De lecturas y otras fiestas
Así, De lecturas y otras fiestas, titulé un libro electrónico en formato PDF (disponible en https://es.scribd.com/document/488857501/De-lecturas-y-otras-fiestas) con una pequeña selección de lo publicado en esta columna los dos primeros años en Pulso, relacionado con libros y lecturas. Les invito a descargarlo, leerlo y, si es de su agrado, compartirlo, que para eso es.
Lo anterior viene a cuento porque el próximo viernes 12 de noviembre es el día nacional del libro y la lectura, en honor a Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, la Décima Musa. Esperemos que haya muchas actividades y de todo tipo (y no solo el viernes) en librerías, bibliotecas, clubes de lectura, círculos de amigos, clubes de lectura, escuelas de arte, universidades y escuelas de nivel básico.
Más que festejar solo a los libros, hablemos de “textos”, contenedores de palabras impresos, electrónicos, de audio, de pocas hojas o con varios tomos. Hablar solo de libros pude ser hasta excluyente de otras formas de lectura, y hacernos caer en eso que llaman “sacralización” del libro (o peor, de ciertos autores). Un diario, una revista, un fanzine o un audiolibro son también vehículos para la historia y el goce. Se trata también de festejar a las bibliotecas, las librerías comerciales y de libros usados, las editoriales grandes y pequeñas, los archivos, las hemerotecas, pues son contenedores de esos contenedores (textos) de la memoria escrita y visual.
Es un mito que se deba leer “a fuerza” tal o cual libro, o que leer nos haga mejores personas. Hay de todo. Hay personas que leen mucho o hasta escriben y decepcionan al conocerlas, o hay quienes tienen sabiduría sin haber abierto nunca un libro. Se sabe de casos de compra de libros “por colores” para adornar la casa o el escenario para “el zoom”.
No toda la poesía es romántica o a la patria. Hay historietas que son arte. Y así en todos los géneros. Y sean de historia o de narrativa, en los libros como en la vida real, las mejores historias son las que tienen personajes con personalidad (válgase la aparente redundancia). Casi nadie en la vida real es “malo-malo” o “bueno-bueno”, aunque sus antagonistas así los presenten, sea en política o dentro de la misma familia. En los libros es igual: los personajes complejos son los que nos atrapan, y para crearlos hay que ponerse “en los zapatos” del otro. “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”. Así inicia León Tolstói su Ana Karenina.
Como todo quehacer en el sistema en que vivimos, el libro como objeto y producto es capital. Mucho capital económico se mueve alrededor de este capital simbólico, y al lado de quienes escriben best seller hay otros que pocos conocen, hay libros caros y otros muy baratos; los hay bien corregidos, bien diseñados y bien editados, y los que se nota que ni una coma (cuando las hay) les movieron.
Cuando me han tocado materias como literatura o redacción en niveles medio superior o superior, lo que me preocupa, más que la falta de gusto por leer, es la falta de comprensión lectora. Buen parte del alumnado lee, pero no puede entender, y peor, ni le preocupa. Dice que entiende pero no pilla intenciones, mucho menos giros de la trama, temporalidades diferentes o voces de los personajes. En los talleres literarios es diferente: se asiste por gusto, porque se ha leído (casi siempre) y se quiere aprender.
Hagamos un intercambio de libros. Vamos a darnos una vuelta a las librerías, a la biblioteca, aunque no compremos: siempre hay algo que ver, quizá el texto de una cuarta de forros nos atrape. Y eso por no hablar de la parafernalia que acompaña al libro en si: separadores, atriles, lamparitas, libretas, plumas, lapiceros, muñequitos de personajes, autores y autoras y mucho más. Ah, mi blog está abierto a colaboraciones, como siempre.
Leer no debe ser obligtorio pero, eso sí, hace vivir otras vidas, replantear la propia. Y por eso hay que hacerlo, como un goce, como una rebeldía. Por eso Carl Sagan escribió esto:
«Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. “Para tener contento a un esclavo —escribió Bailey más adelante— es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental y, siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón”. […] Esta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta.»
Por ejemplo, desde la Dirección de Publicaciones de la Secretaría de Cultura este viernes se hará entrega de 58 paquetes complementarios para bibliotecas municipales y habrá lecturas públicas en los Paralibros. En la Casa del Poeta Ramón López Velarde se realizará un mercado con editoriales potosinas, institucionales y particulares. Habrá libros gratis para lectores y lectoras de 6 a 12 años de edad. También allí, el próximo sábado 13 iniciaremos un taller de cinco sesiones, y agradezco de corazón la anfitrionía. Tres horas la semana hasta el 11 de diciembre. Cooperación casi simbólica para el gusto de mejorar la obra propia y de otros asistentes, de intercambiar lecturas, de platicar sobre cómo se hacen los libros, quiénes los hacen y los textos que los componen.
Feliz día nacional del libro y la lectura. Feliz día de sor Juana, la única santa que no necesita que truenen cohetes para celebrarla.
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Posdata: el homenaje a José Alba de Santos (1945-2021), director y promotor del diario El Ciudadano Potosino (1994-1995), se llevará a cabo el sábado 27 de noviembre en el Centro de las Artes de San Luis Potosí. Habrá un número especial del periódico y mesas de diálogo.
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