Otra vez los rusos
Justo cuando se avizora una vacunación generalizada de la población mexicana contra el terrible coronavirus de la pandemia que padecemos, arrecia la ofensiva ideológica de la derecha para descalificar cualquier esfuerzo institucional encaminado a zanjar este grave problema de salud pública. En tal contexto, como botón de muestra, se puede ubicar el diagnóstico, pretendidamente científico, de la siempre controversial senadora Lilly Téllez que, ahora, repudia la vacuna rusa “Sputnik V” dizque porque, asegura, no cumple con las especificaciones de organismos internacionales en la materia y, además, es “muy baratita”. Pero como “más pronto cae un hablador que un cojo”, allí tienen que ya hasta varios países de la Unión Europea hacen fila para solicitar al gobierno ruso el envío masivo de dosis, y hasta el nuevo gobierno estadounidense plantea colaborar para ampliar la producción (“La Jornada”, 6 de febrero de 2021), confirmándose que sí es confiable y, ciertamente, más económica que otras y eso, en tiempo de crisis, se vuelve un atractivo adicional, considerando que puede llegar a un más amplio universo de personas en todo el mundo.
No es la primera vez que los titiriteros de la derecha empresarial conservadora y los esbirros de la clase política que sirven a sus intereses de facción, cuestionen de manera burdamente “ideológica” a quienes ven más como enemigos que como simples adversarios. En el 2018, se empecinaron en cuestionar al entonces candidato de Morena a la Presidencia de México, bajo el “argumento” de que estaba apoyado por “los rusos de Rusia” que aspiraban a promover la instalación de un gobierno “comunista” encabezado por el camarada Andrés Manuelovich. Lo único que lograron, en ese entonces, fue provocar la hilaridad de la población y mostrar la desesperación que les afligía por la inminente derrota electoral. También apelaron a los riesgos de una “venezolización”, pero el tiempo se ha encargado de poner las cosas en su lugar y, por eso, no deja de sorprender que vuelvan a la carga con ese tipo de cantaletas que ni en la época dorada del “nacionalismo revolucionario” del viejo PRI pudieron cuajar.
Es famoso el episodio narrado por el escritor José Agustín en su clásico “Tragicomedia mexicana 2”, donde recuerda la confusión delirante que despertaba en la derecha empresarial el gobierno de Luis Echeverría, en cuyo sexenio se jugaba a tratar de encabezar a los denominados países “tercermundistas” y, se decía, con orientación “comunistoide”. Se corrió la especie de que una “ley de asentamientos humanos” obligaría a propietarios de viviendas a dar alojamiento a las familias que carecían de un techo y se generó un pánico que acabaría estirando las relaciones con los grandes empresarios. Estos reaccionaron al punto de mofarse del entonces presidente por acudir a foros internacionales para desgranar la retórica que tanta fama le había dado (como la célebre frase que espetaba “ni me perjudica ni me beneficia, sino todo lo contrario”). En una asamblea de Naciones Unidas, se decía, Echeverría se había dado vuelo disertando sobre “la paciana cuestión” (de Octavio Paz) de… “la chingada”
Volviendo al punto de inicio, lo que interesa destacar es la recurrente intencionalidad de sectores conservadores para confundir peras con manzanas. Si bien es cierto que el conocimiento científico puede coincidir o tener su origen en planteamientos ideológicos, en el sentido de inconformarse con un estado de cosas prevaleciente y contribuir a generar condiciones para el cambio, no por ello se tiene que machacar, “ad nauseam”, con presuntas verdades que no son más que meras (“buenas”, en el mejor de los casos) intenciones. Lo postulado por la señora Téllez no es más que burda intención de politizar lo que, científicamente, ya se ha venido confirmando como una esperanzadora opción para avanzar en la superación de la crisis actual.
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