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Muro de muerte

Por Colaboradores

Abril 12, 2023 03:00 a.m.

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Desde tiempos inmemoriales los seres humanos han migrado. Trump, el tramposo y —él sí— delincuente que no paga impuestos y compra silencio de prostitutas con dinero destinado a campañas, ese que llamó a los mexicanos asesinos y violadores, sostuvo su campaña atizando la animadversión de la sociedad norteamericana contra los migrantes. El ominoso muro solo ha dejado muerte y odio; ¿ha detenido la migración? No.

Con la construcción del muro no se acompañó una política migratoria integral binacional que, como mandatan todos los tratados internacionales, privilegiara el principio pro-persona; una política que destinara recursos para salud, educación, empleo y vivienda. Por el contrario, desde la construcción del muro, miles de millones de dólares gastados en hierro y concreto; solo de 2019 a 2021, 2.6 millones en reparaciones, dinero que pudo destinarse a tratar a los migrantes como seres humanos, a establecer políticas públicas serias y de mejor resultado que intentar detener la migración.

Pero el gobierno mexicano se ha equivocado de todas, todas. Primero incitando a los migrantes a venir a México, nombrando a un titular del Instituto Nacional de Migración que encarcela migrantes y luego doblándose a las exigencias norteamericanas para en los hechos convertirse en filtro.

La tragedia de Ciudad Juárez que dejó 40 muertos en un recinto a cargo del gobierno federal mexicano es la muestra más pavorosa de que la indolencia, irresponsabilidad, corrupción, opacidad e incapacidad gubernamentales han cobrado y siguen cobrando vidas y el gobierno apuesta a que llegue el siguiente escándalo para tapar y olvidar este. Porque los migrantes llevaban casi un mes encerrados, entre ellos 15 mujeres a quienes una guardia de seguridad dejó salir. La ley permite solo 36 horas en una estación migratoria previo a la deportación. Estaban encarcelados y murieron por culpa del gobierno federal.

¿Qué carajos tiene que pasar? clamó el senador Álvarez Icaza. Ni siquiera es imaginable la respuesta. ¡Ya pasó! ¡Está pasando! Pasa todos los días ante nuestros congelados ojos y almas. México tiene siete de las diez ciudades más peligrosas del mundo; estamos en estado de «sálvese quien pueda».

La rectoría de seguridad como función primigenia del Estado perdida; el fracaso se ve por doquier y mientras tanto, el presidente dedica carcajadas siniestras tanto a los muertos como a las masacres. Nada de luto, nada de empatía, nada de humanidad. Pobres migrantes, pobre México.

(Analista)