Los lados de la cama
En mi columna, publicada en este mismo espacio el 16 de noviembre de 2020,( aquí la liga: https://pulsoslp.com.mx/opinion/candidatos-al-portador/1214458), escribí: “…el proceso de elección de gobernador en San Luis potosí sería de candidatos y no de partidos, de candidatos “al portador” que construirían su capital y bagaje político para ofrecerse a los partidos y subastarse, para que estos adquirieran a quien más les favoreciera....o pudieran adquirir”. Me quedé corto, porque en realidad está pasando en todos los cargos a elegir, no solo en la gubernatura.
Lo cierto es que los partidos políticos han desvirtuado total y absolutamente sentido que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Este cuerpo normativo determina en su artículo cuarenta y uno que los partidos políticos son entidades de interés público; que tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, fomentar el principio de paridad de género, contribuir a la integración de los órganos de representación política, y como organizaciones ciudadanas, hacer posible su acceso al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo.
Poesía pura de una norma que recuerda el monólogo de Segismundo encerrado en la torre, en “La Vida es Sueño”, de Calderón de la Barca: “Sueña el rey que es rey, y vive / con este engaño mandando, / disponiendo y gobernando; / y este aplauso, que recibe / prestado, en el viento escribe, / y en cenizas le convierte / la muerte, ¡desdicha fuerte!”.
Y es que la aplicación de la Constitución en el tema que nos ocupa es un sueño, y nada más.
¿Programas, principios e ideas? ¿En serio?
La Ley General de Partidos Políticos señala como documentos básicos de un partido político la Declaración de Principios, es decir, su imagen ideológica que se presenta ante el electorado como oferta para lograr el voto, así como el Programa de Acción, esto es, la forma en que se plantea llevar a la práctica los principios declarados.
Así, vemos un largo listado de conceptos ambiguos, lugares comunes, abstractas y confusas redacciones en las que el más elemental análisis lingüístico nos demostraría que todos proponen lo mismo, de la misma forma y a través de las mismas acciones. Entonces ¿para qué tantos partidos?
Mientras no hay elecciones, es cierto, los partidos mantienen discursos más o menos centrados en sus documentos básicos; al llegar los tiempos electorales, los demonios de la desvergüenza se desatan y estas declaraciones de principios y programas de acción se pisotean alegremente, con tal de tratar de tener candidaturas que les garanticen, en la medida de lo posible, seguir en el juego político con sus, por supuestos, jugosos gananciales, en muchos sentidos.
¿Y qué decir de quienes buscan las candidaturas? Eso de la ideología tampoco parece preocuparles demasiado. Gana la soberbia de pensar que ellos y solo ellos son lo que el pueblo necesita; gana la soberbia de quienes piensan que, a falta del Chapulín Colorado, solo ellos podrán defender a los ciudadanos acechados por voraces lobos electorales. Si hubiera espejos, no se distinguirían del enemigo e, incluso, tal vez huyeran de su aterrador reflejo.
Sin duda, podemos ver en candidatos y partidos que su relación con la ideología es poco menos que precaria. Recuerdan aquel fragmento de la ópera Rigoletto, en la que el Duque de Mantua se refiere a su relación con las mujeres: “El encanto de cada una es el don / con que el destino nos alegra la vida; / y hoy ésta es de mi agrado, / quizás otra lo sea mañana. / La constancia, tirana del corazón, / la odio como a una cruel enfermedad; / manténgase fiel sólo quien quiera; / no hay amor sin libertad.”
Cambian de un día a otro candidatos y partidos, que un día se acuestan por la derecha y se levantan por la izquierda. ¿La constancia y la congruencia? Se quedan dormidas bajo la almohada, si es que acaso algo queda.
@jchessal