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Mensaje dentro de una botella

Por Alfonso Lastras Martínez

Mayo 25, 2025 03:00 a.m.

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En noviembre de 2023, la nave espacial Voyager 1 empezó a tener problemas de comunicación con la Tierra. Como informó la NASA en su momento: “La Voyager 1 dejó de enviar datos científicos y de ingeniería legibles a la Tierra el 14 de noviembre de 2023, a pesar de que los controladores de la misión podían saber que la nave espacial todavía estaba recibiendo sus comandos y operando normalmente”. En un comunicado fechado el 22 de abril de 2024, la agencia espacial norteamericana informó que había resuelto parcialmente el problema: “Por primera vez desde noviembre, la sonda Voyager 1 de la NASA está enviando datos útiles sobre el estado de sus sistemas de ingeniería a bordo. El siguiente paso es permitir que la sonda reanude el envío de datos científicos”.

De manera similar, el pasado 14 de mayo, la NASA emitió un comunicado en el que da a conocer que sus ingenieros habían logrado poner en operación un conjunto de pequeños cohetes propulsores que le permiten girar levemente al Voyager 1 en tres direcciones para mantener su antena de comunicaciones apuntada hacia la Tierra. Según el comunicado de la NASA: “Los ingenieros del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en el sur de California han revivido un conjunto de propulsores a bordo de la nave espacial Voyager 1 que se consideraban inoperables desde 2004. Arreglar los propulsores requirió creatividad y riesgo, pero el equipo quiere tenerlos disponibles como respaldo para un conjunto de propulsores activos cuyos tubos de combustible están experimentando una acumulación de residuos que podría hacer que dejen de funcionar tan pronto como este otoño”.

Sin bien la reparación a distancia de una nave en el espacio es de suyo asombrosa, el que la NASA haya logrado resolver los problemas que han puesto en riesgo al Voyager 1 lo es aún más. Después de todo, esta nave se encuentra ahora en el espacio interestelar, fuera del Sistema Solar y convertido en el objeto artificial más alejado de nuestro planeta. Así, la Voyager 1 se encuentra en estos momentos a una distancia 167 veces la distancia que hay entre el Sol y nuestro planeta.  A esta enorme distancia, la luz tarda casi un día en viajar desde la Tierra a la nave espacial. Además, habría que considerar que la Voyager 1 fue lanzada al espacio el 5 de septiembre de 1977, de modo que tiene una antigüedad de casi cincuenta años y que su tecnología es obsoleta por necesidad. Así, además de tener que operar de manera remota, los especialistas de la NASA tienen que ingeniárselas para interactuar con una tecnología relativamente primitiva.  

Por lo demás, es claro que la Voyager 1 es una nave que fue bien construida. En este sentido, como señala la NASA, la Voyager 1 y su gemelo Voyager 2 no fueron diseñadas “para durar 30 o 40 años”, sino para que “no fallaran”. Para esto, fueron diseñadas “con casi todo redundante”. Incluso, como parte de esta redundancia, se construyeron dos naves gemelas.  Y esta estrategia, apoyada obviamente con recursos por demás generosos, ha tenido un éxito espectacular, no solamente por la Voyager 1, sino también por su nave gemela Voyager 2, de la misma antigüedad y que también ha dejado atrás el Sistema Solar. Mediante su buena construcción y a las atinadas intervenciones de los ingenieros de la NASA, ambas naves mantienen una salud relativamente buena. 

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El viaje de la Voyager a través del Sistema Solar, durante el cual visitó a Júpiter, y a Saturno y su luna Titán, ha resultado espectacular. Como lo es la fotografía de la Tierra conocida como “Punto azul pálido, tomada más allá de la órbita de Neptuno, el planeta más alejado del Sol, y que muestra a nuestro planeta como un punto de luz perdido en la inmensidad del espacio,  

El Voyager 1 dejó el Sistema Solar en 2012 y en estos momentos viaja en el espacio interestelar a una velocidad de 60,000 kilómetros por hora rumbo a la constelación de Ofiuco. En unos 40,000 años se acercará a la estrella Gliese 445, localizada a una distancia de unos 18 años luz de la Tierra. A bordo lleva un disco de cobre bañado en oro, de 30 centímetros de diámetro bautizado como “Sonidos de la Tierra”, en el que se encuentra grabada información sobre nuestro planeta, incluyendo su posición en el espacio y la civilización que alberga; una versión interestelar de “mensaje dentro de una botella”. La esperanza es que al llegar a las proximidades de una estrella, el mensaje pueda ser encontrado e interpretado por una civilización extraterrestre.

Esto último, por supuesto, con mas ganas que probabilidades de lograr un contacto con extraterrestres. Dada la inmensidad del espacio.