Jugo de cáscaras
El ánimo opositor no encuentra vehículo para expresarse. Los partidos son un depósito de desprestigio y carecen de liderazgos mínimamente competentes. Que existe sed de oposición parece bastante claro. Así lo muestra una opinión pública que puede respaldar al presidente siendo crítico de los saldos de la presidencia. Más de la mitad de los encuestados busca hoy opciones por fuera del partido oficial. El problema es que, en los últimos años, nadie ha detectado vida inteligente en los partidos de oposición. Subsisten, pero sin ánimo. Tienen asientos en la legislatura, ocupan edificios, postulan candidatos, reciben sus subsidios, pero no logran dar un paso, no tienen diagnóstico de lo que sucede ni plan para construir un futuro distinto. Viven del impulso externo de la inconformidad, de las estrategias que otros trazan para ellos, de la estimulante agresividad del gobierno, de la inercia burocrática que los mantiene en condición comatosa. Los partidos de oposición han quedado reducidos a su cáscara. Son la envoltura de algo que ya se pudrió.
La condena al brazo derecho del último gobierno panista es prueba de esa falta de actividad cerebral en Acción Nacional. Tras el veredicto del tribunal que encuentra culpable a Genaro García Luna, el partido que lo encumbró en sus dos administraciones quedó paralizado. Respondió Felipe Calderón, el expanista, con un comunicado insostenible. Acción Nacional quedó mudo durante días. El partido recibió un pinchazo brutal en el pecho y no tuvo la menor reacción. Permaneció tendido en la camilla sin que el pulso se le alterara. Las horas transcurrieron, los días pasaron y el partido que cobijó a un policía al servicio del crimen, permanecía mudo. Cuando la dirigencia finalmente respondió, simplemente se lavó las manos. Su argumento, además de tardío, fue absurdo: el hombre al que confiamos la seguridad del país, el hombre al que se le dieron todas las responsabilidades, el hombre al que defendimos tercamente durante años no tenía credencial de nuestro partido.
No hay en el espacio panista resortes políticos mínimamente funcionales. Acción Nacional no tiene reflejos porque está sumido en un letargo que parece irreversible. Quienes ocupan posiciones de liderazgo en ese partido confían en que el tiempo bastará para reanimar a una organización mortecina. Imaginan que no tienen nada que hacer, que pueden esquivar la autocrítica y que solamente han de armarse de paciencia para ver al régimen desplomarse por su propia incompetencia.
Lo que digo de Acción Nacional podría decirse con mayor énfasis del PRI, aunque con menor sorpresa. Acción Nacional tuvo experiencia deliberativa de la que ya no queda rastro. Hubo ahí dentro debates intensos. Despuntaron en sus foros liderazgos elocuentes que no dudaron en ejercer la autocrítica. El PRI nunca permitió el debate. Por eso no puede encarar al imitador que lo ha vaciado.
Si el liderazgo actual del PAN es invisible, el del PRI es escandaloso. La dirigencia actual del PRI resulta repulsiva hasta para los propios legisladores del PRI. Quedan pocas semanas para resolver si podrá sobrevivir la elección del Estado de México, pero hoy parece improbable que quede algo más que el logotipo.
La apuesta de la gran coalición opositora es hoy la invitación a bebernos un jugo de cáscaras. Nos dicen que es garantía el que el jugo sea extracto de distintas frutas. No imagino quién pudiera encontrar apetitoso ese licuado.
El brete en el que se encuentran las oposiciones es real. Para encarar las ambiciones hegemónicas del régimen no hay, en el corto plazo, otra opción que no sean los partidos. No hay más partidos que los que tenemos en frente, los que hemos tenido delante desde hace décadas. No puede aparecer nada nuevo pronto. Nuestras reglas impiden el surgimiento de opciones frescas que puedan liberarse ágilmente de la carga de los partidos históricos. ¿Pueden servir los viejos envases para recibir energías nuevas? No veo en los dueños de las cubetas intención de abrirlas. Tampoco veo, fuera de los partidos, personalidades que despunten ni ideas que muerdan la verdadera naturaleza de nuestra circunstancia. Al régimen no lo derrotarán las marchas ni la vehemencia de los clics.