico Reforma, Lorena Becerra, sostuvo la noche del martes en un programa televisivo que las 475 Unidades Médicas que aportan información para hacer el cálculo no son un porcentaje estadísticamente representativo, toda vez que la Secretaría de Salud cuenta en todo el país con 26 mil establecimientos de ese tipo.

¿A dónde vamos con esto? A que si en efecto los cálculos y cifras manejadas por las autoridades sanitarias son erróneas a la baja en cuanto al número de casos probables, al momento que la realidad nos alcance en forma de “pico” de contagios, no dispondremos más que de una ínfima proporción de recursos médicos -humanos, de instalaciones y de equipos- para hacerle frente.

Aquí en el terruño, los 71 casos de ayer en vez de representar 589 estimados según López-Gatell, brincarían a 2 mil 130 según calcula Erdely (cuyo ensayo puede consultarse en el portal de la revista Nexos, que decidió reproducirlo íntegro dado su interés).

No hay nada más sensato qué decir: si no le es absolutamente indispensable ir a la calle, ¡Quédese en Casa!

COMPRIMIDOS

En verdad cómo es veleidosa la política. Es hora que no logro saber si en verdad Esteban Moctezuma Barragán le dice “¡fuchi, guácala! a la candidatura a gobernador o si su aparente desdén es táctica para que no se le vayan encima ni la bufalada ni los tiznadazos. Pero lo cierto es que su gran prestancia de hace unas semanas y lo favorable de sus momios, han sufrido un serio descalabro a últimas fechas, por culpa de su ex patrón Ricardo Salinas Pliego. Ahora resulta que Esteban no es más que un gato de Salinas Pliego, quien lo puso donde está, entre otras cosas para hacer negocios, lo que ya logró al “ganar” la licitación por más de mil millones de pesos para asegurar bienes de la SEP. Antenoche soñé que el dueño de TV Azteca, Banco y Seguros Azteca y Elektra entraba al despacho principal de Palacio de Gobierno, se sentaba en el sillón del gobernador y empezaba a dar órdenes. ¡Qué pesadilla, Señor!

En alcance a nuestra columna de hace una semana en la parte relacionada con las posibles reformas a la Ley Electoral del Estado, debo hacer una precisión: sí se puede aumentar del 3.0 al 3.7 el porcentaje necesario para tener acceso a las diputaciones plurinominales, pero no para conservar el registro partidista. Lo que tiene que ver con esto último está dispuesto en la legislación federal de la materia, con la cual debe guardar concordancia la estatal. En cuanto a la chapucera figura de las alianzas partidarias, tampoco hay problema para desaparecerlas.

Ya el lunes pasado ese buen abogado que es Jorge Chessal puso como lazo de cochino a nuestros inefables diputados por la estupidez que aprobaron días antes, dizque para hacer obligatorio que la autoridad sanitaria estatal “deberá rastrear, encontrar y aislar a cualquier persona sospechosa o confirmada, de ser portadora de un padecimiento contagioso”. Poco tengo que agregar, salvo una duda: no sé si sea por exceso de riqueza o de ocio del promotor de la iniciativa, el Gran Recaudador, pero por lo visto se transmutó de ratón en burro.

La más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) dada a conocer por el INEGI hace una semana, confirma lo que ya sabíamos: Jaime Pineda no sirve para nada y eso a Juan Manuel Carreras lo tiene sin cuidado. Mientras no lo haga fruncir el ceño más de cinco veces al día, ahí seguirá hasta el final del sexenio.


Hasta el próximo jueves.