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La onda (y la partícula)

Por Alexandro Roque

Enero 21, 2024 03:00 a.m.

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Murió el escritor José Agustín, autor de títulos como De perfil (1966), La panza del Tepozteco (1992), El rock de la cárcel (1986) y muchos artículos y crónicas. Lo dice bien Agustín Ramos: estuvo “a la vanguardia durante más de veinte años” y ha sido “portavoz y profeta de cuando menos dos generaciones aparte de la suya”. Periodismo y literatura mexicanos están de luto, y como en otros casos, diremos que no hay mejor homenaje que leer a quienes lo merecen, como él.

La literatura es onda y partícula, según su interacción con la materia.

Cuando yo estaba en la secundaria, Ciudades desiertas (1982) y La tumba (1964) fueron de los primeros libros que compré con mis domingos (y con lo de la venta de historietas afuera de mi casa, pero esa es otra historia), y los acabé en unas horas. Deberían ser, si no obligatorios, al menos constantes sugerencias desde secundaria y prepa. Rock, viajes y descubrimientos con sus novelas, cuentos y ensayos.

Años después, conocerlo en persona fue una alegría inmensa y lo hizo más entrañable. Primero en un congreso del Colsan, donde el organizador lo dejó solo y gracias a eso acompañé a José Agustín a comprar una maleta porque la suya se le rompió, y luego pasamos la tarde en un bar y luego una cafetería. Después tuve oportunidad de verlo en la FIL Guadalajara y en el encuentro Horas de Junio de Hermosillo. Siempre abierto, sencillo, presto a compartir.

Hace unas semanas, cuando se supo que José Agustín estaba ya muy mal, Margo Glantz publicó en X-Twitter: “Me da mucha pena la enfermedad de José Agustín, mi amigo y detractor, a quien admiro y admiré”. 

Y es que lo de clasificarlo como “literatura de la onda” fue por un texto de ella que a los denominados desde entonces onderos no les gustó mucho. Ahí, la doctora Glantz enumera las “amenazas” a estar “en onda” y a “ser auténticos, de preservar su adolescencia morbosamente y a veces hasta prorrogándola fuera de tiempo para ubicarse en una ridícula actitud de play boy del subdesarrollo. En resumen todo ello no es nada más que un clisé que subraya lo epidérmico”. Añade: “Esta amenaza se sitúa en el límite de la acción desenfrenada que el adolescente juega, con esa dinámica de grupo que tiene necesidad de desplazarse, de recorrer las ciudades, de viajar por los barrios, por los cafés, por las muchachas. La acción se frena de repente cuando la autocontemplación lo obliga a iniciar una autocrítica, una delimitación, a fijarse un contorno. Acción detenida y delimitación desdibujada serían la ruptura de la Onda”.

Hubo otros a quienes se adjudicó el calificativo de la Onda, por el mero hecho de publicar entre 1965 y 1975, por escribir desde su juventud, como el poeta tapatío Ricardo Castillo o el potosino Ignacio Betancourt, quien con la primera camada del taller de Miguel Donoso de la Casa de la Cultura (como David Ojeda y Armando Adame) enfrentó a la generación anterior, la de “los monseñores”: Joaquín A. Peñalosa y Rafael Montejano. Las diferencias entre escritores (as) siempre han existido, por generaciones. Cuenta Rafael Pérez Gay: “El suplemento La Cultura en México dirigido por [Carlos] Monsiváis y del cual yo formaba parte le aventaba el caballo a cada nuevo libro de Agustín. Monsiváis intrigaba y algunos de los jóvenes del consejo de redacción seguían esa trama oscura. Monsiváis le armaba un juicio sumario a cada nueva entrega novelística de Agustín”. 

Otra enseñanza de Pepegús es darnos el gusto de retratar con humor nuestros lugares queridos, como su Cuautla de Morelos que bien podría ser renombrada en honor de su principal cronista. Escribió en La Tempestad: “La entrada norte de la ciudad se inicia con una estatua de Morelos que durante los ochenta fue conocida como el He-Man, porque mostraba al buen Chema muy aguerrido con un espadón y corpulencia de fisicoculturista”. 

La crónica no tiene que ser solemne, y las mejores no han sido escritas desde lo oficial. El periodismo comunitario, la recopilación de historias en los pueblos, es una necesidad vital para nuestra historia, como lo es la salvaguarda del arte de quienes nos antecedieron, a la par de promover las literaturas de nuestros tiempos.

Se acaba el espacio pero nos vemos en el blog, y aquí la próxima semana. 

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