logo pulso
PSL Logo

Lo que sigue

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Junio 17, 2021 03:00 a.m.

A

Necesitamos discutir la representación política. Esta se relaciona con la manera que tenemos para entender al gobierno, a la democracia e incluso a nuestra propia participación. Es a partir de la manera en que concebimos la representación política, como definimos las lógicas a partir de las cuales votamos y construimos expectativas de lo que es y hace un gobernante.

Me pregunto cómo es que el grueso del electorado construye su noción de lo que se vota. Cuando se promueve el voto en las elecciones, comúnmente las autoridades electorales informan sobre los distintos cargos o puestos de elección popular a ser votados. Esta información se cruza con las campañas proselitistas donde partidos y personas candidatas ponen nombre y apellido a esos espacios de postulación. Hasta ahí –en teoría- todo anda bien. Pero votar no puede reducirse a un acto llano de escoger a personas para que ocupen puestos públicos, sino que implica pensar en el funcionamiento de esas estructuras que nuestro voto forma. Los resultados electorales modelan escenarios de representación. Vamos a eso.

La Presidencia de la República o las Gubernaturas son cargos unipersonales donde las personas candidatas pueden provenir o no de un partido político y pueden representar o no, a los principios, ideales y valores de un partido político. En México la regla es simple: gana la persona que obtenga la mayor cantidad de votos. Aquí no hay colegios electorales. Tampoco segunda vuelta. Gana el que obtiene más votos, y si en la contienda había otras personas candidatas y la suma de los votos que obtuvieron es mayor a la de la persona que ganó, esto no impide que obtenga la victoria. Los promotores de la segunda vuelta electoral tendrán sus argumentos para artificializar la base de apoyo que soporta una designación de ese tipo. Personalmente creo que es perezoso e incorrecto el argumento que dice que si un candidato ganó con el 30% de los votos significa que el 70% no está de acuerdo con esa persona. En realidad, ese 70% se pudo haber distribuido en distintas alternativas que resultaron atractivas por sí mismas y no en función del rechazo a alguien más.

Pero no me desvío. En la designación de gobernantes en puestos unipersonales, los partidos políticos perdedores –y en cierta forma, las personas que votaron por ellos- no tienen espacios de representación. El ganador se lo lleva todo. Solo en esos puestos. Caso contrario ocurre de las elecciones para los cuerpos legislativos –cámaras de diputados, senadores y congresos locales- y los ayuntamientos, donde el voto tiene dos dimensiones: se elige a la persona candidata que aparece en la boleta, pero también se contabiliza ese voto para obtener un porcentaje que puede otorgar espacios al partido político postulante a través de la representación proporcional. De esta manera los partidos políticos perdedores –y las personas que votaron por ellos- pueden acceder a espacios de representación en estos cuerpos colegiados. El ganador obtiene el puesto, pero los partidos perdedores también pueden acceder a escaños. Los resultados electorales modelan escenarios de representación: la idea es que la conformación de estos cuerpos refleje de manera más o menos proporcional a la pluralidad política que se expresó a través del voto de la ciudadanía.

Tengo la hipótesis de que las personas pensarían de forma distinta el sentido de su voto si quienes participamos en su promoción –incluyendo partidos políticos y personas candidatas- construimos una narrativa distinta sobre los efectos de nuestras decisiones. Le ofrezco solo unos ejemplos para ilustrar esta idea.

El voto –estratégico o no- otorga fuerza a los partidos políticos. Establece marcos de interacción entre el poder ejecutivo y el legislativo. Tiene la capacidad de otorgar presencia a discursos diversos. Otorga financiamiento a partidos. Retira el registro de otros partidos. Otorga fuerza a ciertos actores políticos. Configura escenarios de negociación. Conforma diques de contención política. Distribuye el poder o lo concentra, o lo balancea.

En ocasiones las campañas proselitistas no logran proporcionar elementos para que quienes votamos podamos anticipar si los partidos políticos serán fuertes, profesionalizados, unificados, disciplinados, corresponsables, consecuentes, congruentes, dialógicos. Desconocemos si se conducirán en arreglo a principios y valores, a las necesidades y expectativas de su electorado, de sus intereses personales o de grupos. Aun así, necesitamos discutir la representación política. Eso es lo que sigue después de una elección.

Twitter. @marcoivanvargas