A la sombra de un plátano cerca de la frontera de Albania con Grecia, Jorgji Ilia llena una botella con agua en uno de los numerosos manantiales del río Vjosa.
“No hay nada mejor que el río”, dice este maestro de escuela jubilado. “El Vjosa embellece nuestro pueblo”.
El Vjosa es temperamental y voluble, a veces de un azul cobalto translúcido y otras de un verde barroso; tranquilo de a ratos, un verdadero torrente en otros. Nada lo contiene a lo largo de sus 270 kilómetros (170 millas) de extensión por las laderas boscosas de las montañas Pindus de Grecia hasta llegar a la costa adriática albana.
Es uno de los últimos ríos salvajes de Europa. Pero, ¿por cuánto tiempo más?
El gobierno de Albania planea construir represas en el Vjosa y sus afluentes para generar electricidad en uno de los países más pobres de Europa. Se construirían ocho diques en el propio Vjosa.
El proyecto es parte del boom mundial de la energía hidráulica, notable sobre todo en el sudeste asiático, América del Sur, África y partes poco desarrolladas de Europa. Tan sólo en los Balcanes hay 2.800 proyectos, muchos de ellos en marcha. Un “tsunami de diques”, según Olsi Nika, de EcoAlbania, una organización sin fines de lucro que se opone a estas obras.
Algunos dicen que la hidroelectricidad es una fuente confiable y barata de energía renovable que ayuda a combatir la dependencia de los combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático dice que tienen un “potencial importante” para reducir más todavía las emisiones de carbono.
Estudios recientes, no obstante, ponen en duda el valor de la hidroelectricidad en la lucha contra el calentamiento global. Afirman que se exageran los beneficios de la hidroenergía, y que los daños que produce son mucho más grandes.
Los ríos son una parte crucial del ciclo del agua. Son las arterias naturales del planeta, transportando energía y nutrientes, suministrando agua para beber, para la producción de alimentos y para la industria. Son un medio de transporte de personas y bienes, y un paraíso para la pesca y el remo. Albergan una enorme variedad de peces y ofrecen refugio y alimentos a aves y mamíferos.
Pero las represas interrumpen ese flujo y la vida a su alrededor. Si bien la instalación de escaleras de peces y la ampliación de túneles ayuda a algunas especies a evadir las represas, esos métodos no han funcionado en sitios como la Amazonía, según Julian Olden, ecólogo de la Universidad de Washington que ha estudiado el impacto de las represas en Brasil, Australia y Estados Unidos.
Las represas bloquean el flujo natural del agua y los sedimentos, y pueden causar cambios de temperatura perjudiciales. También pueden cambiar la composición química del agua y alimentar la propagación de algas.
“Cuando se construye una represa, no hay retorno”, afirma Olden. “Privas al río del agua. No sorprende que sus habitantes probablemente desaparezcan”.
Quienes viven en las riberas de los ríos o dependen de su agua temen que los diques acaben con el Vjosa que ellos conocen. Su frágil ecosistema será alterado para siempre y muchas personas perderán sus tierras y sus viviendas.
“Es como los humanos”, dice Elton Pashollari, guía de rafting cuyos clientes se sienten muy atraídos por el indomable Vjosa. “¿Qué pasa si una de tus arterias deja de funcionar? La sangre ya no circula. Lo mismo sucede con el Vjosa”.
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Desde el plátano de Ilia cerca de la frontera griega, el Vjosa se dirige al norte a través de estrechos cañones antes de cruzar una ciudad llamada Tepelene. A esa altura pierde fuerza, se ensancha y sus riberas están llenas de gravilla, tornándose en un “río trenzado”, como se denomina a los cauces anchos, poco profundos, dentro de los cuales la corriente se divide en varios flujos que se entrelazan.
Esta característica es vital para los ecosistemas locales. Crea distintos hábitats y permite el flujo de sedimentos, fertilizando los terrenos inundables y rejuveneciendo los lechos de los ríos.
El Vjosa revela aquí otro aspecto de su naturaleza indómita. Después de las inundaciones periódicas, el río puede cambiar de curso y sus trenzas se reconstituyen con la ayuda de la grava, que hace de filtro y de sistema purificador.
“Un río natural es un río dinámico, con vida”, dice Nika, de EcoAlbania. “Vive día a día y cambia su rostro. Después de cada inundación, jamás volverás a ver el mismo escenario”.
La capacidad del río de limpiarse a sí mismo es crucial en un país con rudimentarios métodos de manejo de desechos. Por años la gente dispuso de su basura tirándola en zanjas desde donde iban a parar al río, dejando rastros de plásticos y ropa colgados de las ramas de los árboles. La capacidad del río de limpiarse a sí mismo, sin embargo, hace que la calidad del agua sea aceptable.
Unos 25 kilómetros al noroeste de Tepelene, el lecho del río se hace más angosto y cruza un estrecho cañón lleno de vida, donde las aves se posan en árboles que se sostienen precariamente en las paredes del desfiladero. Poco después se perciben los primeros indicios del dramático impacto de las represas.
Al salir del cañón se topa con Kalivac, donde iba a construirse una represa. Una firma italiana se llevó el contrato a fines de la década de 1990 y empezó las obras, pero nunca las terminó debido a demoras y problemas financieros. Hoy es una obra abandonada, vigilada por guardias para evitar saqueos.
La mitad de la ladera a un lado fue excavada, creando enormes cavidades con forma de escalera en las rocas. Hay vehículos abandonados y una excavadora semienterrada, de la que cuelgan ramas y escombros.
