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Muerte a la Tauromaquia

Por Gabriel Rosillo

Marzo 20, 2025 03:00 a.m.

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En días pasado se aprobó en el Congreso de la Ciudad de México que las corridas de toros ahora sean “sin violencia”, consistente ese concepto en que ya no se punce al burel, se le cubran los pitones, no se le mate, aún afuera de la plaza, y limitación de los tiempos de la corrida, entre otros aspectos.

En el proceso de concreción de este acto legislativo, en sus debates se expresaron ideas como reconocimiento de los derechos al bienestar animal, adaptarse a valores éticos contemporáneos, trato digno y dar voz a los seres sintientes, quitar la vida por entretenimiento, y consolidar una ciudad progresista y animalista, como aspectos de lo más sustantivo para haber consensuado una votación quasi unánime.

De las pláticas de café y sobremesa que he tenido con diferentes personas de mis diferentes círculos, particularmente de los no taurinos, puedo resumir que al exponer diferentes aristas que se entreveran en la fiesta brava, lo que sobresale como argumentos en contra de ella es que les parece un acto repugnante el entretenerse con la agresión sangrienta a un animal.

Y sí, parcialmente, es innegable que un componente de la tauromaquia, nos guste o no, implica esas agresiones físicas al toro. Los más avezados en el tema, y buena parte de los aficionados, saben que estos actos de banderillear, picarlo y en la suerte suprema, dar muerte al toro, son partes inherentes a una faena, que por sí mismas y de manera aislada, no son algo que los asistentes vayan a ver como el centro de su entretención, sino como partes de un todo, de una ritualística. Nadie va por el simple y único “gusto” de ver “sufrir” a un toro.

En todos estos días me he preguntado, ¿cuál será la gran diferencia por la que estos intentos prohibicionistas tengan adeptos, y otro tipo de maltratos, violencias o crueldades cotidianas contra animales, ni siquiera tengan foco mediático? Como por ejemplo, todos los animales de engorda intensiva, o los que son objeto de caza, tanto legal como clandestina en ambos casos. Creo que la respuesta, aunque pareciera obvia y sencilla, tiene mucho más trasfondo, la tauromaquia se ve, está expuesta, y en los otros casos no.

Y otra pregunta es, ¿por qué sucede esto? Primero, porque desde luego la tauromaquia se ejerce en un acto público, es un ritual ancestral, tanto mitológico como histórico, que se conserva sin muchas variaciones desde hace casi nueve siglos, que devienen de antiguas tradiciones con vestigios procedentes de culturas como la indo-iraní, mesopotámica, egipcia y europea, con fueretes connotaciones espirituales, simbólicas e incluso religiosas.

Segundo, porque en las ciudades solo se conoce al producto final de los alimentos, se desconoce todo el proceso previo para llevar a la mesa un buen prime rib, una pechuga al cordon bleu, un croque madame de jamón de puerco bañado en un huevo estrellado, una buena barbacoa de borrego, y más alimentos de origen animal que, en la gran mayoría de los casos, tienen un sistema de producción industrializado que no tiene nada que ver con derechos de bienestar animal, darles voz, o con valores éticos contemporáneos.

Tercero, porque en las ciudades se desconoce por completo el contexto de origen de la fiesta taurina, que es el mundo rural. En el campo, en los ranchos, en los pueblos, diariamente se vive con la crianza, crecimiento, muerte y sangre de los animales, tanto de los domésticos como los silvestres, son objeto directo y cotidiano de uso, disfrute, goce y hasta veneración. Es por ello que la tauromaquia es una fiesta, donde se sintetiza y celebra esta relación de vida y muerte entre humanos y animales, de dominación, bravura, mística, y también de aspectos artísticos como la música, bordados y movimientos plásticos y estéticos en conjugación con la fiereza de una bestia.

En resumen, se ha concretado una prohibición parcial, cuyos adeptos no han tenido convivencia profunda con el mundo rural, y quizá no tienen claro que todo acto de vida, conlleva dolor y a veces muerte, que toda construcción de la belleza existe porque también existe la fealdad, porque todo acto de bien necesita de algo cruel para existir, la bondad no existe por sí misma, como muchas otras cosas en este mundo. La vida misma es una suerte de colección de momentos bellos, agrios y sublimes, como la tauromaquia, a la que, porque se ve, se mata.

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