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Incomodidades

Por Yolanda Camacho Zapata

Febrero 21, 2023 03:00 a.m.

A

Hannah Arendt escribió: “La fuente de atracción para las masas de los regímenes totalitarios es su ideología, que proporciona una cómoda y única respuesta a los problemas del pasado, presente y futuro”.  En realidad, la frase, incluida en su texto The Origins of Totalitarism puede aplicarse también a pequeños ensayos totalitarios.  

En la serie alemana de humor negro Daz Letze Wort (La última palabra), una mujer de mediana edad enfrente la súbita muerte de su marido. Tras encontrar que su situación económica es mucho peor de lo que suponía, se contrata como eulogista en la misma funeraria que realizó los servicios para su marido. Su trabajo consistía en escuchar a los familiares y amigos de los difuntos y con base en eso, armar el discurso final de despedida que se daría en la ceremonia previa al entierro. En uno de los capítulos, una mujer en sus treintas llega a la funeraria con un escrito que contenía a detalle la organización del funeral de su madre, planeado paso a paso por la propia difunta. Karla, la protagonista, se da cuenta que la hija está poco acostumbrada a tomar decisiones por sí misma. La madre había hecho de aquella mujer, ya adulta, un ser condicionado a obedecer sin chistar, aun cuando era claro que había existido un maltrato constante de su parte, disfrazado de autoridad maternal. Incluso el trabajo de Karla estaba hecho: la difunta había escrito su propio discurso fúnebre. Karla lleva a la mujer a un punto de quiebre donde la hija reconoce el poco cariño que le tuvo su madre y explota en el momento menos indicado, pero necesario para poder vaciar aquel desamor de años. Sin embargo, al hacerlo, la mujer se da cuenta que está vacía, sin saber qué hacer, cómo actuar, incluso qué sentir. Toda una vida recibiendo y acatando órdenes la había dejado siendo nada. Entonces, busca en Karla a la nueva figura de autoridad y ésta, por supuesto, la rechaza. Ahora tendrá que enfrentar la soledad de sus propias ideas.

Arendt usó con precisión los adjetivos indicados: la atracción hacia una ideología totalitaria se da porque las respuestas son  cómodas y únicas, sin espacio para el discernimiento. Por un lado, los aleccionadores se dedicarán a evitar el pensamiento crítico haciendo uso de dogmas que pueden resultar atractivos y convincentes. Así, el aleccionado confundirá versiones acomodaticias con argumentos. Decir “Porque lo digo yo“ podrá ser muchas cosas, pero nunca un argumento. Desplazar las razones y en su lugar crear bandos entre buenos (es decir los que piensen como el aleccionador) y malos (los que no piensen como el), no es otra cosa mas que simplificar la complejidad que acarrea un buen ejercicio argumentativo.

Pero por otro lado, existe también una aceptación cómoda por parte del aleccionado, quien a fuerza de costumbre, acabará buscando conservar el estatus quo  del cual ha formado parte y dentro del cual no sufre perturbación alguna. Entonces, el ejercicio totalitario no es una labor unívoca, sino que necesita a dos: aquél que habla y alecciona, y a aquél que decide escuchar, aceptar y acomodarse porque le resulta más fácil. El ejercicio argumentativo y la labor de deliberación causan incomodidad. Entender las razones del otro y aceptar que molestan nuestro propio espacio e incluso trastocan aquello que hemos aceptado siempre como verdadero, puede resultar perturbador, quizá hasta escalofriante. Cuestionar el sistema de creencias que asumimos nuestro nos sume en la incertidumbre y nos obliga a reconfigurar lo que aceptamos que somos. Por eso es fácil crear un sistema totalitario: conviene no nada más a quien lo propone, sino también a quien lo recibe. Resulta mucho más fácil aceptar que cuestionar. Acomodarse en el sillón de la aceptación incondicional no trae problemas. Pensar sí.