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Por Marta Ocaña

Febrero 03, 2021 03:00 a.m.

Creo tenemos que encontrar una manera de reinventar la vida, de sacar al bicho de nuestros ecosistemas y volver a movernos en libertad para gozar del frío, la lluvia, los abrazos, el viento y los silencios, los domingos en Tequis, y las vacaciones en cualquier lugar.

Creo que debe de haber una forma menos complicada de llevar esto, pero tampoco se le ocurre a mi cerebro no científico un “cómo”. Por algo no fui bióloga, química o física.

Hoy me pesa el aislamiento, las calles vacías -algunas- los teatros cerrados, los cines sin proyecciones, los músicos sin público. Extraño esa vida de ir y venir, de pelear con el tráfico en voz alta con la ventanilla cerrada con un otro al volante perdido en su celular.

Nos dicen una cosa como nos dicen otra; como si fuera programa de Chespirito, escena de Cantinflas, o decir del Piporro. La cara científica de los grandes mandos, no atina ni con los pronósticos de contagios ni con las cuentas de cuántas vacunas son necesarias en un país formado por algo más de 25 millones en el que solo se han vacunado aproximadamente, a solo 600 mil. A ese paso no sé, ni nadie dice, cómo podremos en el mediano plazo inmunizar a la mayoría de la población.

Hoy se anuncia con bombo y platillo un portal para registrar a los de mi generación y qué creen: no abre. Seguro ya ustedes se dieron cuenta de primera mano. Así que nos formaremos a partir de las 12 am desde hoy, para asegurar nuestro lugar y haremos fila  virtual de madrugada hasta que nos toque el turno.

Me pregunto si cerrar todo es la opción y si cerramos, qué venden y qué compramos, qué producimos, qué inventamos y qué comeremos. Me pregunto hasta dónde la apuesta, hasta dónde estirar la liga antes de que reviente en un hartazgo que desborde más allá de lo imaginado. Recordemos que estamos escribiendo una historia inédita en donde todo es posible, todo puede suceder y toda ocurrencia puede llegar al H Congreso.

Los refugios en casa detrás de un libro, trasplantando macetas o cocinando por placer empiezan a entrar en una rutina que enjaula y cuestiona en el mejor de los casos. En el peor hemos visto desde las pantallas las demandas de oxígeno, el desabasto del mismo y el abuso en los precios lucrando con el sufrimiento y la necesidad como la más vil de las posturas. 

En este caso, no todos los héroes de Marvel, aquellos que conocimos en tiras de papel periódico dominical, ni Chanoc, ni el Chapulín Colorado podrá defendernos. Se han caído los velos fantásticos que nos daban una sensación de que todo saldría bien.  Hoy, hay miles de personas que pueden decir lo contrario: nada está saliendo bien, todo está resultando impredecible. O al menos pocos se atreven a hacer verdaderos y objetivos pronósticos con los datos en la mano.

Así que una vez que nos hemos dado cuenta de que cada quien se rifa la vida en una salida sin cubre-bocas, sería bueno ir rescatando el sentido común que hemos perdido mientras estábamos hipnotizados por la voz del Gran Hermano. Dejemos que éste siga mareado en la demagogia y aprendamos a hacer valer nuestro derecho a la vida y a la vida saludable. Dejemos de llenar plazas, mercados o casas particulares. Aprendamos del dolor de los demás antes de sufrirlo en carne propia. Quizá así, reduzcamos el tiempo de confinamiento y salgamos un poco antes a gozar del mundo que una vez creímos se nos había obsequiado.