“Maten a Othón”
Hace ya casi seis años se publicó en Pulso la primera entrega de Crimentales, columna que esta semana llega a su entrega 301 y cumplirá esos seis años —si no pasa otra cosa— dentro de once domingos. El título de esa semana fue “Simplemente Manuel”, y era un homenaje a Manuel José Othón, ya que en ese tiempo su estatua estaba abandonada, semioculta en la confluencia de vías rápidas por Zona Universitaria y opacada por el asta bandera monumental de esta metrópoli. Le faltaban letras de bronce (seguramente robadas) a la placa: “San Luis Potosí a Manuel”. (Esa primera columna, con fotos, puede leerse en mi blog, en la entrada del 10 de julio de 2016).
Fui ayer y qué creen... comprobé el poder de la palabra. Exacto, sigue igual, simplemente Manuel. Al menos ya no se han robado más letras.
Va hoy otro homenaje en tono de provocación.
Cuenta la leyenda, popularizada por Ricardo Piglia, que “Muchachos, maten a Borges” fueron las últimas palabras de Witold Gombrowicz cuando dejaba Argentina para regresar a su patria tras un exilio de 24 años. El escritor polaco llegó a Argentina como periodista, pero la II Guerra Mundial lo hizo quedarse en un país donde reinaban el idioma español y la literatura de Borges. La frase citada, parafraseada en el el título de esta semana, la habría dicho Gombrowicz cuando un periodista le preguntó por el futuro de la literatura argentina.
Después “Witoldo” diría que no tenía nada personal contra Borges, “lo que me irrita son los borgianos, ese ejército de estetas, cinceladores, expertos, iniciadores, relojeros, metafísicos, sabihondos, sibaritas”.
No hay constancia de esa frase lapidaria, pero sí opiniones acerca de Jorge Luis y sus “acólitos” en una entrevista: “He tenido ocasión en Argentina de conocer a algunos de los admiradores de su círculo íntimo. No me han causado asombro ni por un exceso de inteligencia, ni por un desbordamiento de energía espiritual”. La ceguera de Borges “le ha permitido esa gran concentración interior de la que nacieron obras artísticas de alto valor. Pero es también lo que le ha condenado a no vivir más que dentro de determinado círculo, demasiado estrecho, formado por esos escritores ninguno de los cuales tenía la suficiente altura para contradecirlo”.
Como con Borges en Argentina, todo pareciera a veces girar en torno a Othón. Como con Borges, no es toda la ciudad sino un pequeño círculo, el mundillo literario o la república (el estado, je) de las letras. Muchas personas, la mayoría, pueden vivir sin saber de uno y otro, pero los que saben tendrían que abrirse a otras voces, apreciar y rescatar, sin santificar pero sin desdeñar lo que no es parte de ese eje.
Que la obra de autores “raros” no sea porque los que detentan el capital cultural los mandan “a la periferia”. Como le pasó a Othón, por cierto, quien dedicó uno de sus libros “a Guadalajara” y le decía a su esposa que la Ciudad de México “era la tierra prometida”.
Para matar a alguien tiene que estar vivo, y Manuel José no lo está. Mucho se ha escrito sobre este fantasma que cuentan pidió publicar su Idilio salvaje luego de su muerte, para que así el póstumo poema con tufo de infidelidad no hiriera a su esposa Pepita. El escritor Ignacio Betancourt habla de cómo “los monseñores” (Joaquín Antonio Peñalosa y Rafael Montejano Aguiñaga) romantizaron a Manuel José, pintándolo como un santo cuando en realidad fue amante de la buena bohemia, dicho en su más amplio sentido.
La directora de la Casa Museo Manuel José Othón, Ana Neumann, con su tradicional entusiasmo, ha declarado junio como Mes de Othón y ha programado todo tipo de actividades en todas las disciplinas artísticas. Ya hubo declamación, monólogos y conferencias, y este lunes 13 se presenta Nucleo-Danza con “En el desierto, idilio salvaje”, coreografía de Tonio Torres, dirigida por Lupita Orellana y Paco Torres. El martes 14 se hará la donación oficial de un retrato de Othón creado por el maestro Juan Blanco, y la presentación del fondo MJO, que estará en el Archivo Histórico del Estado.
En el Othoniano han hecho una lista de 48 obras de o sobre MJO que están en su biblioteca, de lo crítico a la sociedad de transición secular que vivió el vate. Obviamente faltan muchas, ojalá se conjunten ahí y podamos comentarla ampliamente.
Sí, como dice Gombrowicz:
Curiosa coincidencia, el picnic del Museo Gombrowicz se realiza el 14 de junio, natalicio de Othón.
Othón murió a los 48 años, mientras Borges vivió muchos años. Y si Borges se avergonzaba del ultraísmo, Othón no renegó del romanticismo, al contrario , le resultaba molesto que lo metieran en la vaina del modernismo con López Velarde.
Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.
En un cielo de plomo el sol ya muerto,
y en nuestros desgarrados corazones
¡el desierto, el desierto... y el desierto!
Reitero lo que ya he comentado en otras emisiones de este espacio y con funcionarios de varias administraciones: sería oportuno dejar el nombre de Othón solo al concurso de poesía del Certamen 20 de Noviembre y buscar otros para las categorías de narrativa y dramaturgia. ¿Asunción Izquierdo? ¿Miguel Álvarez Acosta? También habría que separar cuento de novela y pensar en otras categorías, como libro para niños, crónica, ensayo o novela gráfica, por ejemplo, pero esa es otra historia. Por ahora sigamos en este mes de Othón a ver qué más nos depara.
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