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Unidad política

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Agosto 22, 2023 03:00 a.m.

A

La unidad política es algo más que la unidad partidista. Requiere de un referente que trascienda los intereses inmediatos de las diversas facciones que se congregan en torno a un proyecto. En el caso de Morena, quienes aspiran a ganar la Coordinación de Defensa de la Cuarta Transformación han entendido que esa es la clave para ganar, no sólo en términos de la contienda electoral venidera por la Presidencia de México, sino para garantizar la continuidad de la transformación institucional del país. En ese contexto, la precisión de Marcelo Ebrard cancela cualquier especulación sobre una eventual renuncia a Morena. Nuevamente vale tener en cuenta que, en el análisis de coyuntura, es importante no permanecer en la simple lógica del momento, sino en apelar al sentido histórico para calibrar la prospectiva de manera más adecuada.

     En concordancia con lo antes planteado, una eventual ruptura de Marcelo no tiene asidero histórico. Su formación política está cimentada en una férrea disciplina institucional abrevada de su mentor Manuel Camacho quien, cuando pudo renunciar al PRI, en la coyuntura de la sucesión presidencial de 1994, no lo hizo, a pesar de que, como señaló Carlos Salinas en una entrevista concedida a Jorge Castañeda en “La Herencia. Arqueología de la Sucesión Presidencial en México” (Ed. Alfaguara, México. 1999, p. 294), el PRI de ese momento, no tenía qué avisar nada de nada a quienes participaban como aspirantes a suceder a Salinas. El PRI de ese entonces era un partido en severa crisis por la muerte trágica de Colosio y porque las viejas reglas no escritas del sistema se habían hecho añicos. 

     En la coyuntura actual son distintas las cosas. Ni siquiera hay precondiciones para una crisis grave en Morena porque las reglas del juego fueron avisadas y aceptadas por todos los aspirantes; es natural que se den algunos brincos, pero no tantos estando el suelo parejo. Si no hay precondiciones graves que apunten a una ruptura, mucho menos precipitantes, como no sean las ocurrencias que, perversamente, han sugerido algunos personeros de la coalición opositora, como esa locura de esperar a que se atente contra la vida de alguno de sus aspirantes (y apostar a la lógica del martirologio, del voto del miedo); el problema es más simple: los aspirantes de la coalición opositora nomás no levantan en el ánimo ciudadano; sin embargo, sus promotores andan, como luego se dice, “a Dios rogando y con el mazo dando”. 

     A menos de dos semanas que inicie la encuesta definitiva para elegir a quien abandere la Coordinación de Defensa de la Cuarta Transformación, todo indica que, como decían los romanos, “la suerte está echada”, y como lo hemos señalado antes en este espacio, difícilmente se remontará la ventaja que lleva Claudia Sheinbaum en todas las encuestas previas porque no hay precondiciones y mucho menos precipitantes que indiquen lo contrario. Que Marcelo enfríe lo ánimos de propios y extraños parece una muestra más de la férrea disciplina institucional que lo caracteriza y, además, también entre líneas, lo avisa. Así las cosas, la oposición no tendrá más opción que seguir planteando ocurrencias a ver si así, creen, precipitan alguna crisis monumental en Morena; pero en calidad de mientras siguen moviendo más a mofa que otra cosa, como esa última de la señora Gálvez que, emulando a Ricardo Anaya, se lanzó contra el sagrado consumo de las “micheladas”, aunque después quiso componer las cosas diciendo que sí vale consumir caguamas, En fin.