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Nosotras las mujeres

Por Marta Ocaña

Marzo 08, 2023 03:00 a.m.

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Desde la marcha de las mujeres exigiendo el voto en1789, durante la Revolución Francesa, pasando por la ciudad de Nueva York, también un 8 de marzo pero de 1857, cuando las trabajadoras de las textilera “Cotton” se manifiestaron exigiendo mejores condiciones de trabajo y la reducción de la jornada laboral obteniendo como resultado la represión; seguido del 8 de marzo de 1910 en Copenhague en el marco de la Segunda Reunión De Mujeres Socialistas, cuando se aprueba esta misma fecha en reconocimiento a las 120 costureras muertas en Nueva York, masacre sucedida 53 años antes y, el 2 de julio de 1975, en Ciudad de México cuando se formaliza la conmemoración del Dia Internacional de la Mujer, dentro de la Primera Conferencia Mundial de la Mujer. Ahí tenemos los referentes históricos de una lucha por la equidad, la no violencia, la igualdad de oportunidades y de salarios así como el reconocimiento a las labores domésticas sin remuneración y el equilibrio de responsabilidades dentro del hogar.

Históricamente durante las últimas décadas, se han ido agregando demandas que las mujeres requerimos para sentirnos seguras en ambientes masculinos como lo son la empresa, la construcción, la ingeniería y hasta la moda. Seguras, pero además orgullosas, bien pagadas y reconocidas por nuestras parejas cuando en la intimidad de la familia se advierte una especie de menosprecio por ser la mujer quien ocupa un puesto de más rango o de mejor salario.

No es de este siglo o del pasado, que las mujeres ocupen puesto importantes de trabajo; solo que antes los mismos eran vistos con inferioridad y siempre con una connotación desde lo masculino, en el que prevalecen prejuicios sobre la manera cómo las mujeres accedemos a mandos que tradicionalmente han ocupado los hombres.

Debo de decir que, siendo mujer, creo que pocas veces me he sentido incómoda por mi género, pero también es justo decir que en ocasiones ha resultado ser un impedimento ser mujer y además ser mujer con ciertos rasgos o características. La sociedad laboral tiene muchos fetiches y resentimientos sobre las mujeres que, desde cierto punto de vista, incluso de otras mujeres, parecemos como que debiéramos habernos quedado en casa a lidiar con las ollas y la limpieza. la crianza de los hijos o la visita a algún casino cercano o al spa.

Yo fui muy feliz siendo madre y ama de casa, como lo fui siendo estudiante universitaria, o bien servidor público en combinación con ama de llaves, señora de la limpieza, cocinera, lavandera, chófer, maestra, tutora y un largo etcétera que compartí con mi marido. A veces en igualdad de circunstancias a veces no tanto…de ambos lados, y como muchas parejas de la época.

Y si bien mi circunstancia no me orilló a luchar por esos espacios, puedo entender las condiciones en las que otras mujeres, jóvenes y no tanto, de distintas generaciones, han encontrado grandes obstáculos para desarrollarse profesionalmente por necesidad o por gusto, por terapia o por lo que se nos ocurra.

Creo que el mundo y sus sociedades ya han recorrido un largo camino de procesos evolutivos en este sentido que debería ser un tema saldado. No tendríamos que discutir si el puestos debe ocuparlo un hombre o una mujer sino quién, de acuerdo con sus capacidades. Ni tampoco reducir el sueldo sobre un mismo puesto por el hecho de ser mujer. Pues esto último, ser mujer, nos ha permitido transitar por un mundo muy diferente al de los hombres, ya que ellos han estado predeterminados a estar menos tiempo con la familia y los hijos, lo que en principio nos habilita, a fuerza de la convivencia a desarrollar soluciones que más tarde aplicamos en los espacios profesionales y laborales.  Tengo que decir que “la cuota de género” tampoco me parece una medida eficaz para abatir el problema. También hay mujeres que no tienen los conocimientos para ciertas plazas. Aunque eso ya sería una cuestión particular. Pero quizá eso sea una especulación y por la tanto, muy subjetiva. 

Solo quiero decir que es un poco cavernícola tener aún esos prejuicios sobre el género, sobre el cambio del mismo, sobre la libertad para elegir la preferencia sexual, la profesión o el oficio y que eso tenga que pasar por el juicio de la sociedad quienes, pretenden -o pretendemos. asumirse como miembros de una santa inquisición ya muy rebasada por los tiempos y sus particularidades.

¿Qué me gustaría este 8 de marzo? Que la manifestación fuera pacífica, ante todo. Que la máxima autoridad de este país volteara ver a estos grupos antes minorías, ahora no creo que sean tan menores y escuchara. Escuchara a las madres cuyas hijas han sido víctimas de violencia doméstica, feminicidios, abducción y maltrato psicológico de sus parejas o sus familiares. Las víctimas de violaciones, las presas por aborto, las periodistas muertas por cuestión de género y sus reportajes y un sinfín de clasificaciones que necesitan ser atendidas, como todo lo que urge en este país.

Porque el famoso tejido social está más desagarrado que antes y después de la revolución, porque no solo las mujeres sino sus hijos, hermanos y padres requieren atención médica. Porque el presupuesto para ello es más importante que un tren depredando la selva, hogar y reducto de antiguas civilizaciones, casa de especies invalorables, fauna y flora única en su tipo. Las mujeres y sus descendientes requieren que sean atendidas, no solo con despensas de frutilupis, libretas plumines fantasy color.  Necesitamos que ese núcleo social se cuide, se nutra y se proteja como especies en peligro de extinción o más allá de ello.

Sin ser un rezo de ninguna religión, pido porque los líderes del mundo atiendan el problema, nos traten como iguales en los campos de acción mencionados y se generen los espacios para que más madres puedan continuar la crianza de sus bebés accediendo a estancias infantiles adecuadas y accesibles; porque se privilegie la capacidad y el conocimiento y no el género. Que se valore la intimidad de las mujeres y no se las repruebe por su estilo de vida o su vestimenta o su color de pelo o sus tatuajes.

Pido además que las mujeres en las marchas encuentren la forma más efectiva de hacerse oír, de que su mensaje sea recibido, sin distorsiones ni suposiciones hechas desde un show matutino que no tiene nada de contenido, pero que desafortunadamente dicta la agenda de este país.

Pido porque retejamos la cobija social, que ésta alcance para todos y que salgamos de la manipulación que el populismo nos quiere inyectar intravenosamente, hasta no saber si pertenecemos a uno u otro género.

¡Que vivan las mujeres y los hombres buenos también!