Confinado de Long Beach a Cozumel

Residente en San Luis, empleado de una firma de cruceros, Daniel Ortega nunca imaginó que sus servicios a bordo para cuatro días por costas californianas acabaría en el Atlántico, 67 días después, por la pandemia.

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Confinado de Long Beach a Cozumel

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Iba de trabajo en un crucero de cuatro días por las costas de las Californias y la pandemia lo mantuvo más de dos meses sobre el mar en un recorrido que acabó, para él, en el Caribe Mexicano. 

Daniel Ortega, empleado de una naviera y residente en San Luis Potosí, pasó un largo confinamiento obligado. Después de llevar a los pasajeros de regreso al punto de salida, en Long Beach, la tripulación de su barco se quedó confinada desde entonces. El cierre de puertos y aduanas llevó a los viajeros la forma de regresar a sus casas.  Daniel Ortega llegó con su padre Sergio Ortega a San Luis Potosí en el año 2001 para quedarse a vivir. Trabaja en cruceros desde el año 2015.

En el inicio de la pandemia nunca se imaginó que permanecería en el mar sin tocar tierra 67 días, casi los mismos requeridos por Cristóbal Colón para llegar de España a la Isla que bautizó como San Salvador en América, con sus compañeros de viaje que arribaron a bordo de tres carabelas.

Acostumbrados a trabajar a diario con actividades divertidas, pero de horario estricto, los tripulantes del Carnival Inspiration, un crucero premium con 31 metros de ancho 260 metros de eslora, 70 mil 367 toneladas, velocidad de navegación de 21 nudos por hora, capacidad para 2 mil 052 pasajeros, 1 mil 026 camarotes, una cantidad variable de camarotes interiores y de camarotes con balcón, desarrollaban su trabajo prácticamente sin aburrimiento, en lo que para ellos era una ciudad naviera interminable. El Inspiration requiere 920 personas para operar, entre tripulantes y personal de servicios.

Si bien los pasajeros tradicionales de un crucero suelen ser parejas en luna de miel, los barcos modernos están diseñados para dar cabida a familias y múltiples amenidades, tales como algunos campos de golf, un tobogán acuático, albercas, jacuzzis, áreas para tomar una bebida refrescante o disfrutar del clima, acudir a un spa, tomar clases de cocina, revisar libros en una biblioteca o ver un espectáculo estilo Broadway. Es una construcción naval desarrollada con estrictas medidas de seguridad.

Daniel Ortega considera que la naviera donde labora es la mejor del mundo, por el trato que sus tripulantes recibieron en medio de la emergencia.

Recuerda que los cruceros transcurrían conforme a lo programado, llevando familias y lunamieleros por altamar, hasta que el 13 de marzo, fecha rigurosa sin prórrogas, quedaron suspendidos los recorridos por el riesgo de la pandemia y la voluntad propia de las empresas navieras. La fecha coincide con el día de la confirmación del primer caso de coronavirus COVID-19 en México. Ese día el barco donde se encontraba Daniel inició un crucero corto de Long Beach a la Isla Santa Catarina, y posteriormente a Ensenada, Baja California. El recorrido concluía el 17 de marzo con la entrega de los viajeros a su lugar de inicio, pero ya nadie de la tripulación bajó a tierra.

Desde entonces, las noticias de los organismos de salud prometían fechas para retomar las actividades que luego aplazaban una y otra vez a periodos imprevistos. Ahora existe un acuerdo todavía firme de reiniciar los cruceros el primero de agosto. Mientras tanto y desde la fecha del paro de actividades, fue necesario confinar tanto a tripulantes como viajeros, para evitar riesgos de contagio. 

 “El Carnival Inspiration permaneció saludable hasta la repatriación de los viajeros y la tripulación, y sin viajeros sospechosos o contagiados, enfrentó la tarea de hacer todo lo posible por mantener en buenas condiciones a cada uno de quienes se encontraban el crucero”, asegura Daniel.

