Confianza en las instituciones

¿Las instituciones públicas responden a la altura de las expectativas de la sociedad a la que se deben? ¿Cómo hacemos para saber que esto ocurre?. Quienes están interesados en los asuntos públicos ya habrán visto, por lo menos alguna vez en los últimos años, sobre las distintas encuestas que se practican para medir el nivel de confianza que los ciudadanos tienen en las instituciones. De esta manera suele preguntarse (en escala que suele ser cuantitativa) qué tanto se confía en las instituciones que se relacionan con la vida pública de la sociedad. 

Hay que leer y valorar los resultados de forma adecuada. Casi en todas las encuestas que se realizan en México sobre este tema, hay ciertas regularidades: en los primeros lugares suele encontrarse a la Iglesia Católica, al Ejército y a las universidades, luego a media tabla encontramos a los organismos autónomos, los medios de comunicación y las empresas, mientras que en el tercio final suelen encontrarse a los poderes del estado –Ejecutivo, Judicial-, a los partidos políticos, a los sindicatos, a diputados y senadores –por separado- y a las policías.

¿El nivel de confianza refleja la satisfacción de la sociedad por sus instituciones? No necesariamente. Considero que por lo menos hay dos formas de observar esta relación de confianza: la primera y más evidente tiene que ver con lo que las organizaciones representan para la sociedad a la que se deben; la segunda se relaciona con la valoración que los ciudadanos tienen por el desempeño de sus instituciones. Mi sospecha es que si hay instituciones bien valoradas, es por lo que representan para su sociedad; y si son mal valoradas, es por su pobre desempeño. 

Para tratar de contestar a la pregunta con la que inicio este texto, quisiera centrarme ahora en la forma que son entendidas las instituciones, porque quizás eso define las expectativas y percepciones que la ciudadanía tiene sobre éstas. Mi hipótesis apunta a que la ciudadanía se concibe a sí misma de manera diferenciada frente a las instituciones de la sociedad: No es igual la relación o interacción que tiene la sociedad frente a la Iglesia, el Ejército o los diputados de representación proporcional. Frente a unas instituciones la sociedad suele ser pasiva o receptiva, frente a otras, parece ser activa y demandante.

Voy más allá. Estoy convencido que el buen desempeño, la responsabilidad y la confianza en las instituciones pueden ser resultado de una sociedad que entiende, se comunica, demanda, exige y colabora con las instituciones. Pensemos en la democracia electoral como ejemplo. Soy de la idea de que nuestras elecciones funcionan mejor si favorecemos votos informados. El efecto político de esas votaciones no es la mera agregación aritmética de boletas, sino la expresión de una sociedad que reflexiona –de manera diversa- y expresa sus preferencias políticas a través del voto. La exigencia ciudadana frente a la autoridad electoral se traduce en compromiso por la imparcialidad, la exigencia frente a los partidos y candidatos se traduce en expectativas por el bienestar o la honestidad. ¿Pero qué ocurre cuando hay electores que no comprenden lo que están votando ni los mecanismos por los cuales se garantiza la integración de órganos gubernamentales?. Nuestra democracia se perfecciona en la medida en que la ciudadanía se involucra de manera más significativa –y reflexiva- en los procesos electorales; es así como los individuos entienden mejor el rol de los actores políticos y las instituciones electorales y definen sus expectativas de manera diferenciada.

Le comparto ahora mi preocupación real. Es necesario dimensionar la forma en que el ciudadano se concibe a sí mismo como miembro de una sociedad, para luego definir su rol frente a las instituciones. Hay quienes piensan que la ciudadanía consiste en votar, pagar impuestos y recibir beneficios. 

Gracias a Dios –dijo Leonard Cohen- no es así se simple. O no debería serlo. Y las instituciones que trabajan en favor de la calidad de la ciudadanía parecen estar en peligro de extinción.