La Vanidad en la Política
Se lee en el libro del Ecleciastés atribuído al sabio Rey Salomón, las reflexiones vertidas respecto a uno de los también considerados siete pecados capitales: la vanidad, en ese texto bíblico traducido se lee: “vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad, ¿qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.”
Ese interminable ciclo vital de nacer, crecer, ser pleno, decrepitarse y morir; ciclo que se cumple en cada uno de los seres que habitan el universo, desde los milenarios planetas, hasta las pequeñas flores cuya etapa de vida es de menos de veinticuatro horas.
Pero hay un espacio de la actividad humana en el que no sólo se cumple a cabalidad este ciclo, pero que se olvida justo lo aseverado por el predicador.
Me refiero estimado lector, a la vida política, cuna de las vanidades, desde donde es posible observar exponencializado el orgullo de la persona dedicada a esa actividad, que a través de la lisonja y lambisconeria (también propios de la naturaleza humana), se autocoloca en alto concepto sus propios méritos ante un excesivo afán de búsqueda de admiración y reconocimiento.
Salomón famoso por su sabiduría, seguramente advirtió esta circunstancia, siendo él mismo Rey, con todo lo que implicaba detentar el poder en sus tres manifestaciones clásicas (ejecutar, legislar y juzgar), pero además justificar su potestad a partir de una concesión divina.
En su relfexión sobre la vanidad, Salomón apela al significado de ese vocablo que entraña un significado de vaciedad, futilidad y transitoriedad, que en realidad, es todo aquello que rodea al poder político; tal vez por eso Salomón en sus palabras evoca lo que nunca se debe olvidar en el ejercicio del poder político, que tal como el ciclo de la vida la política es transitoria, hay inicio, climax y final; no importa que la legitimidad de tu mandato te la hayan otorgado treinta millones de votos o el dedo del gran elector.
En el climax, la salamería y en el final la soledad, es cuando cobran sentido las palabras del predicador; “porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad”.
Así, la gran enseñanza de la vida, aplicada a la política puede resumirse en el clásico: “muera el Rey, viva el Rey”, en México desde los años treintas del siglo pasado amanece y oscurece por sexenios, cuando este ocaso llega el político de a poco se va quedando solo, Presidentes, Gobernadores y Alcaldes lo han experimentado; así, el mejor principio se convierte también en el mejor final, como en el ciclo de la vida, desnudo llegas y desnudo te vas; imagine Usted que el sabio Salomón caminara por los espacios públicos mexicanos y encontrara a los políticos que llegan y a los que ya se van, su sabiduría tendría que ser hoja de ruta, seguro les diría que, cómo él, fueron y serán engrandecidos más que todos cuando gobernó Jerusalén; su virtud conservar con humildad su sabiduría, fue lo que a Salomón finalmente le permitió darse cuenta de la frugalidad de su poder, no obstante haber sido el mismísimo Rey Salomón, pues ya lo dijo el predicador: “que ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado”; sí, adivinó Usted estimado lector, porque todo es vanidad.
Excelente inicio de semana.
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