“If it looks a duck, swims like a duck, and squawks like a duck,
Then it´s probably a duck”.
Cada día que pasa más gente se pregunta sí los países que son realmente demócratas, tienen mejores índices de seguridad y justicia aceptables.
México ha tenido avances significativos en los últimos veintitrés años en acciones que tienen que ver con formas de gobierno más incluyentes y con participaciones de una sociedad más informada.
Sin embargo, la conceptualización arraigada de Estado-Nación a la mexicana ha llevado a la centralización de los aparatos de seguridad y justicia con el gravísimo problema de la seducción del verde olivo. Países que han transitado a un desarrollo democrático colocaron al y los individuo como objetivo de recuperación de sus necesidades y condiciones de existencia, dejando de lado el robustecimiento del Estado como tal.
Lo advertimos en el primer eslabón antidemocrático que tenemos acá, las policías. Nada es más autocrático institucionalmente que las policías, bueno, tal vez haya algunas más (partidos políticos). Se siguen “fundando” instituciones de policías medievales, amuralladas, oscuras e infranqueables. A la medida de los espacios políticos “democráticos”, que estén en juego, es decir, de derecha, de izquierda o de centro (izquierda, derecha o centro).
Las Naciones Unidas han recalcado que los países deben enfocarse más en un concepto de Seguridad Humana y dejar la rancia concepción de Seguridad Pública. Objetivos de justicia, paz e instituciones sólidas, fundando en todos los niveles instituciones eficaces y transparentes que rindan cuentas, que garanticen la adopción de decisiones inclusivas, participativas y sobre todo representativas que respondan a las necesidades, que se garantice el acceso público a la información y proteger las libertades fundamentales.
Así, cabe preguntarse sí un demócrata ya sea Presidente de la Republica, Gobernador o Alcalde, están en la viabilidad de responder política, penal, jurídica y socialmente por las tropelías que provoquen sus Jefes de Policía.
Las oscuras formas de conducir una institución de seguridad deben ser focos amarillos para cualquier gobernante avezado. Al inicio de sus mandatos, entregan en “charola de plata” las instituciones de seguridad. Llegan, hacen y deshacen a su antojo, lo poco o mucho que se haya evolucionado en democratizar y transparentar las instituciones de seguridad y en rendir cuentas, son socavadas por hordas de bandidos que llegan a empoderarse en ellas, como botín de guerra.
TAPANCO: Un gobernante que no sabe o deduce lo que hacen sus colaboradores, una de dos, o está metido en la componenda corruptora y antidemocrática de la institución, o es muy pendejo. No cabe, como dicen los gringos “plausible deniability”, la negatividad admisible, que es la capacidad de negar cualquier participación en actividades ilegales o poco éticas (funcionarios de alto rango de una cadena de mando), porque no hay evidencia clara para probar la participación o negar el conocimiento y responsabilidad de ilícitos cometido por otros. La falta de evidencia hace que la negación sea creíble o plausible. -Yo, no sabía, lo que hacía el jefe de la policía-. ¿Usted lo cree?
Francisco.soni@uaslp.mx
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