Fieles y difuntos
Estamos a nada de regresar a semáforo naranja; la cantidad de contagiados por Covid incrementa cada día. En San Luis Potosí el tema de la pandemia parecía ya no estar en la vida –salvo en las de los enfermos– cotidiana de nadie. El relajar las medidas gubernamental y ciudadanamente, se convirtió en una licencia plena para olvidarnos de todo tipo de cuidados y precauciones.
Los antros y cantinas funcionando sin restricción alguna, con todas sus mesas ocupadas; los camiones urbanos, retacados de pasaje, como siempre; las calles, plazas públicas, y centros comerciales, rebosantes de ávidos y desesperados compradores y paseantes.
Definitivamente, la economía debía reactivarse, ya que las pérdidas iban, continúan y seguirán en aumento, pero de prolongarse esto por nuestra irresponsabilidad, la cosa se pondrá peor. Es preferible prologar y aguantar encierro, precauciones y restricciones.
Muchos dirán que el gobierno federal no se enfrenta al problema como se debiera; otros –como yo– piensan que falta mano dura a los gobiernos estatal y municipal; pero una gran mayoría por repulsa automática rechaza todo lo que tiene tintes de administración pejista, y descarta a priori las indicaciones de la secretaría de Salud federal y su representante López–Gatell; ésos pueden voltear a ver y escuchar al doctor José Ángel Córdova Villalobos, quien comenta que esto se puede poner –y seguramente pondrá– peor.
No se necesita ser especialista en epidemias para saber que los rebrotes siempre son más fuertes. Durante la influenza de 1918, la primera oleada, la de la primavera, no afectó mayormente a los contagiados, la mayoría se recuperaron satisfactoriamente, pero al llegar el otoño del mismo año, el rebrote fue el que cobró la mayor cantidad de víctimas; entonces todo fue insuficiente y se desencadenó el terror; el mundo volvería a la tranquilidad hasta 1923. Las aglomeraciones producidas por la guerra, en la ciudades y en los campos de batalla, y posteriormente las eufóricas multitudes en los festejos por el armisticio, fueron en parte las responsables de la propagación del mal.
La situación en San Luis Potosí es muy sencilla, debemos conducirnos casi como al inicio del Covid; lo conducente sería suspender las festividades y conmemoraciones de día de muertos y las visitas a los cementerios. La alcaldía señala medidas para que los dolientes puedan visitar tranquilamente a sus difuntos en los panteones, pero son medidas que ni siquiera deberían estar presentes porque lo conducentes es no abrir los panteones.
Por otro lado el secretario general de Gobierno señala, como esperando no ocurra, que de regresar el semáforo a naranja, los panteones no se abrirán los días de Todos Santos y Fieles Difuntos (días de muertos, pues). Desafortunadamente ni él, ni el alcalde parecen querer entenderlo, el llegar a naranja no debe ser condicionante para no abrirlos, simplemente no se deben de abrir.
A nivel nacional, en la UNAM ya se decidió suspender actividades hasta después de enero de 2021, pensando desde luego, que las cosas mejoren; y la Arquidiócesis primada optó por cancelar los actos religiosos del 12 de diciembre en la Basílica de Guadalupe; ¡la gran fiesta nacional! (ésa que ni Juárez se atrevió a proscribir). En cambio –como dijo un visitador del obispado de Michoacán en 1717– en un “desdichado pueblecillo”con ínfulas de megalópolis, su alcalde fifí –por miedo al repudio electoral– no se atreve a suspender las festividades mortuorias.
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A propósito de devociones, si los moralinos potosinos (rima de manera natural porque es inherente al ser) son tan fieles observantes de la religiosidad, deberían seguir los dichos del papa Francisco; principalmente los diputados panistas, y aplicarse en legalizar las uniones entre personas del mismo sexo. Aunque en este lugar pletórico máscaras, más de los que nos imaginamos pretenderán ser más papistas que el papa, y todavía en cantidad superior a ésos, serán los que permanezcan en el guardarropa.
Qué horror e impotencia causa saber que la felicidad y el bienestar de otros son decididos por el voto de unos cuantos parásitos acomplejados. Digo, si sacamos la farsa de la moralidad y los principios, todos coincidiremos que ninguno de los diputados que ocupan una curul en la actual legislatura, tienen un ápice de moral, ni de principios, ni de madre. ¿A ver qué nos dicen mañana el arzobispo y, el miércoles, el padre Priego?
Gracias por la lectura. No vayan a los cementerios, sus difuntos no se irán, son fieles y allí los esperarán para momentos más propicios; ellos no quieren reunirse con ustedes definitivamente.