“Alguien dejó la puerta abierta y entraron los perros equivocados”
Clint Eastwood.
“Infierno de cobardes” 1973.
Estimado lector, me extraña sobre manera que le resulte al día de hoy a mucha gente, como excepcional lo que estamos viviendo en materia de inseguridad. No es la primera vez ni será la última, infortunadamente, en la que se verá, se oirá, se comentará, sobre hechos sangrientos, como si en algunas partes fuera territorio comanche o se coexistiera como en el viejo oeste del Norteamérica del siglo XIX.
¿Habitará gente en territorios surrealistas, en constante suspenso y hasta de tipo ciencia ficción? En esta semana santa, que no tuvo nada de santa para algunas víctimas de la violencia, vi la película West World de Michel Crichton de 1973, hoy una serie exitosa en HBO. Se trata de un parque temático del viejo oeste para divertirse, quien lo pueda pagar y hacer realidad sus fantasías más locas con androides. Lo atrayente de la trama de la película es que se puede hacer con los robots lo que se quiera y desee y estos no pueden hacer nada para defenderse, se les puede asesinar, violar, jugar con ellos, etc., es así, que llegan al Parque del viejo oeste los visitantes (seres humanos) ataviados de vaqueros e interactúan con los anfitriones (androides), para hacerles la vida de cuadritos. Hasta que un día, algo les pasa a los androides que empiezan a tener recuerdos, cuando estaban diseñados para poder borrarlos día a día, ya que eran formateados. Y empiezan a tener respuestas de tipo emocional y comienzan a defenderse de quienes les quieren hacer daño y a tomarse la justicia por su propia cuenta en contra de los visitantes.
Algunas poblaciones de México se están llenando de visitantes (malandros) y los anfitriones (los ciudadanos), están en modo autómata, dejando que hagan y deshagan a su antojo en su integridad, bienes y en la paz pública que debe haber en su territorio, por cierto en algunos lugares muy parecido al viejo oeste. La incapacidad ya generalizada de coproducir seguridad local, está llevando a la gente a desconfiar, primero de las autoridades como mecanismo de protección y lo peor, de ellos mismo, titubeando que no pueden revertir los sucesos cotidianos de violencia en su contra, donde la legitimidad se está perdiendo, dando pauta a una frontera invisible y genérica de malos, buenos y honrados, todos en un mismo morral.
TAPANCO: No debería haber improvisaciones en materia de seguridad y justicia, en cada cambio de gobierno (ponerse unos jeans no te hace vaquero), convendría de una vez por todas reconocer que los problemas de inseguridad y violencia son de capacidades, de voluntad política y de acuerdos sostenidos que vayan más allá de un Plan de Gobierno trienal o sexenal. Los homicidios dolosos que tienen desde hace mucho tiempo una forma de violencia extrema y han sido persistente durante dos décadas en forma por demás sistémica y estructural, ha llevado a los datos en una perversa numerología y estadística métrica con mediciones y análisis complejos de las mismas, y lo que es peor, con lecturas comodinas de ¿Cómo vamos? ¡Vamos bien! Y otra vez, volver a empezar como en el Parque de diversiones del viejo oeste, sin embargo, habría que preguntarnos, sí somos visitantes o anfitriones en nuestro territorio.
francisco.soni@uaslp.mx twitter: @franciscosoni