Noroña y la 4T

A finales de los años noventa, Gerardo Fernández Noroña acudió a la capital potosina para constituir la Asamblea Ciudadana de Deudores de la Banca (ACDB) que él encabezaba a nivel nacional. Dicho evento se realizó en el Teatro Alarcón y, desde entonces, distingo en el hoy diputado federal una persistente lucha por lograr un cambio real y de fondo en las relaciones de poder político y económico en el país, aún y después de que ya se ha logrado ganar la Presidencia de México con Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué? Pues porque los enemigos del cambio impulsado por AMLO no descansan y andan enojados y movidos por doquier. Fuertes intereses dinerarios han sido afectados y los negocios para una casta de privilegiados han sido reorientados en beneficio del país; por tanto, es de esperarse que la ruta de consolidación de la Cuarta Transformación (4T) encuentre piedras y obstáculos que solamente con la más amplia participación popular pueden ser superados.

En buena medida, a eso acudió Noroña el día de ayer a la capital potosina: para convocar a no bajar la guardia y acompañar los cambios de la 4T. Aquí hemos comentado antes que, parafraseando a un clásico, el pueblo acude en apoyo de los cambios revolucionarios no tanto por las expectativas de una vida mejor (aunque esto va implícito), sino por la imposibilidad de soportar las injusticias del presente y por el memorial de agravios acumulados por tanto abuso y corrupción. Hace un año se materializó esa inconformidad social en el triunfo arrasador de López Obrador, pero sin desconocer que el actual presidente de México ha sido incansable y tenaz en su lucha por democratizar la vida pública nacional y, sobre todo, por voltear a ver a los excluidos y sacrificados por un modelo económico depredador al que, ahora, se le imponen límites razonables que permitan reconstruir la capacidad productiva del país, luego de tanto saqueo indiscriminado del patrimonio de la nación. 

Ciertos personajes y sectores -conservadores, por añadidura- de la sociedad mexicana se escandalizan por el estilo de Noroña para plantear sus posiciones con respecto a los grandes problemas nacionales, pero no dejan de caricaturizarse a sí mismos cuando sus acciones terminan por contradecir sus palabras -demagógicas, por lo demás-. De allí a la descalificación simplona e irascible de sus planteamientos -y hasta de su persona-, con las más variados “argumentos”, resta un pequeño tramo. Pero Gerardo ha sido de las pocas voces que han puesto en su lugar a no pocos funcionarios de manera contundente, con los “pelos de la burra en la mano” -con datos bien documentados-, así como a uno que otro ex-presidente de la República que, sea de pocas entendederas (como Fox) o ahogado de… soberbia (como Calderón), siguen sin entender que su ciclo ha terminado.  

Finalmente, insistiendo en lo señalado por Noroña, el derrotero exitoso de la 4T, si bien es cierto descansa en gran parte en el empuje incansable y de moralidad intachable del presidente AMLO, no puede desligarse de la actuación permanente e indispensable de la mayoría de la sociedad mexicana que aún confía en que el cambio verdadero es posible y no sólo para resarcir los rezagos, sino para dispensar la más elemental justicia que necesitamos y que, en buena medida, no es otra cosa que hacer de México un país más igualitario, en todos los aspectos, incluido, por supuesto, el de materializar un bienestar que, así sea una perogrullada, se tenga como cada vez más humano. El reto es enorme, claro, pero también el potencial para lograrlo porque, aunque parezca disco rayado, el mexicano es pueblo noble pero no “penitente” y, hoy más que nunca, después del triunfo alcanzado hace un año, está -y debe estar- “más que a las vivas” por si acaso. Y es que la “revolución”, entendida contemporáneamente como la posibilidad pacífica de un cambio, debe ser (siguiendo a otro clásico) “permanente”.