Juegos

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Sin duda el juego esta presente, como bien anota Johan Huizinga en su obra Homo Ludens, desde antes que la cultura, pues presupone la existencia de una sociedad humana desde la perspectiva más elemental, es decir, la sola asociación de individuos de la misma especie que, desde su antecedente no racional, juega, al igual que los animales lo hacen, son necesidad de aprendizaje.

En otras palabras, la actividad lúdica conforma parte esencial de lo humano y se ha convertido en uno de los factores de desarrollo y evolución de la humanidad misma. Según nos dice el autor mencionado, “…no se trata, para mí, del lugar que al juego corresponda entre las demás manifestaciones de la cultura, sino en qué grado la cultura misma ofrece un carácter de juego.”

Huizinga considera al juego como “… una acción o una actividad voluntaria, realizada en ciertos límites fijos de tiempo y lugar, según una regla libremente consentida pero absolutamente imperiosa, provista de un fin en sí, acompañada de una sensación de tensión y de júbilo, y de la conciencia de ser otro modo que en la vida real”, de tal manera que, a partir de esta definición, extiende su análisis al comportamiento humano en diversas áreas, como la ley, la política, el arte, la filosofía y la guerra, entre otros.

En esta tesitura, podemos afirmar, entonces, que muchos de los comportamientos que vemos en la “realidad seria”, refiriéndonos con esto a lo que ocurre en un mundo que, suponemos, no se toma a broma nada, se dan en el marco de un verdadero espíritu lúdico, que anima y dirige la conducta de los individuos. Pensemos en el caso de quien participa en la compra y venta de valores en la bolsa o en quien dirige operaciones policiales en contra de la delincuencia o, incluso, en un proceso electoral para obtener un escaño legislativo o una posición ejecutiva. Si quitamos muchos de sus signos externos, verdaderos escenarios construidos para ambientar el juego, nos queda éste en su más pura expresión: compare el concepto del párrafo anterior con cualquiera de las experiencias referidas y tenemos al personaje sobre el que Huizinga construyó su libro.

Ahora bien, cada realidad, entendida como el entorno en el cual se desarrollan los “juegos”, entrecomillado para referir a todas las acciones de las que se ocupan las  personas serias, aquellas que, como dice el hombre de negocios al Principito (de Antoine De Saint-Exupery), no se entretienen con tonterías, es distinta y relativa, con características y detalles propios que le dan una particular personalidad.

En la nuestra, en nuestro México, hay una tendencia curiosa a defender la derrota en el juego con el espectro de la trampa. Es decir, no es dable reconocer que un equipo que juega contra el nuestro es mejor en el campo, sino que, solo puede ganar con el favor poco ético del árbitro; en el videojuego en el que se particpa colectivamente, si alguien hace un disparo certero y la sorpresa impide la reacción a tiempo, se le llama “trampa” a la mejor habilidad del otro; en los procesos electorales, juegos de democracia, solo es ético el juego si yo gano y tramposo el que me derrota.

Esto implica dos situaciones muy evidentes: la primera, que yo debo ser mejor que el otro y, por tanto, no se me puede derrotar. La otra, que solo yo soy honesto, porque, para derrotarme, es la maña y lo incorrecto, lo poco ético, lo que me puede vencer. Soberbia se llama el juego.

Sin embargo, cuando el ganar se convierte en la única finalidad, por encima de todo y contra todo, más allá de la parte lúdica del proceso, tenemos al mal jugador, que es capaz de violentar lo que pueda y a quien pueda, con tal de llegar al fin, justificándose los medios empleados, por viles que resulten, dando gusto al príncipe al que se refería Maquiavelo.

Preparar el camino para la siguiente partida, cargando los dados y tratando de hacer reglas a modo, eso sí es hacer trampa. Audi López 

Terminemos con esta frase de Winston Churchill, de la que tenemos mucho que reflexionar: “En la guerra, resolución; en la derrota, desafío; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad.”

@jchessal