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Familia y escuela Capítulo 77: Educar para la libertad

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Septiembre 15, 2021 03:00 a.m.

Educación y libertad. ¡Vaya par de palabras tan poderosas! Que reunidas, como una fórmula alquimista, tienen “los elementos constitutivos del universo y el elixir de la vida”.

La educación, entendida no solo como una forma escolarizada en donde al asistir a una institución se recibe una instrucción, representada por contenidos de un plan de estudios; sino más bien, entendida como ese gran proceso de transmisión, comprensión y puesta en práctica de saberes integrales que se adquieren de manera diversificada y que son útiles para la vida.

De igual forma, la libertad entendida como la autonomía de generar pensamientos e ideas representadas en acciones propias y no solo, como esa separación de cadenas y grilletes físicos o, de salir de ese confinamiento obligatorio en espacios determinados, bien sea por haber cometido un delito o por estar recluido ante el cuidado de una pandemia o, aunque parezca irreal, por ser esclavo de alguien o de algunos.

Existen en diferentes latitudes y tiempos, ejemplos magníficos del cómo este par de palabras se han hecho presentes en hombres y mujeres, los cuales, mediante sus acciones han manifestado la importancia que tienen para la vida cotidiana y futura de muchas personas y pueblos enteros.

Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga, antes de emprender y poner en práctica sus ideas de libertad, fue apodado como “el zorro” por su sagacidad e inteligencia; denunciado como hereje, por leer libros prohibidos; llegando a ser, al paso del tiempo, Rector del Colegio de San Nicolás en Valladolid (hoy morelia), en donde además tiene como alumno a José María Morelos y Pavón.

Enorme calidad de mujer: Juana Ramírez de Asbaje, conocida posteriormente como Sor Juana Inés de la Cruz. De niña, tuvo contacto con la biblioteca de su abuelo y de ahí en adelante sus conocimientos y habilidades académicas y literarias fueron en ascenso, hasta lograr liberar y romper con el estereotipo asignado al género femenino de sus tiempos, logrando impactar con su obra en los mismísimos escenarios españoles.

José Doroteo Arango Arámbula, conocido popularmente como: Pancho Villa. Caudillo revolucionario que, a pesar de aprender a leer hasta avanzada edad, al estar a cargo del estado de Chihuahua, ordena la creación de escuelas para los niños de esa región, sabedor de la importancia que la educación tiene para su desarrollo libre, lejos del analfabetismo e ignorancia.

Desde luego que los tres ejemplos mencionados, son solo una pequeña pero importante muestra en México de personas, acciones y contextos que demuestran lo relevante que resulta la combinación de estas dos palabras.

En otros lugares, los hermanos cubanos reconocen la enorme importancia, que sin duda tiene, el aporte de José Martí; lo mismo que tiene para varios países de sudamérica la figura de “el libertador” Simón Bolívar, quienes apuntalaban el desarrollo de sus pueblos, mediante la conjugación entre educación y libertad.

En pleno 2021, ¿Educamos desde, en y para la libertad? un cúmulo de conocimientos adquiridos en la escuela, así como el haber concluido estudios de diferentes niveles educativos ¿nos otorga el estatus de libertad? Las ideas, costumbres y formas de comportamiento recreadas por las familias, medios de comunicación y redes sociales ¿nos encaminan hacia la libertad?

Creo que, si estas preguntas se las hicieran a los personajes históricos que mencionamos, al tiempo que observan las conductas y acciones de las personas en el presente, seguro estoy que “se retorcerían en sus tumbas” al apreciar lo que hemos hecho con nuestra libertad.

Es verdad, de facto somos libres y desde luego que tomamos nuestras propias decisiones; sin embargo, en muchos y gran mayoría de los casos, lo hacemos reproduciendo los patrones preestablecidos con los cuales fuimos socializados, en el tiempo y contexto en que nos toca coexistir. 

Lo anterior, no es necesariamente negativo, sobre todo entendiendo el carácter de acierto o error, que todo humano podemos tener en el ejercicio de nuestro albedrío; más bien, el problema está cuando de manera consciente afectamos a terceros o a nosotros mismos: elegimos alimentarnos con productos que, aún sabiendo que nos dañan, lo seguimos haciendo; consumimos sustancias, que aunque en su etiquetado mencione “…es dañino para la salud” “…puede causar cáncer o enfisema pulmonar”  y con todo y ello las consumimos.

Seguimos esclavizando personas con las cadenas del consumismo innecesario, de los valores materiales que nos obligan a “tener para ser”, viviendo únicamente para trabajar colocando al dinero como el medio para ser feliz.

Continuamos, a pesar de todas sus consecuencias, contaminando y aniquilando a nuestro planeta, a sus seres vivos, incluídos nosotros, los seres humanos. Insistimos en otorgarle más crédito y confianza a las máquinas y las comunicaciones digitales que a los hombres.

Ante la pregunta: ¿Es esta la libertad que otorga la educación? no pude más que recordar la historia que escuché en algún lugar: “…ese día llegó el dueño del zoológico y al recorrerlo, se quedó asombrado de ver el lugar en donde estaba ubicado el oso blanco; era una jaula de 6 por 4 metros, el pobre animal solo recorría 6 pasos para un lado y 4 para el otro; de inmediato ordenó construir el mejor hábitat que zoológico alguno tuviera, con nieve verdadera, lago para que se ejercitara y obtuviera su alimento. 

El día de la inauguración llegó, la gente estaba expectante y el oso mismo estaba ansioso por sentir el hielo y el frío en sus patas; por fin, la jaula se abrió y el hermoso animal salió corriendo y una vez afuera: caminó 6 pasos para un lado y 4 para el otro y cuando se aburría, caminaba en sentido contrario”

Educar para la libertad, no consiste en solo asistir a la escuela o tener una familia estable, que nos otorgue todas las condiciones favorables para nuestro desarrollo, como si “nos sacaran de la jaula”; La verdadera libertad, consiste en el uso que hacemos de ella.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx