El Galeón de Manila en San Luis

Viaje y Tornaviaje del Galeón de Manila es una aventura en el tiempo que expone objetos que se usaban en la vida diaria de personas hace más de dos siglos. Las piezas que resguarda el Museo del Virreinato representan la influencia cultural de tres continentes con repercusiones que llegan hasta nuestros días

Tal vez lo primero que se pregunten al escuchar el nombre de la muestra es ¿qué era el Galeón de Manila? Pues bien, el galeón fue una embarcación de vela de considerable tamaño y con gran capacidad de carga, utilizada con fines comerciales o militares.

El Galeón de Manila, también conocido como Galeón de Acapulco o Nao de China, era un barco que zarpaba desde Manila en Filipinas para arribar al puerto de Acapulco durante el virreinato de Nueva España en México. El titulo de la exhibición, no sólo hace alusión a la nave sino a la ruta comercial trasatlántica que duró de 1565 a 1815 y, que influyó de manera significativa en Asía, América y Europa.

La muestra está conformada por siete núcleos temáticos que comienzan por “El viaje intercontinental”, para continuar con “Desde Oriente para Occidente”, “La Compañía de Indias Orientales”, “La loza blanca de Puebla”, “Hilos y textiles orientales”, “El arte de la laca” y “La plata de intercambio”, en los que se agrupan cincuenta y cinco piezas entre instrumentos náuticos, mobiliario, cerámica y textiles. También encontraremos un vistoso biombo y objetos de plata, metal precioso muy codiciado en Oriente en aquella época. Las piezas pertenecientes a la Colección del Museo Franz Mayer formaron parte de la vida cotidiana, por lo que cada una de ellas podría contar una historia diferente del mundo novohispano.

El historiador Fernando Benítez, acertadamente escribió lo que representaba el Galeón de Manila más allá de la ruta y la mercancía que transportaba, cuando respondió a la pregunta ¿Qué era la Nao de China?: “… un purgatorio marinero, un barco fantasma, la nave de locos, la ambición de los reyes, el botín de los piratas, la falda de las mujeres, los manteles de Damasco, el pañuelo de los adioses, el sufrimiento humano, la lotería de los pobres, la riqueza de las naciones…”.

Esta descripción nos lleva a indagar acerca del origen de la ruta trasatlántica la cual respondió a las “inquietudes” de la Corona Española por llegar a las Indias Orientales, que era como se designaba a la región de Asia. Durante el siglo XVI se emprendieron expediciones que lograron llegar a Filipinas, pero sin contar con un camino de retorno a Nueva España, hasta que en 1565 los vascos Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta dieron con las corrientes marítimas que permitieron el regreso, lo que completó un circuito comercial con China y le permitió a España competir económicamente con las potencias navales de la época: Holanda, Inglaterra y Portugal.

Sin embargo, la navegación de esta ruta resultó toda una travesía; tenía que realizarse en el mes de junio para llegar hasta el norte aprovechando los fuertes vientos que soplan en Asia meridional, llamados monzones, y así para evitar la época de tifones, ciclones tropicales que son acompañados de lluvias torrenciales. Ya en mar abierto, lejos del archipiélago filipino se buscaba la corriente del Kuro-Sivo, cerca de la costa del Japón, que llevaría a la embarcación hasta el margen de California para continuar rumbo al sur por toda la costa y arribar a su destino final en el puerto de Acapulco.

El trayecto era descrito como tedioso y arriesgado, duraba en el mejor de los casos de 4 a 6 meses, aunque se tiene registro de un galeón en 1724 que tardó 9 meses, probablemente presa de la “calma chicha” que dejaba inmóviles a las embarcaciones. Además, cabe señalar que las condiciones higiénicas de la tripulación en el galeón estaban lejos de ser las óptimas, la escasez de alimento era consecuencia directa de un viaje tan largo e impredecible. La falta de fruta y verdura fresca propiciaba que las personas enfermaran de escorbuto, por lo que se ha considerado que el Galeón de Manila es el barco con más mortandad en la historia, los registros indican que de cada 10 personas que se embarcaban en Manila solo 4 llegaban con vida a Acapulco. Asimismo, existía la posibilidad de que en su cruce transpacífico, el Galeón se encontrará a su paso con piratas europeos o corsarios asiáticos en búsqueda de su preciado cargamento.

