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Manipular precios

Por Sergio Sarmiento

Enero 10, 2022 03:00 a.m.

A

“Aun si el gobierno tiene más conocimiento que cualquiera en la sociedad, no tiene más conocimiento que todos en la sociedad”. 

Thomas Sowell

El presidente López Obrador se ha comprometido a no subir el precio de los combustibles o la electricidad por arriba de la inflación. El miércoles pasado, incluso, puso a su iracunda presentadora de Quién en Quién en las Mentiras a afirmar que es falso que se haya dado un “gasolinazo”. La verdad es que la gasolina Magna subió 13 por ciento en 2021 y la Premium 20.8 por ciento (Reforma). Todos los energéticos aumentaron 11.5 por ciento en 2021 contra 7.36 de la inflación general (Inegi). Pero ese no es el tema. Fijar un monto máximo de aumento en cualquier producto revela una peligrosa ignorancia sobre el papel de los precios en la economía. 

Los precios son una consecuencia, un indicador de los cambios en un mercado. Funcionan como mecanismo de comunicación entre miles de productores, distribuidores y consumidores independientes. Hacen posibles los ajustes en el mercado. Cuando los precios suben, los consumidores reducen sus compras y los productores aumentan su producción; cuando bajan, los consumidores compran más y los productores producen menos. Si no hay precios realistas y flexibles, se acumulan distorsiones que al final provocan escasez y crisis económicas. 

En un acto político en 2016 López Obrador afirmo que, si Morena gobernara ya, el precio de la gasolina estaría en 10 pesos por litro. En sus compromisos políticos para 2018 se comprometió a que el precio de los energéticos no subiría más que la inflación. Son promesas que compran votos, pero que pueden tener costos brutales para la sociedad. Venezuela ha mantenido precios irreales de la gasolina por años, lo cual contribuyó a destruir la industria petrolera venezolana y a empobrecer al país. 

Muchos políticos sueñan con concentrar todas las decisiones sobre los precios. Las economías de planificación central, sin embargo, han fracasado siempre precisamente por esos intentos de manipular los precios. “El conocimiento de las circunstancias que debemos usar nunca existe de forma concentrada o integrada, sino solo como pedazos dispersos de conocimiento incompleto y frecuentemente contradictorio que todos los individuos poseen por separado”, ha escrito el economista austriaco Friedrich Hayek, ganador del Premio Nobel de economía. En la vieja Unión Soviética, según el estadounidense Thomas Sowell: “Había un problema de conocimiento que era inherente al sistema. Aquellos con poder no tenían el conocimiento, y aquellos con conocimiento no tenían el poder”. 

Pretender que una manipulación de los precios pueda ser el fundamento de una política económica equivale a colocar la carreta antes que el buey. Los precios nos comunican las condiciones de un mercado; subirlos o bajarlos de manera artificial les impide darnos este servicio crucial. “Los controles de precios funcionan solo para los políticos”, ha señalado Sowell. Les permiten pararse el cuello ante los electores y comprar votos, pero tienen pésimas consecuencias para todos. 

Un objetivo saludable de política energética podría ser eliminar los obstáculos para la producción de gasolina. Descartar todas las barreras para invertir en refinerías, ductos de transporte y gasolineras ayudaría a reducir los costos. Pero manipular los precios para tener gasolina artificialmente barata, favoreciendo a los conductores de vehículos, no llevará tarde o temprano más que a un desastre económico. 

La mirada

AMLO mostró el 7 de enero una fotografía en la que supuestamente Genaro García Luna mira de manera “irrespetuosa” a Carla Bruni, la esposa del presidente de Francia en 2009. No me parece que su mirada haya sido irrespetuosa, pero el fondo es que García Luna parece haber cometido faltas importantes: el que mire a una mujer atractiva no es un relevante en un caso de narcotráfico. 

Twitter: @SergioSarmiento