Hay días
Definitivamente los seres humanos somos impredecibles pues, aun y cuando más o menos podemos suponer la forma en que una persona se comportará o expresará en determinadas condiciones, lo cierto es que la capacidad de asombro nunca se pierde.
Es el caso con el único mexicano que vive en un palacio, el señor López, quien cada mañana nos da un ejemplo de que la imaginación es el límite. Resulta ser tan ocurrente este individuo que, no sé si con acierto o no, me recuerda enormemente al Barón de Münchhausen.
Karl Friedrich, Barón de Münchhausen, efectivamente existió en el siglo XVIII y se hizo famoso por el relato que de sus aventuras efectuó Rudolf Erich Raspe, quien entremezclando las fantásticas aventuras narradas por el noble alemán con dichos y leyendas regionales, creó un personaje mentiroso patológico.
Es tal el alcance que tuvieron las aventuras atribuidas al Barón, como el volar montando una bala de cañón, viajar a la luna o matar un oso y cubrirse con su piel para pasar inadvertido en medio de los demás osos, entre muchas más, que incluso se bautizó a una afectación psicológica como el Síndrome de Münchhausen, que consiste en fingir síntomas de enfermedades (incluso se las llegan a provocar) para tener el apoyo, cuidad y simpatía de los demás.
Antes de que los expertos en psicología levanten la voz y me digan que López presenta, más bien, los síntomas del Síndrome de Hybris, quiero aclarar que esta es una columna de opinión y advertí claramente que no tenía la certeza de si guarda similitud con el Barón de Münchhausen, aunque a mí sí me lo parece.
Y es que, entre quejas y lamentos, se duele siempre de que es el presidente más atacado, al que más cuestionan, al que no dejan ni a sol ni a sombra sus adversarios, entre los que cuenta personas, movimientos sociales y, poco falta, monstruos imaginarios; todo con el indudable fin de ganar simpatías hacia su persona.
No para ahí. Nos describe un México sumido en la ignominia, en la depravación, en el abismo más profundo del que él, solo él y nada más que él ha venido a salvarnos, Hace ejercicios de memoria selectiva y sesgada que, analizados en su justa dimensión y agregando un poco de sentido común, no se sostienen por ningún lado. Lo increíble es que haya quien le crea, como increíble era que le creyeran al Barón de Münchhausen.
Un ejemplo, de muchos, respecto de los cuales tuerce la realidad para poder enseñorearse del foro y lucir sus glorias pretendidas, es el caso de la manipulación oficialista sobre la fundación de Tenochtitlan, con el fin de que se mueva el año de ese acontecimiento, de 1325 a 1321, a efecto de que coincida con la caída de esa capital azteca en 1521, con la consumación de la independencia en 1821 y con la presente anualidad.
Lo que puedan decir o haber dicho gente como Eduardo Matos, Miguel León Portilla o Bernal Díaz del Castillo poco importa; al señor López lo que le interesa es conseguir un efecto simbólico que le lleva simpatías y popularidad, pretendiendo impactar en el sentimiento nacionalista más primario y elemental del mexicano. Todo para que le toque a él el festejo y le tengamos que agradecer, por habernos sacado del neoliberal error de creer en los testimonios históricos que datan en 1325 aquella fundación.
Hay días, sin embargo, que se levanta peor. Días en los que confronta y denosta a quienes se atreven a cuestionar sus historias, a quienes no creen en sus fantasías, a quienes se atreven a disentir. Hay otros días que recupera el ánimo y vuelve a construir historias y promesas irrealizables, buscando la aprobación mayoritaria a sus “genialidades”.
Tal vez un día, pues de todo hay, lo escuchemos sensatamente repetir estas palabras del Barón Münchhausen, de Raspe: “Ahora no hay más que lógica y razón. Ciencia y progreso, leyes de hidráulica, leyes de dinámica social, leyes de esto y de lo otro. No hay lugar para los cíclopes de tres patas de los Mares del Sur, no hay sitio para los árboles de pepino y los océanos de vino. No hay sitio para mí“.
@jchessal