Esta odisea duró aproximadamente 250 años y dejó un impacto en la cultura de México que es perceptible en la actualidad. El doctor Roberto Junco Sánchez, titular de la subdirección de Arqueología Subacuática del INAH señala que el Galeón de Manila – Acapulco, “es un tema fascinante, porque es una cosa de artes, oficios y productos que estaban atravesando el océano y que dejaron huella en la cultura novohispana que heredamos”. Esta reflexión se transmite a los visitantes de Viaje y Tornaviaje del Galeón de Manila a través de los núcleos que la conforman. 

DE CHINA A SEVILLA 

Al iniciar el recorrido guiado por Marco Villa, doctor en Historia Moderna y Contemporánea, señaló que “Manila fue una puerta al oriente, era un espacio administrado por la Nueva España y en el que se permitía este intercambio, pues el comerciante europeo no podía internarse directamente en China ya que había esta idea de que pudieran contaminarse con sus costumbres, los veían como bárbaros, al igual que en Japón”. 

En la primera galería comenzamos por “El viaje intercontinental”, de inmediato llama nuestra atención el globo celeste que data de 1799 manufacturado en Inglaterra, consta de una esfera de madera forrada de papel grabado, montada sobre una base tallada, el pensamiento inevitable al ver este artefacto es sobre su funcionalidad, pues servía para el posicionamiento de la nave sobre los mares. Ahí mismo, encontraremos instrumentos de navegación marítima y mapas del siglo XVII con diversas representaciones de Nueva España, y en el que se incluye un dibujo de W. M. Craig, que reproduce una vista de la ciudad y el puerto de Acapulco en la América Española realizado en 1807.

En esta parte, es necesario tomarse unos momentos para admirar el trabajo de un arcón originario de Manila, elaborado en maderas tropicales talladas, con embutidos de hueso y con acabado dorado; de una petaca con estructura de bambú, forrada en piel, cincelada y calada; y el baulito de madera tallada con guarniciones de hierro forjado, objetos del siglo XVIII que el doctor Villa, colaborador del Museo del Virreinato, resalta por sus particulares características: “muy bellos por sí solos, pero que también tienen esta cualidad de funcionalidad y de perdurabilidad”.

Continuamos el camino a la siguiente sala donde se ubica “Desde Oriente para Occidente”, módulo dedicado al que podría ser el producto más emblemático de la época, la cerámica esmaltada con diseños en azul cobalto. Estas piezas muestran escenas costumbristas propias de China, Japón o Tailandia. La estética de estos objetos dio origen al estilo chinesco que fue aplicado a las artes decorativas por españoles y portugueses, así como por holandeses, ingleses y franceses quienes encontraron un gusto por lo exótico que después permearía al continente americano. Las botellas y jarrones que se exhiben son de porcelana con esmalte azul vidriado pertenecientes a la dinastía Ming y Qing.

El tercer núcleo temático corresponde a “La Compañía de Indias Orientales” empresa transoceánica que a su vez sostenía relaciones comerciales con Asia. Entre los múltiples productos que intercambiaban se encontraba también la cerámica esmaltada, considerada como artículo de lujo que sólo podía adquirir la sociedad burguesa y nobiliaria.  Para satisfacer la demanda de un producto más accesible para el resto de la población, Holanda desarrolló una industria de loza fina que competía con las importaciones. Esta producción, además de reproducir escenas domésticas de los Países Bajos, incluyó los populares motivos chinescos y diseños naturalistas un tanto barrocos. En esta parte de la exposición se encuentran ejemplos de esta loza con su singular decoración, se trata de platos cerámicos de Delft, de la segunda mitad del siglo XVIII con detalles en esmalte blanco y azul cobalto.

Las secciones anteriores dan paso a “La loza blanca de Puebla”, el conjunto de obra más representativo para nosotros debido a la popularidad de la cerámica realizada en el estado poblano. Pero ¿qué relación existe entre la ruta del galeón y la talavera? El galeón de Manila desembarcaba en el puerto de Acapulco, pero como indica Marco Villa “el punto final no era México, de Acapulco la mercancía se iba a lomo de burro, a pie o carreta hasta Veracruz y de ahí a Sevilla”, aunque había encargos para Nueva España y algunos productos se comercializaban de manera informal, otras mercancías llegaban al célebre Mercado “El Parián”, que se ubicaba en la plaza mayor de la Ciudad de México, de ahí que los productos orientales poco a poco se posicionaron entre la sociedad novohispana. 

