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Barbahan parte a buscar a Uwe Bruker

Por Alejandro Ramírez

Enero 23, 2021 03:00 a.m.

La noche de este jueves, en redes sociales comenzó a compartirse la triste noticia de la muerte de Miguel Armando Alvarado Alejo, mejor conocido como “Doctor Barbahan”.

El catedrático universitario de física y matemáticas no logró superar al Covid-19. Enfermo, el también brillante cuentista, logró enviar un mensaje para despedirse de sus amigos y conocidos. Dice que se va feliz y agradecido con la vida.

Generoso hasta el final, señala que nunca la importó el dinero y comparte la liga de dos sitios de internet en donde está su obra literaria. Invita a quien lo desee a copiar lo que les guste.

Ante la noticia, el redactor trata de recordar cómo conoció a este personaje de la actividad cultural subterránea de nuestra ciudad. Debe haber sido en la librería de Cristal de Carranza, lugar a donde llegaba el entonces profesor universitario a entregar en hojas sueltas algunos escritos científicos, pero también versiones iniciales de sus primeros cuentos.

Años más tarde, como estudiante de Literatura en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, quien escribe tuvo oportunidad de reflexionar sobre el que tal vez sea su cuento mejor logrado: “El espía alemán”, obra en la cual Barbahan siguió trabajando para irla mejorando a lo largo de lustros. 

El catedrático, escritor, editor y columnista, Alexandro Roque, vaticinó en alguna ocasión que el cuento llegaría a transformase en una novela corta. Ignoramos si lo logró. 

A manera de despedida al cuentista, nos atrevemos a compartir fragmentos de la mencionada reflexión con la intención de invitar a quienes no conocieron en vida al autor, a que se acerquen ahora a su obra. Verán que vale la pena.

Bohemia reporteril

En “De guirnalda con amores”, Adolfo Bioy Casares apunta que “cuando viajamos, el presente no logra su plena realidad; es casi un pasado, casi una anécdota; por eso es nostálgico y, también, feliz”.

En este sentido podríamos afirmar que entrar a un bar es una especie de viaje porque en el interior del mismo, y sea la hora que sea, el tiempo se dilata y parece transcurrir más lento o incluso no transcurrir.

Como en una narración fantástica, todo es posible para los bebedores y no hay quién cuestione una anécdota, por más disparatada que parezca, siempre y cuando se cuente al calor de unos tragos. 

Entre cervezas y canciones, lo mismo se pide consejo, que se hacen confesiones vergonzosas, se tejen complicidades y se trazan ambiciosos proyectos que nunca o casi nunca se realizan.

Hace ya algunos años, en el sitio web “Literatura y lugares” fue publicado un trabajo con el atractivo título de “Diez bares de las letras inglesas”, el cual retoma la lista elaborada por la revista Forbes sobre lo que ellos consideran son los diez bares literarios más famosos del mundo. 

La autora del trabajo, que firma simplemente como Deborah, señala que: “La asociación entre la literatura y los bares es algo más que un lugar común. De hecho, gran parte de la historia de las letras occidentales nació en bares, pubs, cafés y restaurantes, que sirvieron a los escritores como fuentes de inspiración y centros de discusión y en cuyas mesas se escribieron algunos de los más logrados pasajes de la literatura universal”.

A nivel local, hablar de un bar literario resultaría un poco complicado, pero debe o debió haberlo. En charla informal, el periodista Gregorio Marín, lamentaba que los actuales reporteros hubieran perdido la tradición de reunirse en los bares para hablar lo mismo del acontecer profesional, que para intercambiar lecturas de otro tipo de textos de corte no periodístico. 

Explicaba el veterano columnista que con sus contemporáneos era común que se reunieran en alguna cantina para escuchar música e incluso para escribir y leer poemas. Él lo llama “la bohemia”. 

Con este término, el escritor Norberto de la Torre se refiere al ambiente literario de San Luis Potosí, antes de la llegada del escritor ecuatoriano, Miguel Donoso Pareja, quien creó el taller literario de la Casa de Cultura, allá por la década de 1970. 

Sólo entre iniciados se menciona como punto de reunión de escritores y otros artistas el bar El Banco, ubicado en Morelos, cerca del Mercado Tangamanga.

En “El espía alemán” del Doctor Barbahan el escenario es un bar tradicional de la capital potosina: El Chivas de Melchor Ocampo y Simón Bolivar en el Centro Histórico.

Un espía alemán en San Luis

“El espía alemán” resulta una narración novedosa, irreverente, cómica y llena de originalidad. Los hechos comienzan un domingo, dos días después de la caída del muro de Berlín. 

El personaje principal y narrador entra al Bar Chivas a la hora de la botana. En este lugar, el narrador conoce a Uwe Bruker, de quien después se enteraría, era espía. 

Ya medio ebrio, el alemán confiesa que uno de sus alías es José Rocha González y narra que se entrenó en un restaurante de la Ciudad de México porque el servicio de inteligencia de Alemania del Este había comprobado que los meseros chilangos son de las pocas personas en el mundo que logran desconectar el cerebro del corazón.

El narrador supone que su nuevo amigo en realidad es un chilango que trata de burlarse de él, pero no le molesta porque su charla le resulta entretenida.

En el bar, el espía narra que ha viajado por muchos países, siempre tratando de contrarrestar los esfuerzos de sus enemigos de la CIA y de la Interpol. Sin embargo, con la unificación de Alemania su esfuerzo, entrenamiento y adoctrinamiento se habían ido a la basura.

El bar se caracteriza hasta estos días por su ambiente futbolero, el cual queda plasmado en la parte del cuento donde el narrador refiere que mientras veían un partido, le pregunta al espía que para él quién es el mejor de su profesión, a lo que le contesta que Cristo. Le explica que Jesús lleva dos mil años sin que se sepa que él es hijo del Diablo y no de Dios. 

Al comienzo de los tiempos, abunda, los diablos encadenaron a Dios en el fondo de los infiernos y se posesionaron de todo. Luego complicaron la llegada del hombre al cielo y en contraste ofrecen grandes posibilidades de irse al infierno.

El narrador y el espía continúan bebiendo hasta la noche y salen cuando los corren porque la cantina va a cerrar. Los personajes caminan hasta el Jardín de San Francisco, en donde se orinan en la fuente.

El cuento evoluciona de manera por demás interesante y contiene elementos sorprendentes como la revelación de la verdadera identidad de Uwe, la encomienda de una misión para el narrador y que no es otro que el propio doctor.

Figuras del mundo cultural potosino accedieron tiempo después a participar como modelos en una especie de fotonovela basada en el relato.

No se agregan más detalles para que el lector interesado busque el cuento y descubra, si no la conoce, la enorme genialidad de Doctor, quien bien podría ya estar reunido con su amigo Uwe Bruker en la degustación de una helada cerveza.