Violencia

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El futbol profesional es el negocio con más seguidores en el mundo, en México se le destinan grandes cantidades de recursos, tanto privados como públicos, así como grandes espacios en redes sociales, televisión, radio y prensa escrita; un gran número de personas ocupan su tiempo y sus recursos para verlos por televisión, redes sociales, o bien acudir al estadio para disfrutar el partido,  sin embargo, durante los encuentros, constantemente nos encontramos con situaciones de violencia, tanto verbal como física. 

Hechos de violencia como los del pasado 20 de octubre de 2019 en el estadio Alfonso Lastras, en el partido de futbol entre Atlético San Luis y Querétaro, en donde ante el temor de familias que presenciaron el encuentro, la incredulidad de los narradores del partido por televisión y la incapacidad de la autoridad local, se generaron enfrentamientos a golpes entre los grupos de animación de los dos clubes; lo que se vio por televisión solo fue una pequeña evidencia de lo que sucedió afuera del estadio. 

Resulta difícil de comprender por qué sigue sin erradicarse la violencia entre aficionados dentro y fuera del estadio de futbol por sus causas; lamentablemente no es un hecho aislado, sino un patrón de conductas que se han ido incrementando tanto en México como en aquellos países donde el futbol tiene gran aceptación social; tal es la agresividad de los aficionados que acuden a presenciar un partido de futbol, la rabia, violencia verbal y física que despliegan que merece una reflexión más profunda. 

En un estudio sobre la violencia en el futbol, Fernando Segura, sociólogo y especialista en políticas públicas, analizó 600 hechos de violencia en América Latina y encontró que: un 6% de los actos violentos fue entre los mismos jugadores, 24 % entre los grupos de animación de los equipos protagonistas y 27 % de las agresiones se dio a los jugadores por parte de los aficionados. Esto significa que la violencia se manifiesta de diferentes maneras y que no solo son los grupos de animación los que la generan, sino que son los aficionados en general.  

La manera tradicional de enfrentar el problema es definirlo como enfrentamientos violentos entre grupos de animación, bajo el supuesto que son grupos de personas no integradas a la sociedad, marginadas, provenientes de la clase obrera y que encuentran en la violencia una manera de manifestarse y canalizar sus emociones, sin embargo, hay otros factores que la impulsan, como la forma de actuar de la policía, mala infraestructura de los estadios y deficientes servicios a su interior, pero sobre todo, el maltrato de los aficionados hacia el equipo visitante.     

En México la violencia en el futbol se ha incrementado como consecuencia de la transformación de las porras familiares a las barras de jóvenes; son grupos incentivados y financiados por los directivos, políticos y actores gubernamentales, por lo que manejan grandes cantidades de recursos económicos, con grandes facilidades para ingresar a cualquier estadio de futbol; pero no todo es malo, ya que son grupos que generan identidad, sentido de comunidad, de pasión, pero con una violencia latente, dejando de ser un hecho aislado para convertirse en una tendencia al alza. 

La violencia tiene su origen en la desigualdad social; quienes acuden al estadio de futbol expresan en las gradas su frustración, enfado y agresividad que acumulan a lo largo de su vida, lo que no pueden hacer en ningún otro espacio público; escondidos en un supuesto anonimato agreden a quien identifican como su enemigo, lo cual sube de tono al ingerir bebidas alcohólicas, llegando a hechos de violencia física, lo cual sucede incluso entre grupos de amigos o conocidos, pareciera que el aficionado local piensa: “en mi cancha no se gritan otros goles”. 

La práctica del futbol inicia en la niñez, en estos partidos surge la semilla de la agresividad, odio y frustración, donde no tiene más fin que defender un equipo de futbol o simplemente insultar a un jugador, o en el mayor de los casos, al árbitro; la falta de respeto entre jugadores hacia árbitros es reflejo de cómo actúan algunos aficionados, los protagonistas son padres de los niños y directivos de los clubes; en el futbol profesional sucede lo mismo, la actitud del jugador en el campo se refleja en los actos de sus seguidores. 

La solución a este problema ha sido insuficiente, la práctica del estadio seguro, que consiste en separar a los grupos de animación, no ha dado resultados, por lo que se ha optado por crear zonas para la afición local y para la visitante; pulmones de seguridad (espacios vacíos entre las tribunas); operativos de seguridad para evitar encuentros entre grupos de animación; vigilancia al interior del estadio; impedir venta de bebidas alcohólicas a partir del minuto sesenta; elevar las tarifas de acceso a los estadios para cambiar el perfil de los aficionados y; transmisiones en vivo de los partidos en la ciudad sede. 

Otras medidas adoptadas para atender el problema, como son la represión a golpes hacia los grupos de animación, el uso de gas lacrimógeno, las balas de goma, prohibir el ingreso del público visitante, credencializar a los aficionados de las barras, diluir a los grupos de animación, lejos de hacer que disminuya la violencia, la ha incrementado, ya que la mayor parte de los enfrentamientos suceden antes y después del partido, en donde se ven involucrados los grupos de animación y la policía.

La política pública para enfrentar la violencia en el futbol debe ir más allá de la sanción, y generar un perfil de aficionado consumidor, ubicarse en intervenciones sociales, para lo cual es necesario generar conocimiento científico local sobre las causas que generan la violencia, crear un grupo interdisciplinario que realice un diagnóstico para la intervención gubernamental, que vaya más allá de los operativos al interior y exterior de los estadios y realizar acompañamiento social a los jóvenes, atender la violencia familiar, prevenir adicciones y ofertar empleo. 

En síntesis, el incremento de la violencia en el futbol se encuentra vinculada a dos aspectos: 1) el surgimiento de las barras de apoyo a los equipos de futbol, integradas por jóvenes que encuentran en la violencia el principal instrumento para solucionar sus diferencias y, 2) la ausencia de políticas públicas que atiendan las causas con base en datos obtenidos por el método científico y no solamente usar la represión policiaca. Este problema social requiere soluciones que contribuyan a hacer de la cohesión social, una convivencia armónica y fuerte, donde la competencia no genere diferencia ni división que termine en violencia. Busque esta columna el próximo 19 de noviembre.

Twitter: @jszslp