Familia y escuela
Parte integrante de la autoestima es el tener confianza en uno mismo, en lo que decimos, hacemos, planeamos y en cómo lo ejecutamos.
Los esfuerzos por mejorar la educación se han centrado en buena medida, en subsanar las recomendaciones que las evaluaciones internacionales han emitido sobre el estado de diferentes habilidades que los alumnos mexicanos carecen o efectúan deficientemente; se nos ha dicho que somos malos para las ciencias, para leer comprensivamente y en utilizar los conocimientos matemáticos en diferentes actividades, como en la resolución de problemas.
Derivado de lo anterior, se lanzó una alerta educativa con el fin de intensificar en las prácticas y programas de estudio la mejora de estos aspectos, dejando de lado a otros; mayor cantidad de horas y contenidos asignados para tal fin, señalamientos, mediciones, cursos y supervisiones para su desarrollo, en fin, toda una cruzada para atender esas carencias.
No es que la atención a esos aspectos sea necesariamente negativa, por el contrario, definitivamente es importante; sin embargo, existen múltiples elementos considerados básicos para el desarrollo armónico e integral de todo ser humano y que se originan previo a la adquisición de las competencias lectoras y de uso de las matemáticas.
Me refiero a la autoestima y, como parte integrante de ella, a la autoconfianza que cada persona va creando y usando en torno a todas las acciones que cada quien desarrolla
Dichos elementos se van adquiriendo y apropiando gradualmente en el transcurso de nuestra existencia y van acompañando, reforzando y argumentando todas nuestras acciones; por ello, son tanto o más importantes que el aprender alguna ciencia exacta.
El adquirir confianza en nosotros mismos es una habilidad para la vida que, de manera espontánea y natural, se va desarrollando en cada persona de acuerdo con su propio contexto y situación cotidiana; al ritmo, velocidad y alcance de cada quien. Por ello, ante la seguridad de que “tarde que temprano, de todos modos, se va a presentar”, ya no se toma en cuenta como elemento importante para la formación y educación humana.
Toda proporción guardada, tal pareciera que el hablar de autoconfianza es similar a hablar de una flor silvestre, que, sin ser sembrada, de igual manera va a salir y en algunos casos llega a florecer y embellecer el paisaje o alcanza a servir de alimento, pero que invariablemente pasa inadvertida y carece de importancia si nace, se reproduce o muere.
Si es que conocemos los beneficios de esa flor silvestre, ¿qué pasaría si nos preocupáramos por sembrarla, cuidarla y cosecharla? ¿qué pasaría si a la autoconfianza le damos la importancia que tiene y la sembráramos en nuestros chicos y chicas, incluso en nosotros mismos, cuidándola y esperando conscientemente a ver y sacar provecho de sus frutos?
Para todos aquellos que nos dedicamos, profesional o vocacionalmente, a formar y educar a nuestros hijos, alumnos, audiencia, ciudadanos, incluso a quienes seguimos aprendiendo todos los días durante nuestro trayecto vital, debiéramos tomar en cuenta el fomentar la confianza individual e incluir en temas escolares, familiares y profesionales el reforzamiento de esta habilidad.
El adquirir confianza implica tener el terreno preparado para cursar un plan de estudios de cualquier nivel educativo, con la seguridad de demostrar la capacidad de llevarlo a cabo de manera efectiva y eficiente, es decir, no solo escuchando y repitiendo como autómata lo que dice su maestro o el libro, sino echando mano de todas las herramientas de búsqueda y de autoaprendizaje para obtener, conocer e ir hasta el conocimiento que deseemos llegar.
Es el padre o madre de familia que desde que su pequeño realiza una acción y voltea a verlos para sentir su aprobación, tranquilamente aprovechan el momento para reforzar su confianza y al mismo tiempo impulsar el que no se quede solamente con las reglas y normas de comportamiento social, sino que paulatinamente vaya construyendo su propio proyecto configurando en libertad su personalidad.
Es el profesionista, empleado, empresario, político, presbítero y difusor de cualquier facción religiosa que actúan con plena convicción y sentido de su labor, fomentando al mismo tiempo la confianza entre quienes se desenvuelven.
Es la persona como tú o como yo “simples mortales” que tenemos plena confianza de que lo que hacemos, planeamos y ejecutamos, servirá para el bienestar de uno mismo y de quienes nos rodean.
No te puedo asegurar que el fomentar la autoconfianza te otorgue una calificación de 10 en matemáticas; lo que sí te puedo asegurar es que su fomento y obtención, es un verdadero y necesario aprendizaje para la vida.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx
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