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Paisajes emocionales

Por Marta Ocaña

Abril 14, 2021 03:00 a.m.

A

Los ya casi 15 meses de distanciamiento social, cambios radicales en la forma de interactuar y trabajar y el temor a enfermar o a morir, nos han venido llevando a diferentes análisis y cuestionamientos. 

Este martes de camino a casa, sintonicé el comentario del Dr. José Antonio Lozano Diez quien en su colaboración semanal nos describía el momento que vivimos a nivel global, como un espacio de decadencia.

La palabra -que como muchas otras decimos con cierta ligereza- embonó a la perfección al observar desde mi mente los diferentes acontecimientos del país y del mundo; los alcances verbales de autoridades o líderes morales o bien, la relatividad con la que se justifican acciones que, en un momento no tan lejano, se consideraban inimaginables por el daño social que conllevan los cambios en los códigos que por siglos, se consideraron elementos fundamentales de un acuerdo tácito en las sociedades del mundo.

La decadencia de esta sociedad, según extraigo de las palabras de Lozano, se caracteriza con los siguientes rasgos: Caída de los valores éticos, pérdida del lenguaje para expresarnos y por tanto del pensamiento. De ahí a la producción de menos palabras y por ello, menos capacidad de reflexión y lenguaje. Vulgarización de la cultura pasando de lo sublime a lo inmediato. Pesimismo en el cine y la literatura y un profundo aburrimiento: que nos ha llevado a ser una de las sociedades más adictivas.

Es decir, hemos agotado nuestras fuentes de energía, nos hemos desconectado de ellas y nos encontramos perdidos en un mundo saturado de opciones que nos mantienen deslumbrados ante cualquier dispositivo electrónico, que paradójicamente refleje una vida emocionante, envidiable y digna de vivirse.

Como un reflejo para protegerme de esa tendencia hacia el deterioro individual y social, corrí a conectarme con las manifestaciones de la vida que me devuelvan a ese mundo a punto de esfumarse. En este caso lo encontré en la pintura de Günther Gerzo y el mundo plasmado en su obra, que como muchos o algunos saben fue un pintor mexicano de ascendencia húngara- alemana, nacido en este suelo en 1915

Las imágenes de Gerzo me colocan frente a una especie de portal a lo que podría ser la decadencia o el resurgimiento. Sus cuadros para mí, son vacíos que cobran formas, proponen recorridos y descubrimientos y al tiempo, me producen una sensación de angustia y temor a extraviarme entre grietas, colores, volúmenes, sombras. Sin embargo, sus contrastes y brillos permiten anunciar la conquista de la cima, el desenredo del laberinto o el descubrimiento de un tesoro interior más allá del lienzo o de la pantalla que “lo hace real”.

Mirar esas piezas me absorbe y me proyecta a la búsqueda de nuevos caminos y por tanto el encuentro con soluciones impensadas. Me succiona de la inmediatez, la prisa, la distancia y la vida de las redes o de los medios. Es una especie de anuncio sin texto que permite tomar aire para reencontrarme con mi realidad bajo una mirada nueva. 

La vida como sus cuadros presenta, coyunturas, ensambles, contrastes, cambios, huecos, intersecciones, rupturas y grietas; sombras, recovecos, oscuridad y luz. Eso es el arte para mí: llevarnos del pesimismo a la creación interna; de la adicción a la liberación, del enajenamiento a la luminosidad; los paisajes emocionales por los que volvemos a respirar y a querer vivir.