JUAN GORUPO, el escultor que materializa el sentimiento

JUAN GORUPO, el escultor que materializa  el sentimiento

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Un gato, un rostro mofletudo y con los ojos muy abiertos, objetos que viven por la forma, el universo de Juan Gorupo se abre para dejar salir el mundo de un joven ensimismado que encuentra la expresión en la forma

D esde chico Juan Gorupo descubrió que el medio para expresar sus ideas no era a través de la palabra sino de la forma. Era un niño ensimismado, profundamente observador de su mundo circundante pero que gustaba de habitar en su planeta interior. Sin embargo, lo que aquel infante nunca imaginó, es que todo el que observe alguna de sus piezas puede conectar con ese universo interno que ahora esté hecho de bronce, polímeros o cartonería.

Gorupo moldea un cúmulo de experiencias para convertirlas en las piezas que hoy integran la muestra escultórica de Intrauterino, que se presenta en Caja Real de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Muchas de las obras tienen su origen en las vivencias del autor, otras tantas dejan ver las concepciones que Juan tiene de la vida, pero en todas es igualmente tangible la capacidad del artista para darle al sentimiento tamaño, volumen y color.

Tres rostros monumentales nos reciben en la exposición, al entrar parece que nos observan tanto como nosotros a ellos. El concepto del “laberinto” es la clave que nos permite descifrar el porqué de las enigmáticas caras, en palabras de su creador “… tiene que ver con lo fortuito y lo azaroso de haber encontrado a alguien equiparable a mi entre un abismo de personas”.

El artista plasma su sentir con una serie de caminos y encrucijadas que conforman las sombras que dibujan el contorno de las tres piezas, al igual que en el poema de Borges, Gorupo se siente condenado a recorrer un “camino de monótonas paredes” aunque tiene la certeza de que “en la sombra hay otro, cuya suerte es fatigar las largas soledades que tejen y destejen este Hades”, y en esa persecución recíproca llega el anhelado “último día de la espera” cuando conoce a su actual esposa que inmortaliza en las tres figuras desmedidas. 

En María Moronga, el juego de luz y sombra que incluye sutilmente al laberinto, representa esa búsqueda constante, que al encuentro de dos personas en simultánea existencia en tiempo y espacio disipa la penumbra. Esta pieza es un perfil aparente de la persona que la inspira, lo sé, porque en ambas predominan los ojos grandes y expresivos. El trabajo es sólo un reflejo de su compañera, una imagen superficial que reproduce sus rasgos de manera muy singular.

Calavera es la misma pieza, pero intervenida con capas que irónicamente nos llevan a una exploración más íntima pues, Gorupo explica que “disfrutas más de alguien, conforme más la conoces”. Los relieves representan el tejido muscular, se deja ver la estructura del cráneo y se expone los pómulos y la mandíbula. En este caso la superposición nos habla plásticamente de profundidad, de esta forma el escultor captura esa alteración del estado físico medible por el ritmo de los latidos del corazón, reacción instintiva a los estímulos externos, regularmente de corta duración que se denomina, emoción.

Las emociones siempre anteceden a los sentimientos, sin ellas no existen, por lo que Gato es la pieza que completa el tríptico, y en la que el artista ahonda hasta el subconsciente, estructura de la mente capaz de provocar una disposición más duradera y recurrente, que se mide con la experiencia de vida y que llamamos, sentimiento. Es así como un estado de enfado o tristeza, de euforia o afecto da salida de manera incontenible a las lágrimas, llanto que se marca en la obra de Gorupo por las líneas que comienzan en los ojos y recorren las mejillas hasta llegar a la figura felina que se esconde en la parte inferior del rostro, como si esa fuera la personalidad oculta, la parte más vulnerable que nunca se muestra, y que sólo se revela mediante el vínculo del ánima.  

Esta sucesión facial, María Moronga - Calavera - Gato muestra en relieve y para goce del espectador, la cadena emoción - sentimiento. Juan Gorupo se vuelve el escultor de lo inmaterial y exhibe en las mamparas del Centro Cultural el funcionamiento de la psiqué, y le ofrece, a quien se atreva, la oportunidad de pararse frente a estas esculturas para evidenciar su propia vulnerabilidad, una experiencia estética característica de una verdadera obra de arte.