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Urnas o mesa

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Abril 20, 2021 03:00 a.m.

A

Si siguen así, advertía el Inspector Calzonzin en una célebre película mexicana, “pronto van a retirar al pueblo a la vida privada”. Allí se parodiaba la capacidad de simulación del viejo régimen político para tratar de mantener las cosas en su lugar, hasta en lo más recóndito de la geografía nacional. El objetivo era, en el fondo y en la forma (porque “la forma es fondo”, decían los personeros de ese régimen), evitar que la democracia ganara carta de naturalización en un país cada vez más inconforme y agraviado. Pero la democracia fue ganando terreno hasta como proceso de liberalización inicial de parte de ese caduco sistema, so pena de no contar más con legitimidad alguna (como en 1976, cuando el candidato presidencial oficial ni siquiera tuvo contrincante que le hiciera round de sombra). A tirones se logró una alternancia en el 2000 que, empero, pronto naufragó porque Fox, “el señor de las tepocatas”, frenó la verdadera alternativa de AMLO para 2006, con desafuero, fraude y demás chifladeras.

Sobrevino, entonces, una crisis de las mesas encargadas de impartir justicia electoral. Para el bronce quedaron frases de personajes asignados a esas mesas, como aquélla de “las elecciones (de 2006) fueron sucias pero son válidas”, así como un silencio cómplice cuando Fox, reconoció, “ex post”, que sí metió las botas en el proceso comicial en contra de AMLO. Luego, en 2012, a la vuelta de otro cochinero, la misma mesa trató de lavarse las manos en las impugnaciones contra Peña Nieto y planteó que “lo que no se ganó en las urnas no se puede ganar en la mesa”, o sea, reconociendo que no serviría acudir a la dispensa de justicia electoral porque, en realidad, las controversias se dirimían por debajo, entre las patas de la mesa. Por otra parte, la mesa arbitral central que organizaba los procesos electorales se pervirtió en su integración por las cuotas partidarias, así como por incidentes ofensivos a pueblos indígenas por un señor Lorenzo que ni suda ni se abochorna.

Y como siempre quedan polvos de aquéllos lodos, sirva esto de contexto para ubicar el asunto de la resolución emitida por una mesa local electoral, respecto de la candidatura de Xavier Nava a la presidencia municipal capitalina. Dicen que debió renunciar a una presunta militancia partidista que andaba cargando como funcionario emanado del panismo, al mismo tiempo que participaba en el proceso de selección de candidaturas en Morena. El problema es que no hay documento alguno que registre esa calidad de militante y una manifestación personal y concreta, como esa, no puede equipararse a una abstracta “vinculación” que puede tener distintas acepciones y que, por lo mismo, ahora resultaría que una mesa estaría cuasi legislando, pretendiendo encontrar más dudas que certezas de una interpretación riesgosa. En cuanto a la participación partidista simultánea, se confunde agotar un medio de defensa jurisdiccional con un procedimiento intrapartidista, lo cual “no es lo mismo aunque parezca igual”.

Por otra parte, aludir a comportamientos “notorios” para presumir lo contrario, es como desdeñar lo opuesto de ese opuesto, la “negación de la negación” dirían los clásicos; esto es, que si algo ha sido “notorio” es la animadversión de la dirigencia panista hacia Nava por la reiterada resistencia de éste para afiliarse cuando campeaban guiños y llamados. Por lo demás, ha sido más que notorio que se ha tratado de una candidatura “externa”. En fin, se dice que “para una interpretación canija hay otra más canija”. El riesgo cierto está para que la democracia no resulte de la voluntad popular en las urnas, sino de una mesa que, por definición, es un mueble multiusos de satisfacción social (imagine lo que guste, desde tomar café hasta jugar dominó) que, incluso, puede resolver, en verdad, dar a cada quien lo que le corresponde, pero sin necesidad de pagar por ver, sino con las cartas y las urnas encima.