Las empresas operadoras de los viajes intentaron promover vuelos para movilizar a sus casas a cada uno, concluyeron los contratos de los empleados de actividades no esenciales y poco a poco viajaron en vuelos comerciales hacia sus lugares de origen o los puntos acordados para quedarse en su casa.

Sin embargo, el presidente de Estados Unidos Donald Trump suspendió la totalidad de los vuelos comerciales para los tripulantes marítimos, o aquellos que hubieran permanecido en cruceros. Así ya no pudieron mover a los restantes tripulantes o viajeros.

Una vez suspendidos los vuelos comerciales, siguieron los chárter, algunos de ellos dirigidos a Filipinas, Indonesia o Tailandia, por ejemplo, pero había que tomar en cuenta que en muchos lugares fueron cerradas las fronteras, y una vez cerrado el acceso no había cómo desplazarse desde esos lugares. Las empresas navieras se quedaron sin medios para movilizar a la gente, y comenzó el confinamiento. Nadie tocó tierra desde el 13 de marzo.

RESCATES EN EL ATLÁNTICO...

Cerrada la alternativa del aire, empresas como la operadora del Carnival Inspiration optaron por mover barcos para trasladar a cada cual a su destino final.

Por entonces, Daniel Ortega, manager de su departamento en el crucero, se encontraba en un barco en Los Ángeles, California, y de éste transfirieron a los viajeros procedentes de Indonesia, Filipinas y Tailandia al Barco Panorama. La nave zarpó hacia Filipinas. Lo siguiente fue extraer al resto de la gente para llevarla a los barcos que se encontraban del otro lado, es decir en Miami, Florida, para su repatriación.

Por entonces, Daniel y sus compañeros todavía pudieron volar de Los Ángeles a Nueva Orleans, en un chárter con permiso especial y estrictos controles.

Justo en Nueva Orleans pudo abordar el barco en el que llegó a México.

El plan de navegación para repatriar fue diseñado para recorrer todas las islas de Centroamérica hasta Colombia, incluyendo México y las islas del Caribe.

Una vez iniciado el trayecto llegaron a Las Bahamas, donde quedaron anclados 18 barcos de la empresa operadora y comenzó un proceso único en la historia. Para el rescate en el Océano Atlántico utilizaron botes para transferir empleados de un barco a otro, es decir a los barcos que utilizarían para llegar a los destinos finales.

Fue necesario movilizar en botes a más de 8 mil personas de diferentes nacionalidades en tres días, desde los 18 barcos varados. Unos barcos madrina salieron a África, otros salieron al continente asiático algunos a Europa y él se quedó en el que recorrería todas las islas del Caribe y México.

El plan original era dirigirse primero a México, pero consideraron prudente dar prioridad a las islas más lejanas, en Santa Lucía bajaron a gente, luego se trasladaron a la isla de San Vicente, después a Granada y posteriormente a Dominica para llegar a República Dominicana.

El siguiente punto era Jamaica, pero el gobierno de aquel país no estaba capacitado para recibirlos y por ello Daniel llegó a Cozumel, en Quintana Roo un poco antes de lo previsto.

El siguiente trayecto sería Honduras y luego diferentes Islas hasta tratar de volver a dejar a los de Jamaica y regresar a Colombia, hasta anclar en Panamá.

UN NIVEL MÁS BRUSCO...

La empresa Carnival diseño un programa de contingencia de tres niveles, según la gravedad de la situación sanitaria a bordo; el Carnival Inspiration siempre permaneció en el nivel 1, puesto que nunca aparecieron casos de COVID-19 ni sospechosos. Había acceso a las áreas del barco, se podía caminar, recorrer el barco y platicar con la gente manteniendo sana distancia y diversas medidas de precaución. Tenían horarios de comida con una separación de bancas por medio de letreros de sana distancia, filas con espacios marcados en el piso “y todo bastante bien organizado”.

Los tripulantes podían salir a cubierta disfrutar el clima sentarse en sillones de sala.

