Fabricar culpables: la herida que México ya no puede negar
Hace unos días, durante su toma de protesta como titular de la Fiscalía General de la República, Ernestina Godoy, afirmó que "no iba a fabricar culpables, ni a liberar culpables, ni a encarcelar inocentes". La frase es poderosa, pero en un país donde las cárceles están llenas de errores judiciales, las palabras deben traducirse en hechos. Porque aquí están quienes sí fueron fabricados, quienes representan la deuda más grande del Estado mexicano:
Santiago Noé Juan Corona llegó a una casa para instalar un servicio de IZZI, sin saber que dentro había una familia secuestrada. Al llegar la policía, lo detuvieron como si formara parte del secuestro. Nunca vio a las víctimas, nunca entró a la casa. Las pruebas respaldan su inocencia.
Pablo Castillo Enciso, arrestado en un billar junto con otras personas para "completar la banda" de un secuestro inexistente. Su proceso ha sido repuesto por violaciones graves al debido proceso. Sus 6 causas ya salieron absueltas.
Ulises y Gerardo, "Los Payasitos", detenidos camino a trabajar y acusados sin pruebas de intentar secuestrar a una menor. Todas las pruebas apuntan a que el delito no se cometió.
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Alejandro Cerpa, sentenciado pese a que el verdadero responsable de un asesinato confesó no conocerlo. Hoy se reconstruyen pruebas para lograr su reconocimiento de inocencia.
Dulce Sánchez, expolicía, acusada de secuestro mientras laboraba en otro estado. Fue torturada estando embarazada y perdió a sus bebés. La Primera Sala ya declaró nulas las pruebas en su contra, pero la sexta sala penal volvió a condenarla.
Cada expediente revela lo mismo: en México no se castiga la culpa, sino la vulnerabilidad. La pobreza, la falta de defensa y la presión mediática e institucional por "resultados" siguen siendo la receta perfecta para encarcelar inocentes. El contexto lo confirma. Según la CNDH, 37% de las personas privadas de la libertad no tiene sentencia, 44% afirma haber sido acusada falsamente, y 60% reporta golpes o maltratos para obtener una confesión. No son cifras: son vidas rotas.
Por eso, hablar de no fabricar culpables implica reconocer que ya los fabricamos. Que cientos de personas están en prisión por procesos viciados, investigaciones deficientes o decisiones políticas disfrazadas de justicia. Y que la deuda del Estado no es solo con las víctimas del delito, sino también con las víctimas del sistema. Ernestina Godoy recibe un poder inmenso, pero también una responsabilidad histórica: reparar el daño a quienes el Estado encarceló injustamente.
No basta con dejar de fabricar culpables. Se trata de mirar a los ojos a los inocentes y decirles: el Estado te falló. Y ahora tiene la obligación de corregirlo.
(Presidenta de Reinserta)
@saskianino



