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Se llama calma

Cale agundis

Por Redacción

Enero 25, 2025 03:00 a.m.

A

Y  me costó muchas tormentas. Cierto día entre semana, me encontré a papá sentado como si nada, en una de las bancas de San Francisco. Fumaba un cigarro y cruzado de pierna, me vio pasar… “quihúboles hija” me dijo, como siempre me decía. “Ay papi que, quitado de la pena, ¿por qué no estás en el consultorio? Pregunté intrigada. “Estoy disfrutando de la vida…” me dijo echando una bocanada de humo despacio y mientras trataba de hacer figurillas. ¡Qué calmudo! Le dije. “Sí hija… la calma no siempre llega fácil”. Me dijo. “Es como un destino lejano que se desvanece entre las olas de la incertidumbre, y cuando por fin se alcanza, se siente como un logro monumental. Yo, antes de conocerla, viví entre las tormentas: una tras otra. La vida me presentó desafíos que me hicieron tambalear, y cada vez que pensaba que había encontrado un equilibrio, una nueva tempestad me arrastraba nuevamente”. De hecho, Hubo momentos en los que dudé de que la calma existiera, Las tormentas me enseñaron a luchar, a resistir, pero también a perderme en el miedo. Ahora sé que la calma no es algo que se pueda forzar ni apresurar. Es un regalo que surge cuando dejamos de esperar que la tormenta termine, y comenzamos a danzar con ella. Concluyó aquel hombre bueno… mi padre, mientras se terminaba lentamente su cigarro.