El barco nunca fue considerado para nivel 2. Sin embargo, Daniel recuerda que el salto brusco en medidas por contingencia ocurrió el 17 de abril, cuando fue transferido a otro crucero en Nuevo Orleans. El motivo principal de las medidas fue la mezcla de gente de 

otros cruceros. 

En ese barco, los empleados fueron confinados todo el tiempo en sus cabinas, sin posibilidad de salir más que en horarios específicos para tomar alimentos y vitamina D.

Los horarios incluyeron 30 minutos de desayuno, 45 minutos de almuerzo y 45 minutos de cena, distribuidos en diferentes horarios. Fue establecido un horario de apertura de tienda para comprar café preparado, puesto que en el área de comida siempre había café gratuito.

Fueron fijados ciertos horarios para el bar.

Además fueron fijadas una hora en la mañana y una hora en la tarde para vitamina D. El resto del tiempo era necesario permanecer en la cabina.

No todos los tripulantes contaban con una cabina con acceso al exterior. Algunas cabinas no tienen ventanas por encontrarse en el interior. Otras tienen ventanas y los que corrieron con suerte permanecieron confinados con acceso a su propio balcón.

En el nivel 3 de medidas, toda reunión queda prohibida con la finalidad de asegurar la salud de los tripulantes y empleados. No le tocó vivirlo, por fortuna. “Si se hubiera registrado algún caso en el barco en el que me encontraba se hubieran cancelado todos los arribos a los puertos”.

Permanecieron cerrados lavandería y gimnasios. Una vez a la semana fue posible entregar a personal de atención una bolsita con la ropa que sería llevada a la lavandería. Era necesario subir la temperatura al agua y cambiar los químicos con frecuencia.

Por lo que se refiere a sábanas, toallas y accesorios relacionados, una vez a la semana fueron sustituidos por el personal de labores esenciales. Era necesario dejar en el exterior lo que se ensuciaba.

Las medidas de confinamiento en ambos barcos confirmaron que en ninguno se presentaron casos de COVID-19.

LA RUDEZA DEL CLAUSTRO

Daniel Ortega compara el encierro impuesto por la pandemia como “una cárcel sin llave”, puesto que a final de cuentas las personas no salen, aunque puedan, por temor a los contagios.

Explica que las cosas no son sencillas en condiciones de confinamiento. Viene un cambio importante de energía y de actitud

“Hubo días en que yo estaba muy triste, decaído, no comía, no podía dormir porque a fin de cuentas información es algo que tampoco había, incluso no había forma en que comunicaran qué estaba pasando. El plan va cambiando día con día y no saber qué está pasando crea mucha incertidumbre, crea miedo, pánico y la gente cambia”.

Agradece a la suerte por haber contado con una cabina que tenía balcón para poder tomar aire, pero habría sido muy complicado encontrarse en una cabina donde tuviera que estar encerrado. Sin embargo, el contrapeso es el hecho de que los tripulantes trataban de disfrutar la comida y el almuerzo, luego de formarse grupos de gente que se lleva bien y comenzaban a platicar en esos horarios.

Él era mánager de su departamento y de inmediato buscó una lista de los tripulantes y entre ellos a quienes pertenecían a su área para tratar de escribirles, platicar y revisar cómo estaban, para no dejarse caer.

“Hubo muchos que se pusieron muy depresivos y en los barcos de otras empresas navieras hubo suicidios... entonces sí estuvo muy complicado”.

Advierte que muchos de los tripulantes ven la situación como si los hubieran tenido encerrados en contra de su voluntad, cuando el interés era conservar la salud de los empleados de las empresas navieras.

Precisa que el avance de la pandemia fue cerrando las puertas a las empresas, y no se pudo hacer otra cosa más que extender lo más posible las medidas de confinamiento hasta que finalmente encontró una solución para llevar a cada quien a su casa.

