Si PAN y PRI proponían consultar al pueblo para saber si quería aumento al salario mínimo y reducir diputaciones plurinominales, respectivamente, no veo porqué no se podría consultar al pueblo para saber si estaría de acuerdo para enjuiciar a los ex-presidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. Cuando se consumaba el atraco a la nación con la reforma energética, los “prianistas” se opusieron a una consulta sobre el tema petrolero, de indudable trascendencia para el país, y se sacaron de la manga las propias, con el evidente “ánimus chingandi” de minimizarla y bloquearla. Ahora, se oponen a lo que, parafraseando a Eduardo Mosches, sería un indispensable acto de “juzgar a los injustos”, de poner en el banquillo de los acusados a quienes desde lo más alto de la jerarquía del poder público nacional solaparon o auspiciaron tantos y gravísimos actos de corrupción, impunidad y daño a la sociedad mexicana que… hasta “se enchina el cuero”.
El acto mismo de poder consultar al pueblo sobre la conducción del país entre 1988 y 2018, por parte de los ex-mandatarios señalados, es ya un ejercicio de justicia elemental que, por lo menos, alivia el “encanijamiento social acumulado”. No porque se deba de juzgar con apasionamiento, sino porque debiera quedar claro que la soberanía del pueblo no debe ser ya más un juego, como antes lo fue, por supuesto, con esos sujetos que “hoy, hoy, hoy”, se hacen guajes y muestran perplejos. No se diga el Fox que ya ni siquiera asoma los bigotes y, aunque a Calderón se le suban los jaiboles, todos andan como toros con medio estoque y, por eso, la furia que los mueve a embestir al gobierno de AMLO a través de sus operadores como el “Frena” y otros opositores. Si antes la justicia se mantuvo ciega y sorda, ahora ya no se puede aceptar más que su dispensa sea, en verdad, “lo suyo de cada quien”, porque de buenos deseos está empedrado el camino a la justicia… por el derecho.
Pero no está fácil el asunto; para empezar, ya el consejero presidente del INE, el inefable Lorenzo Córdova, señala que sería un gasto enorme realizar la consulta y, con la misma lógica mercantilista con la que antes se rechazara la energética, se pretendería descalificarla asumiendo que lo caro del esfuerzo comprometería los ingresos y gastos del Estado mexicano, desdeñando que la eventual devolución de lo robado por esos ex-mandatarios compensaría con creces el gasto, sobre todo si nos atenemos a que no fueron cacahuates lo que se llevaron. Así por el estilo podrían surgir más excusas y descontentos, sobre todo de quienes fueron beneficiados con las mieles del poder que les derramaron esos truhanes cuando hicieron del país lo que les vino en gana, como se documenta, cada vez más, con investigaciones que, en su momento, no pudieron conocerse por la represión de que hicieron gala esos sujetos, como el de Olga Wornat para el caso de Calderón con “Felipe, El Oscuro”.
Por cierto, en el capítulo tres del libro de Wornat aparece el testimonio de un personaje pintoresco, que fue cercano a Calderón y lo acompañó en no pocas francachelas, Francisco Solís Peón, mejor conocido como “Pancho Cachondo”, que relata la ocasión en que Felipe casi cae de un puente, no por la convicción de lanzarse al vacío por el desdén que luego le manifestara Margarita, sino por las borracheras que se cargaba recurrente, preguntándose Pancho si no pudo haber sido diferente la historia de México si, aquel día, Felipe se hubiera tirado del puente. Por eso, para que no haya dudas en el presente, vale consultar al pueblo por la suerte de los mentados ex-presidentes.