logo pulso
PSL Logo

Familia y escuela Capítulo 199: No se nace mujer, se llega a serlo

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Enero 31, 2024 03:00 a.m.

A

Más allá de considerar la separación fisiológica de concebir el nacimiento de una persona como macho o hembra; o el atender a los aspectos culturales de ubicar situaciones, formas, conductas y acciones en donde se diferencia al femenino del masculino, existe la posibilidad de afirmar y asumir las características del sexo y el género de forma autónoma y con plena consciencia de lo que queremos.

De manera casi estandarizada e impuesta, se coexiste en un contexto en donde se tienen asignadas ya las características físicas, sociales y culturales que cada persona debe desarrollar de acuerdo con su condición fisiológica sexual, es decir, si se es hombre o mujer.

Resulta evidente que las condiciones de desigualdad e inequidad entre las acciones desarrolladas entre ambos, marcan a priori, los estereotipos y los roles que cada quien debe practicar y que, como resultado de ello, tenemos las actitudes de sometimiento y machismo,  así como las más radicales, con movimientos de anarquía feminista y otras alternativas sexuales y de género. 

Desde luego que la educación que promovemos desde familias, medios de comunicación y redes sociales, así como en escuelas, juega un papel preponderante en la preservación y difusión de los estereotipos que tradicionalmente venimos asumiendo como deseables y “correctos”.

Sin embargo, estas acciones educativas, más allá de promover positiva o negativamente, correcta o incorrectamente las formas que cada persona, de acuerdo con su sexo debe asumir, tendría que estar encaminada a fomentar su libre albedrío y que del cúmulo de acciones que diariamente se presentan, se elijan libremente las que convengan o necesiten en su circunstancia, tiempo y espacio.

No consiste en educar  para tomar partido por la rebeldía y la anarquía; o aceptar  arbitrariamente el sometimiento por uno u otro sexo; tampoco por solicitar la adhesión o conversión a otras variantes de género; lo anterior solo impulsaría “ciegamente” la reproducción de patrones de conducta; más bien, es educar fomentando, no solo las partes científicas y teóricas, sino de manera integral, desarrollando la confianza y certeza que desde pequeños se deben tomar decisiones viables, pertinentes y relevantes.

Vayamos al caso de las mujeres, sobre todo porque es el ejemplo más visible y el que ha pasado por múltiples inequidades y desigualdades históricas, desde la marginación por fortaleza física hasta las actividades económicas, costumbres y tradiciones sociales y culturales; incluso, hasta llegar a ser sometidas y dañadas violenta, física y atentando contra su vida.

Se tiene establecido para ellas un doble panorama: o se asumen los roles tradicionales o se adhieren y participan de la anarquía que desde el siglo pasado se ha generado con los movimientos de liberación femenina y más actualmente con la contracultura que muestran los movimientos anárquicos.

El ser educadas en estas dos vías, atenta contra su libre aledrío, dado que tradicionalmente se les inculca como “correcta” la postura tradicional, pero, además, no se les fomenta la capacidad de concebir vías alternas o acciones intermedias entre ambos polos.

A este respecto, rescato una frase de Simone de Beauvoir, quien desde mediados del siglo pasado afirmaba: “no se nace mujer, se llega a serlo”; resulta impactante entender que no se llega a ser MUJER, con el simple hecho de haber nacido con ese sexo, sino que ocurre como con la libertad, dado que ésta no se otorga, sino que se busca, se practica, se asume y con ello, se confirma nuestra personalidad de forma integral.

Fomentar la educación femenina desde esta perspectiva, consiste en impulsar a que ellas tomen sus propias decisiones de manera consciente, racional y sobre todo, con la claridad de que sus acciones no afecten a terceros en un marco de respeto y libertad.

Tenemos así que, estaría congruentemente decidido aquellas que les guste, se sientan bien y deseen quedarse en la tranquilidad del hogar, asumiendo las labores de cuidado, alimentación y  atención de su familia; de igual forma a quienes opten por el cuidado de mascotas o jardinería o alguna actividad religiosa.

De la misma manera, habría congruencia en aquellas que irrumpen en campos tradicionalmente conferidos a los varones; o quienes sientan su realización optando por sumarse a la actividad productiva, aportando su talento en cualquier rama laboral, artística, política o administrativa; o incluso, actuando en la suma de esfuerzos de las activistas, para visibilizar las condiciones que prevalecen con ellas.

Es cierto, “no se nace mujer, se llega a serlo” y la educación en todas sus momentos, formas y lugares, es la encargada de asegurarles que nadie más que ellas son las encargadas de buscar y asumir su libre albedrío para llegar a ser: MUJER, así dicho, con mayúsculas.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx