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Familia y escuela Capítulo 108: De profesor a maestro

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Abril 27, 2022 03:00 a.m.

A

Existen múltiples palabras que son usadas como sinónimos para determinar a aquella persona que se dedica profesionalmente a enseñar, vocablos como: maestro, profesor, docente, mentor, formador, catedrático, instructor, facilitador y más.

De igual forma, existen diversas interpretaciones de cada una de ellas, sobre todo, con el afán de diferenciarlos, algunos las separan por los niveles educativos que atienden, bien sea básico o superior; en otros casos, asignan el nombre por enseñar conocimientos generales y otros más específicos o especializados; incluso, llaman maestro a quien ha logrado obtener ese título de posgrado.

En el sentido más amplio de los conceptos, existen los que catalogan con diferente nombre, a quienes se formaron para ser profesionales de la docencia, bien sea los licenciados en pedagogía o alguna área afín y, en contraste, a los que conscientes de ello o no, forman, impulsan, dirigen a otros en su trayecto de vida.

Es precisamente de esta última clasificación de la que quiero partir.

La formación profesional de los docentes, lleva a aprender toda una serie de conocimientos y transitar por diferentes procesos y experiencias que van determinando técnicamente los trayectos y prácticas pedagógicas y didácticas, para transmitir los contenidos de los programas de estudio a los alumnos.

Cursan elementos teóricos básicos, se les instruye para realizar rigurosa y metodológicamente la planeación, implementación y evaluación de los contenidos a enseñar, acompañados con el material de apoyo, físico o virtual, para clarificar su transmisión, tomando en consideración para todo ello la edad y el contexto sociocultural en donde están ubicados.

En tiempos recientes, se han añadido algunos contenidos formativos con cierto grado de integralidad, como son las habilidades socioemocionales; sin llegar a ser esto último suficiente, debido a la falta de perfiles adecuados y a su intempestiva y apresurada aparición en el panorama de la formación de profesores.

Hasta este momento, con muy breves e insuficientes “pinceladas”, solo he descrito el trayecto formativo de un PROFESOR; al egresar, apenas comienzan su transición hacia, desde mi punto de vista, un grado más elevado de esta profesión.

La palabra y la función del MAESTRO, no necesariamente se desarrolla en una escuela o institución superior para profesores, debido a que sus límites están dados en, desde y para la vida misma; es, incluso, una “palabra mayor”, en el sentido de que la encomienda no es solo el que se aprenda o repita un conocimiento o técnica, sino más bien, el ser un guía, un líder, un impulsor del trayecto adecuado en la vida de los demás.

En este sentido, “Maestro”, es encomendado en las religiones, solo a un ser supremo; en algunas organizaciones, se aplica a quienes son dignos de ser escuchados, imitados y hasta venerados; en otras sociedades, es muestra de respeto y sabiduría hacia quienes dirigen los rumbos de todo una comunidad, pueblo o nación; en algún trabajo u oficio, se aplica hacia quienes tiene una vasta experiencia y dominio de su quehacer.

El ser “Maestro”, entonces, va mucho más allá de ser solamente una persona con un puesto con jerarquía mayor, instructor técnico o conductor didáctico de un grupo; engloba en su actuar, elementos integrales correspondientes a valores, actitudes y habilidades que acompañan su desempeño siempre, en todo momento y en las situaciones más apremiantes.

Desde luego que merecen recibir el rango de maestro o maestra, aquellos padres o madres de familia que tienen y muestran la capacidad de guiar adecuadamente a sus hijos y que enseñan el camino o solución ante las adversidades más complejas que se presenten; no importa su nivel de estudios, ni la clase social, cultural y económica a la que pertenezcan.

Mención igual merecen los empresarios, jefes de algún departamento, oficina o dependencia pública o privada y todos aquellos que tienen a su cargo el manejo de personal y de usuarios, los cuales, en vez de actuar como verdaderos inquisidores y déspotas, saben conducirlos y dar un trato mediante un liderazgo democrático, con firmeza, flexibilidad y valores humanos.

Desde luego, podemos incluir a los profesionistas, trabajadores de cualquier ámbito laboral, ministros de culto, políticos y servidores públicos, que desempeñan su trabajo con maestría, es decir, de manera recta y honesta, con eficiencia y eficacia; enseñando con su actuar cotidiano no solamente el dominio de su quehacer, sino promoviendo todos los valores que lo acompañan.

Los profesores, en su evolución para ser maestros, van acumulando más que conocimientos teóricos y técnicos, más que actualizaciones digitales y de herramientas cibernéticas, las cuales sin duda son importantes, pero que solo conforman una parte de todos los elementos que deben tomar en cuenta para desarrollar su magisterio.

No basta con llevar a sus alumnos la mejor aplicación virtual y sorprenderlos con un juego novedoso en su teléfono celular, ni con lograr que todos ellos obtengan un número mayor que 6, como muestra de su “aprendizaje”.

Para llegar a ser MAESTRO en cualquier nivel educativo, es necesario convertirse en guía, en formador y no solo en “informador”, en desarrollar y fomentar con sus acciones el sentido humanista, entendido éste, no como “el buena gente” o “el maestro barco” sino como el que entiende las diversas situaciones del contexto que se vive, con los aciertos y errores de ellos y los propios, actuando con humildad pero también con firmeza.

¿Cómo saber si lo hemos logrado?

Desde luego no se actúa esperando obtener un reconocimiento público, pero el día que tus hijos, alumnos, empleados, usuarios u otras personas, regresen y te digan: “…todo lo que sé y lo que soy te lo debo a ti”, solo entonces habremos obtenido alguna pista de que nuestros intentos han rendido frutos. 

Comentarios: gibarra@uaslp.mx