Pues allí tienen que la realidad sigue superando la ficción en no pocos espacios de la política mexicana. Resulta que en el municipio de Chignautla (así se denomina la demarcación), en el estado de Puebla, el regidor Silviano Lucas (así se llama el susodicho que, tal parece, está bien ídem) pidió a la dirección de comercio el retiro de una manta alusiva a un negocio de venta de tacos, alegando que contenía “una frase ofensiva para las personas físicas o morales”. La frase de marras decía: “parecen simples tacos, pero están mejor preparados que nuestras autoridades”. Molestas porque, tal vez, sin querer queriendo, se pusieron el taco, las autoridades de ese municipio se volvieron la comidilla de las redes sociales en estos días por tan desmesurado acto.
Aquí señalamos, la semana pasada, la imperiosa necesidad de que los cuadros políticos que aspiran a dirigir los destinos de la patria tengan un mínimo de formación teórica, ética y hasta cívica, para conducirse de manera razonable -y responsable, por supuesto- en los en(cargos) públicos. De otra manera, seguiremos padeciendo todo tipo de ocurrencias y vaciladas como la señalada al inicio de este escrito, alimentando la idea fuerza de que tenemos la clase política que merecemos porque dejamos que hagan lo que les venga en gana. Además, ¿por qué tendría que atentarse contra el consumo libre de unos suculentos tacos?, ¿nomás porque a un regidor le pareció que lastimaba el “honor” de quién sabe qué autoridades?
Bajo esa lógica simplona, pues ya se tendría que haber retirado un buen número de anuncios publicitarios alusivos a la venta de tacos, alegando que, por ejemplo, “tacos el güero” (denominación muy usual en este tipo de negocios) sería discriminatorio y racista. La verdad es que en la variedad está el gusto, y tantas denominaciones que hay para ventas de tacos -y otros alimentos o bebidas- son más que ilustrativas de la riqueza gastronómica, de tradiciones y cultura popular que tenemos. En cuestión de tacos, las denominaciones de los expendios brillan por su estridencia (legítima, por lo demás, para llamar la atención de potenciales comensales): que si “el taco´n madre”, que si “el taco chino” (cuando son de carnitas de puerco), etcétera.
Pero la metáfora gastronómica es una verdad de a kilo. Eso de que los tacos que se ofrecen en los más diversos expendios (salvo contadas excepciones) “están mejor preparados que nuestras autoridades” es fácilmente comprobable. Basta con acercarse a ver cómo se trata de todo un arte (culinario) la preparación y seguimiento de las recetas para contar con un buen producto terminado, delicioso y de calidad (incluso, puede suceder que la materia prima sea de dudoso origen, pero la rigurosidad para proceder a cocinar es la que cuenta para dar el toque final). Ya no hablemos de las múltiples salsas que se permiten elaborar los taqueros para acompañar los tacos y disfrutarlos más, así sea que, luego, nos queden a deber los limones y la sal.
En suma, comer tacos sigue siendo el deporte nacional con mayor arraigo. A toda hora y en todos lados, unos buenos tacos son necesarios para calmar el apetito y hasta las ansias de sentirse “revolucionario” porque, diría uno de nuestros clásicos, “el hambre es canija, pero es más el que la aguanta” y, además, “de lengua me como un taco”. De buche, de tripitas, de barbacoa, de pastor o de cabeza, los tacos son la bendición del pueblo rico y del pueblo pobre, porque, hasta eso, son más que democráticos. Y si los tacos están mejor preparados que no pocas de nuestras autoridades, gobiernos y representantes populares, es porque la clase política que padecemos ya ni siquiera tiene la gracia de darle buen sabor al caldo, como no sea para mostrar que llegan a los (en)cargos públicos por azares del destino y con un hambre de los mil diablos; pero, eso sí, aunque carezcan de la formación más indispensable, no dejan de “darse su taco”.