El gobierno acaba de conceder otro contrato a una firma turca.
Para Benedikt Baeumler, ejecutivo alemán que recorre el río en kayak, la escena fue impresionante.
“Teníamos toda esta naturaleza hermosa y de repente nos topamos con estas escaleras que parecían pirámides egipcias”, comenta.
Pocos días antes, varios kilómetros más arriba, este hombre de 43 años se mostraba ambivalente en relación con los proyectos de energía hidroeléctrica y decía que en su propio país había muchas represas en los ríos.
Pero lo que vio en Kalivac lo hizo cambiar de parecer.
“Es increíble lo que hicieron con la naturaleza, como sacaron partes de la montaña”, manifestó mientras acampaba en un banco de arena en junio. “Espero que nunca se construya esta represa”.
Muchos lugareños coinciden con él. Decenas de residentes del pueblo de Kute, río abajo, se unieron a organizaciones sin fines de lucro para presentar la primera demanda que registra Albania contra la construcción de una represa en el cañón de Pocem, a poca distancia de Kalivac. Un juez les dio la razón en el 2017, pero el gobierno apeló.
La victoria fue importante, aunque tan solo una de muchas batallas. A la semana siguiente, el gobierno autorizó la concesión de Kalivac. EcoAlbania planea acudir a los tribunales también en este caso.
En el plano ecológico hay mucho en juego.
Un estudio del 2018 encabezado por Fritz Schiemer, de la Universidad de Viena, reveló que el Vjosa tiene una enorme diversidad. El equipo registró más de 90 invertebrados acuáticos en los sitios donde se planea construir represas, y cientos de especias de peces, anfibios y reptiles, algunas en peligro de extinción y otras típicas de los Balcanes.
“La mayor parte de esta diversidad desaparecerá si se construyen represas”, advirtió el informe.
Las represas pueden producir descalabros en la cadena alimenticia y reducir la población de insectos que alimentan a los peces al limitar la capacidad de los insectos de desovar, lo que a su vez limita la cantidad de alimentos vitales para las aves y los mamíferos. Pero el problema más conocido de las represas es que obstruyen el paso de peces que avanzan río arriba para desovar. En Estados Unidos, por ejemplo, la población del salmón del Atlántico ha mermado significativamente, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, en buena medida por las represas.
Mientras que en las naciones menos desarrolladas aumentan las presiones para construir represas, en Estados Unidos y Europa occidental ocurre lo contrario. Se presiona para derribar represas consideradas obsoletas y que afectan el medio ambiente.
En Estados Unidos han sido desmanteladas más de 1.600, la mayoría de ellas en los últimos 30 años, de acuerdo con la organización American Rivers. En Francia comenzó este año la destrucción de diques más grande jamás emprendida en Europa, con el desmantelamiento de dos represas del río Selune en Normandía.
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Quedan tan pocos ríos en su estado natural, que el Vjosa se ofrece como un caso importante para estudiar el comportamiento de los ríos.
“La ciencia está apenas empezando a comprender cómo funciona la biodiversidad de una red de ríos y cómo se mantiene”, dice el investigador Gabriel Singer, del Instituto Leibniz de Alemania. “El Vjosa es un sistema único”.
Para Shyqyri Seiti, de 65 años, el río es un asunto personal.
Lleva un cuarto de siglo transportando personas, bienes y ganado por el río y la construcción de la represa sería desastrosa para él. Se perderían muchos terrenos y casas de su pueblo, Ane Vjose.
“Para mí, el río lo es todo”, relata. “Algunos se beneficiarán de la construcción de la represa, pero inundará toda la zona. Póngase en nuestro lugar. ¿Cómo se sentiría si lo pierde todo?”.
Su amor por el río es intenso. Le permite alimentar a su familia y pescar. Los peces que agarra los come o los vende. Le enseñó a sus cinco hijos a nadar en el río. Todas las mañanas corre junto al río tan solo para disfrutar de la vista.
Seiti ha protestado en contra de los planes, pero algunos vecinos no están de acuerdo con él. El alcalde Metat Shehu insiste en que a la comunidad “no le interesa” este asunto.
“El Vjosa está contaminado. Sus plantas y criaturas han desaparecido”, asegura el alcalde mientras cuida sus cabras. Lo grave de todo esto, sostiene, es que a los lugareños les ofrecen muy poco para que dejen sus tierras. Pero espera que la represa traiga inversiones a la región.
Diez kilómetros (6 millas) río abajo se encuentra Kute, una localidad alta desde la que se ve al Vjosa serpentear hacia el norte, hasta el mar. Los residentes de Kute se sumaron a una demanda contra la represa de Pocem que hubiera inundado sus tierras, algunas casas y el cementerio, algo inaceptable para muchos. Aliviados por su victoria legal, ahora esperan ansiosamente la respuesta a la apelación del gobierno.
¿Se puede frenar el proyecto del Vjosa?
Funcionarios del ministerio de energía rechazaron numerosos pedidos de entrevista para hablar del tema.
Jonus Jonuzi, agricultor de 70 años que se crió junto al río, no pierde las esperanzas.
Sus cinco hijos crecieron aquí y ahora ve a sus nietos jugar en sus aguas. Temprano todas las mañanas cruza un puente sobre un estrecho desfiladero para atender sus cabras antes de que su hijo las lleve a un manantial para que tomen agua fría y cristalina.
“Todo lo que tengo se lo debo al río”, explica. “Albania necesita energía eléctrica. Pero no se puede crear una cosa destruyendo otra. Por qué hacer cosas que serán irreparables, de las que las futuras generaciones nos responsabilizarán?”.