¿Qué es la democracia? (Primera parte)

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Esta columna, en forma alguna, pretende constituirse en un ensayo acabado y riguroso de lo que debemos entender por “democracia”; no hace un repaso de teorías de grandes pensadores ni refiere obras de fina factura intelectual que han dado pie y cabida al debate durante todos los tiempos.

Es, más bien, solo una aproximación reflexiva, con un método simple y sencillo, para tratar de entender un vocablo que es bandera, arma y escudo de todos y para todo. Para lograr mi objetivo, parto de algunos supuestos básicos.

También debo decir que, por la necesaria extensión que amerita la respuesta a nuestro encabezado, una entrega no es suficiente, así que suplico paciencia y lo invito a reincidir la semana próxima en la lectura de la continuación de esta colaboración

El primero: considero que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es, parafraseando a San Juan en el Apocalipsis, es el alfa y omega, principio y fin de todas las cosas, política y jurídicamente hablando, en relación con el Estado. Por tanto, si concebimos a nuestra patria como un ente político democrático, es en la Constitución y no en otro lugar donde podemos encontrar los límites, extensiones, profundidades y cimas de este concepto. La propia Constitución se da el estamento de suprema y se coloca en la cúspide de una cada vez más devaluada y anacrónica pirámide kelseniana que, por lo menos hoy en día en nuestro país, subsiste.

El segundo: la Constitución es un todo y, como tal, debe ser interpretada en su conjunto, de manera que no hay palabras o expresiones inútiles; se trata de una estructura funcional donde cada elemento, por pequeño que sea, tiene un papel determinado y no puede desincorporarse del todo y aislarse, para darle un significado distinto al que le corresponde como parte de ese todo.

El tercero: la Constitución es una verdad política y jurídica que, nos guste o no, existe y es tal, por ser la expresión de un mecanismo de autogeneración y autopreservación, el constituyente permanente, integrado por las dos cámaras del congreso de la unión y las legislaturas estatales. La integración de estos órganos legislativos va cambiando y, por tanto, la Constitución, con cada reforma, da un destello que refleja el momento histórico político en que se da.

Sentado lo anterior, debo señalar que, considerando que asiste razón a Ludwig Wittgenstein en cuanto afirma que “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”, acudiré al argumento de constancia semántica, conocido también como de constancia terminológica, para analizar el sentido que se da a la palabra “democracia” y sus derivaciones a lo largo del texto de la Constitución, con el fin de encontrar el significado que pueda darnos respuesta a la interrogante que encabeza este trabajo.

Para dejar constancia de lo que debemos entender por esta alternativa hermenéutica, dos concepciones al respecto: dice Riccardo Guastini que “el legislador emplea cada término o sintagma siempre con el mismo significado (al menos dentro de un mismo documento normativo), y, recíprocamente cuando el legislador emplea términos o sintagmas distintos, éstos no pueden tener un mismo significado (al menos no dentro del mismo documento normativo)”. Por su parte, Manuel Hallivis Pelayo señala que “…se debe atribuir el mismo significado a términos iguales que se hayan utilizado en forma recurrente en algún sistema jurídico, de forma que se tome en cuenta, para un texto normativo, el significado que tiene en otras disposiciones.”

De esta forma, permítame el lector deja hasta aquí esta primera entrega, con la promesa que no habrá sido en balde expresar estos prolegómenos, con el fin de que, en posteriores columnas, pueda desarrollar el fin que me he propuesto, que es contestar la pregunta ¿qué es la democracia? tratando de ir más allá de la comodidad etimológica de “el gobierno del pueblo”.

@jchessal