Día de muertos vs. muertos del día
La muerte es un momento y solemos personificarla en un esqueleto, hombre o mujer, niño o anciano, pobre o rico. De Todos los Santos a Xantolo, de Halloween a Día de Muertos, estas fechas son para recordar con bailes y máscaras, con un altar aunque sea una mesa sin mucho adorno y sin mucha ofrenda. Con una foto y una veladora es suficiente para alumbrar la memoria y el camino de quienes se fueron y, queremos creer, vienen a visitarnos.
Carmen Villoro dedicó a su padre, el filósofo Luis Villoro, su poemario Liquidámbar (Mantis, 2017), en el que viene el siguiente poema:
Un árbol:
Entre todos los árboles
hay uno que me importa.
Lo alimenta la luz de la mañana
lo habitan pájaros
el viento lo sacude
la noche lo refresca como a todos.
Pero ese árbol preciso me interesa.
Quiero que tenga el agua necesaria
abonar su terreno
cuidar sus hojas, una a una
y proteger sus brotes y sus tallos.
Ese árbol tan viejo y tan lejano
me obsesiona:
no quiero que se muera.
El Xantolo, festividad huasteca, ha sido “extraída” como símbolo de identidad potosina, y ahora se convirtió en una forma de “alargar” la llegada de nuestros seres queridos. Si en la gran Tenochtitlán asombraban los tzompantlis (“hilera de cabezas o cráneos” en traducción más o menos literal), muestra de los sacrificios rituales de enemigos de guerra, hoy los pisos del altar bordeado de cempasúchil se pueblan de calaveras de papel o cartón, cráneos de azucar y frutas de dulce. Comparsas y disfraces han llenado las plazas y allí estarán hasta el 2 de noviembre, el día oficial.
Hay quienes se siguen peleando por lo que es o no es tradición, cuando los rituales y significados cambian tanto. Ahora hasta hay una noche para la visita d nuestras mascotas difuntitas. El desfile de calaveras surgió con una película de James Bond (y Érase una vez en México, tan subestimada) y La llorona es hoy himno del día de muertos gracias a Disney. Ya se le llama catrina a cualquier calavera vestida. Y bueno. Hay esencias en cada uno de nuestros ritos, pero se adaptan a necesidades y gustos populares. El cempasúchil en los altares “monumentales” (otra “tradición” de reciente cuño) suele ser de plástico, las calaveras de silicona, pero no quita la forma en que cada quien nos hacemos cargo de nuestras nostalgias por los momentos vividos con los que ya se fueron.
Pero más que el día de muertos nos deberían preocupar los muertos del día. La huesuda está haciendo su agosto en pleno octubre. De la guerra en medio oriente al temblor en Turquía, del huracán Otis en Acapulco a los tantos caídos aquí y allá en ataques directos o “enfrentamientos entre civiles”, en accidentes o por “sospechosismo” en los retenes oficiales y no.
En Acapulco y otros municipios de Guerrero el daño es “devastador” según la gobernadora, Evelyn Salgado. Hasta ayer la cifra oficial era de 39 muertos (aunque se dice que el Semefo no se da abasto), 10 desaparecidos, y seguían sin agua ni telefonía. Ojalá no haya más muertos, pero que no se maquillen las cifras si los hubiera. La mayoría de la zona turística (80 % de hoteles) fue afectada, incluso con pérdida total. Las imágenes de saqueos son numerosas y el temor a la rapiña de las autoridades crece: ya no sabe uno dónde o cómo mandar apoyo que llegue verdaderamente a quienes lo necesitan. Busquemos las vías más confiables.
Como cada año les invito a participar en la actualización del blog Muerte y arte en SLP (y, obvio, más allá)” con poemas, calaveras, cuento breve, fotos o ilustraciones; los materiales serán subidos del 31 de octubre al 2 de noviembre.
Para muestra, van dos cuartetas de la calavera que gentilmente me dedicó el colega Armando Tumbas, y que se publicará íntegra en el mencionado blog:
Roque lloraba de miedo, ya no supo que decir,
las patitas le temblaban, porque no quería morir.
La huesuda no perdona, y no iba a estar alegando,
la cabeza le arrancó, pa que no siguiera hablando.
La parca se lo llevó derechito hasta el panteón,
no le dio oportunidad de que hubiera velación.
En el camposanto estaba una sorprecita hermosa,
una bruja guachichil lo guardó bien en la fosa.
Recordemos, con máscaras o con la pura piel que cubre la calavera, con música o en silencio. Escribamos calaveras y epitafios. A limpiar y colorear tumbas. Pidamos calaverita o jalogüín. Tenemos tantas raíces que podemos escoger en cual nos elevamos.
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