De enseñanzas y lecturas
Esta semana tuve la oportunidad de asistir como parte del jurado al concurso Joven Lector (lectura y comprensión lectora) en la telesecundaria de una comunidad del municipio de San Nicolás Tolentino, de lo cual agradezco a la maestra Martha Cano por invitarme, a la supervisora de zona Erica Gómez y directivos, docentes, personal y alumnado de las escuelas de ese cálido y caluroso municipio por sus atenciones.
Casi todos y todas dieron su mejor esfuerzo como representantes de sus escuelas. Mediante sorteo se les asignó a cada quien un cuento, que durante una hora leyeron y del cual hicieron un material didáctico o de soporte. Luego pasaron a exponer “lo que entendieron” y su material, y también leyeron unos párrafos del escritor rioverdense Jorge Ferretis. Entre los rubros a calificar estaban la explicación del cuento, su opinión personal y el material elaborado sobre el texto asignado, así como su fluidez y dicción en la lectura en voz alta.
Me quedé con ganas de platicar con alumnado y profesorado, dar algunos consejos sobre materiales, lectura y escritura, pero ya era muy tarde y había que regresar. Espero se dé la oportunidad un día de estos. Van algunas reflexiones, que para eso escribo, a ver si algo queda de lo que me apasiona. Sugeriría al menos el plural en el nombre del concurso: “Jóvenes lectores”. Hubo explicaciones y reflexiones desde el corazón; con duda, sí, pero buscando ese real qué quizo decir quien escribió la historia (aunque no siempre hay “enseñanza” como tal). Y no es lo mismo mapa mental que esquema. También prefiero la espontaneidad sobre los discursos aprendidos, la creatividad en lugar de mucho texto en los materiales. Quizá dar menos puntos por palabras difíciles y más por el énfasis de los signos de puntuación (admiración e interrogación incluidos).
Estar frente a grupo es cansado pero satisfactorio. Así ha sido en cada grupo escolar que he estado, como alumno o profesor ha habido satisfacciones. En todos los escolarizados (bachillerato u universidad) ha habido al menos uno o dos alumnos (por supuesto que los hubo donde eran más) que me hacen sentir deseoso de seguir compartiendo lo que me apasiona: la lectura y la escritura: siempre surge algún escritor en ciernes, alguien que pide otros libros, o duda, o cuestiona con argumentos válidos, otro que busca sugerencias sobre cómo mejorar como lector y como persona.
Los talleres literarios son otro rollo: ahí sí, cada persona va porque quiere, porque trae la inquietud, las ideas para empezar. Como dijo Murakami, cada año suben al ring muchas personas que publican algo, que quieren hacer carrera. Hay que entrenar y aguantar muchos golpes, cambiar de técnica cuando es necesario, no aventar la toalla. Sólo unos/unas cuantos/cuantas permanecen después de unos años.
Aunque leer mucho no es garantía de escribir mejor, como escribe Ana Torres Menárguez en El País: “Para aprender a redactar es necesario fijarse en las construcciones de las frases y ser muy consciente de lo que ha intentado hacer un autor para luego ponerlo en práctica. No basta con leer de corrido y quedarse solo con la trama de la novela”.
En una escuela privada de cuyo nombre no quiero acordarme hice alguna vez una prueba de comprensión lectora. Para mayor facilidad fue sobre un microcuento de tres párrafos. Cinco preguntas, cada una con cinco posibles respuestas, a 56 alumnos de bachillerato y 30 de licenciatura. Solo una persona sacó bien los cinco incisos. De bachillerato.
Hace unos días platicaba con los colegas invitados a un foro sobre el libro y la lectura de cómo por no “obligar” se va perdiendo la memoria en muchas áreas del conocimiento, pues todo lo resolvemos con aplicaciones o gugleadas. El cerebro también necesita ejercitarse, ponerse retos.
Como escribió Fernando Iwasaki en Jot Down Magazine: «Si el problema es el verbo “obligar”, entonces habrá que usar “exigir”, “impeler” o “instar” para que los alumnos lean, porque tienen que leer. […] Si los maestros les explicaran la relación que existe entre la armadura de Aquiles y la armadura de Iron Man o entre la espada Excálibur y las espadas láser de La guerra de las galaxias, los alumnos lo agradecerían.»
En fin, feliz día de los maestros y maestras a colegas y colegos.
Feliz día, maestra.
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Posdata: ese día estuve desconectado muchas horas, porque no hay señal de Internet en Los Moreno. Disfruté enormidades el no estar, el que no se supiera de mí, pero también sufrí al no poder comunicarme con una persona. Esa persona.