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Nosotros y los otros

Por Yolanda Camacho Zapata

Mayo 17, 2022 03:00 a.m.

Quienes pensaba que la pandemia y su encierro harían de nosotros algo mejor, estaban equivocados. Hubiera sido fantástico que después de este par de años donde nos vimos forzados a entender la fragilidad de nuestra especie, hubiésemos aprendido que todas aquellas diferencias entre nosotros son nada mas que el producto de una construcción mental que bien puede deshacerse para formar algo nuevo. El sentido de solidaridad humana y de hermandad esperaban fortalecerse, pero en su lugar, pareciera que se ensancharon las diferencias que nos hacen huir del otro, desconocerlo o atacarlo. Las semillas de la intransigencia, la intolerancia y el racismo parecieron encontrar campos fértiles para florecer. Las visiones parciales y la mala información ayudaron a fomentar la brecha entre nosotros y los otros. 

A Luis Villoro le interesó la otredad. De su obra se han desprendido por lo menos cuatro estadios para entender a esos que sabemos no forman parte de nuestro propio colectivo: 1) el otro como el tú, esto es, la experiencia interpersonal de la otredad; 2) el otro como el “ajeno” o el “extraño”, por ejemplo, la experiencia histórico-cultural de la otredad, particularmente referida a la otredad del indígena americano; 3) el Otro absoluto: la experiencia metafísico-religiosa de la otredad; y finalmente,  4) el otro como los otros, esto es, la experiencia comunitaria y el ideal de una comunidad humana armónica y libre. Así, nuestra experiencia frente a los que nos son ajenos, recae en cualquiera de estos estratos y nos hace cuestionarnos nuestra propia identidad. Indagar quienes son “los otros” nos lleva necesariamente a buscar entender quienes somos “nosotros”, que nos hace similares, qué nos une, cómo nos autoidentificamos. Detectar las características de identidad ayudan a entender  los lazos que forman una comunidad. 

El otro frecuentemente se vuelve una figura amenazante, o que por lo menos genera suspicacia. Sin proponérselo, cimbra nuestro ser y hace que nos preguntemos si realmente todo lo que creemos es válido, si nuestros valores son universales o nuestras prácticas incuestionables. 

La idea era que la muerte, esa gran fuerza incluyente y democrática, nos pusiera en un plano de igualdad. No importa la raza, la clase social o la nacionalidad, todos morimos. Sin embargo, hemos ignorado a la muerte y su sabiduría, la hemos dejado pasar de lado y optamos por buscar una eternidad ficticia y diferenciadora, escarbando profundamente en lo que nos separa hasta hacer insalvable el encuentro con los otros.

Si no es así, no puedo entender acciones como las de la semana pasada en Buffalo, donde un joven viajó más de trescientos kilómetros hasta llegar a un lugar poblado por afroamericanos y les disparó sin piedad hasta lograr matar a once de ellos y dejar heridos a otros dos. Casos similares ocurrieron en Texas y Pittsburgh. Todo durante la misma semana, todo con los mismos motivos de corte racial. Cada evento nos recuerda el abismo de la otredad mal encaminada, de la amenaza frecuentemente infundada que representa el que es diferente. Cada una es un recordatorio del lazo de papel con el que está débilmente unida la humanidad. 

Villoro concluye que sólo un pensamiento racional reformulado puede permitirnos cuestionar críticamente esas formas y, a la vez, desbrozarnos el camino para la posibilidad de un auténtico reconocimiento del otro y, todavía más, para la construcción práctica de nuevas formas de interrelación humana. La razón es la que nos hace pasar del reconocimiento del otro a la creación de una nueva comunidad, de un nuevo entendimiento que no busca igualar, sino dialogar y entender. 

Justificar la matanza del otro argumentando que de aquí a Buffalo hay miles de kilómetros, es caer en simplismos. En los metros cuadrados donde habitamos, existen perforadores de los otros que se regocijan en hacernos creer que quien es diferente, es enemigo o por lo menos inferior. Esos, según Villoro, no hacen uso de la razón. Esos son los que no dejarán que salvemos distancias. Esos acabarán con todos.