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Divagando sobre la Navidad

Por Marta Ocaña

Diciembre 10, 2025 03:00 a.m.

A

Estas semanas me han transcurrido rodeada de gripas, resfriados y catarros; cada una versión diferente de un malestar que ataca ojos, nariz, oídos y garganta y en un descuido más allá, pulmones, bronquios y sistemas vecinos.  

Vamos de un lado a otro entre kleenex y esferas de navidad, luces blancas para el arbolito y esferas que desprenden nieve sintética y que fascinan a los niños y a muchos adultos. Reminiscencias de una infancia que parece y no, lejana, nostálgica y al tiempo, una prueba de vida superada. 

Me dejo llevar mejor que otros años por esta navidad destinada más al consumo que a la tradición original en la que la venida de ese niño que salvaría al mundo llegó para predicar una filosofía de vida que se descompuso entre Papas de la Edad Media que no eran otra cosa más que familias que pretendían dominar territorios indomables y que solo eran doblegados bajo las amenazas de un fuego eterno o transitorio en el menos malo de los casos. 

Las fiestas navideñas en realidad me parecen necesarias para cerrar un ciclo que no nos lleve a la convivencia al interior de las familias y las relaciones honestas. Un espacio que sintamos seguro en donde pongamos un alto al esfuerzo hecho a lo largo del año y celebremos junto a los que más nos quieren y queremos, los logros y el empeño de los 365 días anteriores, recordando junto a todos ellos, los momentos que más nos acercaron, nos divirtieron o nos hicieron madurar de una forma o de otra. 

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Siento que al menos eso sería bueno buscar en esta temporada cuando los frentes fríos, las lluvias atemporales, los arcoíris imprevistos y el olor del ponche sobre la hornilla de la estufa, inspiran a quedarse en casa, en familia, sin agenda ni mensajes de texto o notas de voz. Solo las personas con las personas compartiendo silencios o barullos, mientras damos la vuelta al calendario acercándonos a las dos grandes fechas que indican que el año se termina. 

Ojalá termine bien para la gente de bien; ojalá los malos se conviertan por obra y gracia del espíritu santo o bien, se tomen vacaciones para que deje de haber personas desaparecidas o reclutadas para acciones nada lindas. Ojalá las mafias se cambien de planeta mientras los operativos evoluciones y lleguemos a tener una verdadera justicia social. Ojalá la vida sea buena para todos los que se paran en la esquina o en los cruces de semáforos pidiendo algo de comer o vendiendo mazapanes, flores, juguetes, matamoscas y demás ocurrencias. Ojalá el salario mínimo vaya acompañado de una política social que lo haga sustentable en el tiempo para todo. Ojalá la presi se le ocurran cosas para que se esfumen los cobros de piso, el impuesto maloso de los productos agrícolas y no le regale el agua de México al país del norte y su Carlomagno moderno fuera de tiempo y de lugar. Ojalá Santa le traiga mejores ideas a los políticos que disque gobiernan pero que en realidad cobran por hacer negocios personales, usando al pueblo bueno de pretexto para sus fechorías. 

Ojalá de verdad exista el Niño Dios, Santa Claus y los Reyes Magos para que nos traigan las virtudes que nos hacen faltan. Ojalá exista el infierno y tenga aún lugar para todos aquellos que cometen pecado contra la sociedad a la que fingen servir. Ojalá y el mundo, que parece que este año se volvió más loco que algún otro, recupere un poquito de sentido común y adquiera un poco de consciencia social para que en lugar de fastidiarnos unos a los otros, busquemos el bien común. En fin: ustedes me entienden.  

¡Pórtense bien para que Santa no les traiga carbón, y los Reyes lleguen en enero a visitarlos con todo y niño en la rosca!