Especialistas afirman que la loza blanca de Puebla comenzó como una reinterpretación de la porcelana proveniente de oriente cuando hubo una reducción en su importación en la época virreinal, surgió de la combinación de arcillas de la región con técnicas locales que emularon las populares formas asiáticas, llegando a ser en la actualidad un ejemplo claro de la influencia oriental en nuestro país, pero consolidándose con una estética propia.

En esta parte luce un singular objeto denominado “Mancerina”, esta bandeja proveniente de Puebla elaborada a finales del siglo XVIII es de cerámica con decoración en esmalte blanco manganeso y azul cobalto, funcionaba como un servicio para el chocolate que se servía en la jícara del centro y en la parte baja se disponía el pan dulce para remojarlo. Así mismo, encontraremos un bote, una botella y un barril elaborados en el estado poblano, pero con su estilo característico.

HILOS DE SEDA

Para continuar con este viaje a través de la historia, se encuentra un núcleo que agrupa los “Hilos y textiles orientales”, donde no podía faltar otro de los productos más populares de oriente, la seda. De gran tradición en Asia se colocó en el gusto europeo y a través de la ruta del Galeón de Manila se filtró hasta posicionarse en la vida cotidiana de la población en Nueva España sin importar clases sociales. 

Estratégicamente colocados para poder observarlos a detalle, se exponen mantones de Manila de la época de la dinastía Qing (1644-1911), elaborados en seda y bordado con hilos de seda teñidos, así como abanicos chinescos en excelente estado de conservación. Una prenda que conocemos perfectamente, el rebozo, tiene cabida en esta sección, se muestran algunos confeccionados en hilo de seda de finales del siglo XVIII, algunas teorías atribuyen que el origen del rebozo se debe a una prenda de inspiración oriental o bien deriva de la mantilla española combinado con el 

ayate indígena.

En esa misma sala se ubican piezas que son muestra del “El arte de la laca”, técnica oriental que encontró en Guerrero, y en Michoacán, la maestría artesanal para plasmar elementos chinescos mezclados con los propios en la decoración de cajas, baúles, alhajeros, etc. Un baulito y una batea del siglo XVIII procedentes de Olinalá y Pátzcuaro respectivamente, son ejemplo claro de la influencia oriental, elaborados en madera tallada, laqueada, policromada y dorada. 

Un elemento imposible de escapar a nuestra vista es un magnífico Biombo del siglo XVIII, de estuco moldeado y dorado, decorado con escenas que incluyen pagodas en escenarios imaginados que evocan al oriente, pues lo más probable es que esta pieza fuera producida en México en tiempos de Nueva España.

Hasta este momento, se han descrito productos chinos, japoneses, indios y de otras latitudes que dejaron su influencia en el territorio nacional, entonces surge una duda, ¿qué era lo que llevaba el galeón de Manila en su tornaviaje?, el buque partía de Acapulco cargado de plata, por lo que se ha dedicado un espacio dentro de la exposición a “La plata de intercambio”, donde se exponen ejemplos del siglo XVIII de lo que llegaba a Filipinas, ya sea en forma de objetos litúrgicos debido a la creciente presencia del catolicismo en Asia, así como utensilios de plata de uso cotidiano,  los cuales se convirtieron en símbolo de estatus entre la población virreinal.

Al término del recorrido el doctor Villa enfatiza en cómo la exposición Viaje y tornaviaje del Galeón de Manila permite al visitante reflexionar sobre quiénes somos: “Le recuerda o quizá por primera vez muestra que los objetos que producimos no solamente se dan en el encuentro de dos culturas, la hispánica y la mesoamericana, sino también hay influencias del oriente…”. Cada uno de los objetos que conforman la exposición, son parte de una compleja red comercial, social y tecnológica, muchos de ellos llegaron a nuestro continente sorteando una serie de obstáculos y representan la osadía de mujeres y hombres que se embarcaron en la ruta del Galeón de Manila. La comercialización de estos productos trajo consigo nuevas formas de hacer y de relacionarse con el entorno, nuevas técnicas se desarrollaron a partir del deseo de emular lo hecho en tierras lejanas dejando un legado de piezas tan mestizas como el mismo mexicano.

La exposición estará vigente hasta el 22 de marzo del siguiente año, una oportunidad única para embarcarse en esta exposición que nos lleva al lejano oriente sin desplazarse de San Luis Potosí.

*Pedro Mendiola es Maestro en Historia del Arte y titular de Servicios Educativos y Vinculación de la Caja Real, Centro Cultural Universitario.