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Linchamientos

Por Carlos A. Hernández Rivera

Diciembre 15, 2023 03:00 a.m.

A

“Los fines No justifican los medios”

¿Qué es lo lleva a una comunidad a desconocer las reglas básicas de la sanción penal hacia personas que han alterado la paz pública? ¿Por qué apropiarse de una de las funciones más esenciales del Estado, como lo es, la administración de justicia o la prevención del delito?

 Viene a colación este cuestionamiento dado de un intento de linchamiento por un grupo de taxistas, a un supuesto atracador en las inmediaciones de la Terminal Terrestres Potosina. Cierto es, que no se trata de un fenómeno social inusitado en San Luis, recordemos que tan solo en agosto de 2021 se presentaron 4 intentos fallidos (Pulso, 08.2021), sin olvidar, desde luego, el acontecimiento en milpillas en 2018. 

Es por ello, que deseo abordar la temática. La mirada que pretendo compartir se basa, básicamente, en un recuento teórico social de reflexiones académicas sobre el punto, dado que, efectivamente este problema ha ocupado -crecientemente- su estudio analítico. 

Dicho lo anterior, partiré de momento, por reseñar algunas interesantes conclusiones que nos comparte el Prof. Rodríguez Guillén (jefe del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco).

De tal suerte, que Rodríguez Guillén comenta (Polis, 8.2, pp. 43-74). La violencia implica necesariamente pensar en una crisis de autoridad, dado que existe un común denominador llamada acción colectiva; entonces, se da una ruptura que cuestiona el fundamento mismo de la autoridad, sea éste las leyes o las instituciones. 

La violencia posee una materialización de índole negativa, esto es, como una expresión de carácter social sobre las desigualdades de poder y socioeconómica (en contraposición a una forma positiva que sería la mera imposición de la voluntad a los demás (Rodríguez, 2012). 

La expresión -señala el mismo autor- sería también una manifestación de “moral” de la razón colectiva” (aun cuando sea sólo para manifestar malestar), pero, donde están presentes ritos y mitos. Esta expresión siempre es exterior al individuo, o, lo que, es más, ese malestar es en sí una ausencia de límites con relación a los demás, traduciéndose -la inconformidad social- en un instrumento (sin que eso implique la justificación del medio hacia un fin. En absoluto). 

Decía Maquiavelo (en el Príncipe), que las faltas que cometen los pueblos provienen de la negligencia o abusos de los gobernantes, es decir, los gobernantes son -en última instancia- los autores de la violencia social-. Para Rodríguez Guillén (2012), cuando los gobernantes cumplen su función, la población lo percibe y mantiene la ausencia de violencia, así, el grado de erosión de la autoridad se mide por el nivel de agravio social, y por la violencia.

Desde esta lógica, la ausencia de autoridad, entendiéndose con ello: el (no)derecho, la (no)ley o la (in)justicia son la causa de la violencia. Hay que reconocer -hoy en día-, que existen grupos crecientes que, han generado prácticas, algunas no prohibidas, pero tampoco permitidas, o de plano, prohibidas, pero no castigadas (Rodríguez, 2012). 

Como podemos ver, aunque en la lógica del fenómeno de los linchamientos concurrirán varios factores (de distinta naturaleza y tipología), lo cierto es, que incuestionablemente la línea que apunta a una debilidad institucional/autoridad es, sin duda, una vertiente bastante explicativa por sí sola. 

De momento se terminan las líneas de este mi espacio editorial. Las y los espero con el gusto de siempre el próximo viernes 5 de enero, deseando a mis lectoras y lectores ¡felices fiestas y un próspero 2024!

carloshernandezyabogados@gmail.com