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Nota absurda

Por Marta Ocaña

Abril 12, 2023 03:00 a.m.

A

En vísperas siempre de un final feliz, es que comemos ansías de destino.

Y en la antesala de un desenlace infortunado, es que escondemos los ojos y las manos. Clausuramos los oídos y nos sumergimos en pantanos de cemento y labios de concreto.

Es porque tengo falta de vocabulario para una nueva era que revuelvo palabras para ver si en una de ésas, la metáfora resultante se apega a la realidad que habitamos; en una simbiosis que nos confunde y nos ataranta.

Y en la oleada de malas noticias con de un mundo repleto de seres perversos, de escasos abrazos honestos y de la palabrería suelta en pasillos y palacios con ediles y otros elementos, escogemos usar la careta, distorsionar el acento y ajuarearnos para ser irreconocibles, serviles y complacientes.

En tierra de volcanes, de erupciones sociales, de desprecio por la vida de muchos y de faltas y ausencias, el discurso oficial es cada día más hueco, más absurdo y más aburrido. Nos adormece recién amanecemos y nos cala en el insomnio al caer la noche.

Hemos pasado de cazadores- recolectores, vaqueros sin caballo, a cuatreros de ganado selecto, a pueblo sin ley, sin sheriff, ni estrella en el pecho. Ahora las armas, se portan en discretos bolsos cruzados en el torso cuyos portadores se transportan en vehículos de más de ocho caballos o su equivalente eléctrico.

Esa es la realidad de las ocho columnas, del encabezado que abre telediarios, podcasts y demás liturgias mediáticas a las que sometemos oídos y sentidos cada día, por más absurdo que sea saber, el daño que su consumo nos provoca.

Y en medio de todo eso, flotamos por calles, avenidas y carreteras como personajes de una realidad alterna, ajena al mundo de la corrupción y sus derivados. Un mundo paralelo en el comemos, dormimos y reímos con las sombras intermitentes, que los agoreros del sistema del mundo pregonan en altavoces que recorren en audífonos hasta nuestra mente.

Hoy quiero ahuyentar las malas noticias que son el pan de cada día; la destrucción y la deconstrucción que nos asecha entre burlas y pausas con las que se elabora la mañana de todos los mexicanos.

Hoy quiero guardar silencio por los que no han sido escuchados, por los que temen por su vida, por quienes la perdieron o se las quitaron. Un silencio que cale y se contagie y se nos regrese en una ola gigante que nos apresure a encontrar soluciones y a defender lo que hay de bueno para todos en este país.

De noche y entre la lluvia que se nos regala y nos aviva, tecleo esta nota llena de absurdos, que les confunda sin malicia, que los arrulle entre relámpagos en un desierto urbano sediento y harto de las mismas historias.