En Colombia las fronteras siguen cerradas. Honduras y Jamaica tampoco abren y en Filipinas han estado varados por mucho tiempo y pidieron confinamiento por 15 días a los tripulantes de los barcos: Para la fecha en que Daniel llegó a México los amenazaba un tifón, y con la separación de la gente con toda seguridad ese país les exigiría un nuevo confinamiento de otros 15 días.

5 DE JUNIO, 5 AÑOS

Daniel cumple 5 años trabajando en cruceros el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio), después de su contrato en el año 2015, precisamente para la compañía en la que actualmente labora.

Desde entonces ha participado en diferentes áreas.

“La diferencia más grande entre un viajero y un tripulante es que el primero no está trabajando cuando está viajando y puede disfrutar todo, pero cuando eres miembro de la tripulación también puedes disfrutar de todo porque se trata de una chamba bastante divertida. Cada siete días o cada cuatro días, según la duración del crucero, conoces gente nueva y gente de todo el mundo, y cada semana conoces nuevos empleados y nuevos colegas”.

Explica que también encuentra mucha variedad en el trabajo, puesto que en el viaje es posible conocer diferentes lugares del mundo y aprovechar para conocer lugares como Alaska o países de Europa, las Islas Hawaii o Italia.

Su trabajo es divertido, pero con tiempo restringido, porque  sucede lo mismo que en cualquier hotel, pero con mayor dificultad porque el barco se va y el que se queda abajo, ya verá la forma de llegar al siguiente punto.

También obliga a estar atento a los cambios de horarios según la región en la que se encuentren, porque un tripulante debe trabajar con el horario del barco y no con el de la región.

“Si más tarde el barco te deja y es tu responsabilidad llegar al siguiente puerto”.

VALORANDO LA VIDA...

En medio de los avisos mundiales para quedarse en casa, Daniel asegura que la experiencia le obligó a aprender a valorar a su familia, puesto que en las condiciones de confinamiento en el mar cada quién está solo. Por ahora no los puede ver porque se encuentra confinado en su casa desde que llegó, y por motivos de seguridad sanitaria.

 “La emergencia me sirvió para valorar que la compañía en la que trabajo es la mejor naviera que puede existir, por el trato que nos dieron, que ha sido impresionante”.

Para los habitantes de la ciudad donde vive, San Luis Potosí, advierte que es muy necesario tomar en serio la crisis de la pandemia, porque si bien es muy diferente estar en tierra que en el mar, las condiciones de riesgo son exactamente las mismas.

Recuerda que las propias navieras tienen protocolos de seguridad para evitar el esparcimiento de enfermedades.

“Nosotros si estábamos preparados para este tipo de situaciones, pero se aprende que nunca es suficiente cuando se presenta una emergencia y por ello es importante retomar y modificar las formas de hacer cosas para cuidar a las personas, y aprender a disfrutar y si es tu tiempo de trabajar, disfrútalo, y si es tu tiempo de descansar, también disfrútalo”.

Para aquellos que se basan en las creencias más que en la toma de decisiones responsables, Daniel Ortega les dice: “No hay palabras para decirles: ‘Haz algo por tu bien’. No hay cómo decirle a alguien: ‘Es que debes hacer algo por tu bien’. Si alguien no actúa entendiendo que las cosas son por su bien, es más complicado pedirle que lo haga por alguien más”.

Enterado del alto índice de contagios en puntos comerciales y de zonas de alta concentración de gente en la ciudad de San Luis Potosí, que está libre y no está confinada en un barco o en otro lugar encerrado, advierte que la gente no sabe cuidarse y a ello se suma el hecho de que desafortunadamente hay mucha gente que en México y en San Luis Potosí vive el día a día y sólo come si gana dinero ese día.

“La gente tiene que seguir saliendo, pero debe tomar medidas de sana distancia, cubrebocas, el uso de gel antibacterial y toallas húmedas, y si la gente sigue estas pequeñas cosas y modifica su estilo de vida a eso, esto ya se hubiera acabado hace mucho tiempo”.